Por Javier Sinay.
Pasaban largos días en la estación de tren. Observaban. Seguían a los niños. Cuando consideraban que tenían un candidato, lo hacían trabajar para ellos –a cambio de comida, videojuegos o drogas- y lo llevaban a vivir un tiempo a una casilla de Villa Tranquila, en Avellaneda. Esos candidatos eran por lo general niños de menos de 14 años, de la calle, que terminaban robando y participando en raterías en los comercios y en las estaciones de trenes, siempre vigilados por uno o dos muchachos que los controlaban de cerca y supervisaban los robos.
Pero la madre de uno de los chicos hizo la denuncia el 25 de agosto pasado, cuando él desapareció de su casa, una vivienda del Plan Federal en la intersección de las calles 122 y 520, en La Plata.
La banda cayó con intervención del fiscal Fernando Cartasegna, el juez de garantías Juan Pablo Masi, la comisaría 6ª de Tolosa y la DDI La Plata. Y el caso promovió la opinión del ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, que dijo que “había muchos chicos involucrados”, además de considerar que con la ley 14.128, que impide la excarcelación para el adulto que obliga a los menores a robar, y con la actividad de los municipios, las áreas sociales y la policía, la modalidad de reclutamiento de menores ahora está más controlada. “En este caso, todo surge por un niño que abandona su hogar y la comisaría de Tolosa advierte que había una circunstancia anómala en la actitud del chico”, dijo Casal.
Siguiendo a ese y otros chicos que tenían pedido de búsqueda, la policía pudo llegar a detener a Eduardo Acosta, un hombre de 53 años, y a sus dos hijos, Nicolás y Claudio, de 23 y 26 años respectivamente. Los dos hermanos tienen fama en el bajo mundo de Avellaneda: algunos los señalan como informantes de la policía.
Entre los niños, había dos de 9 y 10 años, que viven en El Mercadito, y otro de 12 años, que vive en Altos de San Lorenzo. En la casa de la familia Acosta también había una pistola Llama calibre 9 milímetros, una pistola Browning 9 milímetros, una escopeta calibre 12 de dos caños, una carabina calibre 22 largo con mira telescópica y puntero láser, y municiones. Ahora, los tres sospechosos están acusados, entre otros delitos, de “reducción a la servidumbre”.
Por su parte, el defensor oficial de menores Julián Axat, de La Plata, asegura que el reclutamiento de chicos para cometer delitos es un hecho constante. “El sistema penal juvenil se basa en eso, pero el sistema penal y policial fragmenta y los deja solos”, dice. Para Axat –que conoce a fondo la historia de estos tres chicos-, la colocación de un chico en un escenario delictivo grave (un homicidio, un secuestro) obedece a factores que este no maneja. “Me atrevería a decir que siempre hay un instrumentador, pero la prensa visibiliza los hechos como algo espectacular. Como sea, el reclutamiento es una práctica cotidiana y ese instrumentador, además, puede ser policía”.
El reclutamiento de pibes está dado sobre tres ejes: narcotráfico, robo de casas marcadas y tráfico de autopartes. “Hoy el delito juvenil no se puede entender sin el reclutamiento”, sigue el defensor Axat. “Este es el fenómeno más importante del sistema penal juvenil: el menor, el adulto y la ley van juntos en estos delitos graves”.
“Los jóvenes son un sector vulnerable de la sociedad y no resulta raro que sean utilizados cuando, además de su condición etaria vulnerable, se agrava con otras condiciones sociales», dijo por su parte, en días pasados, el juez de La Plata Luis Federico Arias. “Muchas veces desde la Justicia no se avanza, los fiscales se quedan con la denuncia policial y no avanzan sobre los verdaderos autores, sobre los que los manipulan. Los menores son descartables, cambiantes, pero quienes están atrás de ellos son actores que permanecen en el tiempo y no se los toca”.