Por Rafael Saralegui
Después de tres años en el Gobierno, la alianza Cambiemos no tiene casi nada bueno para mostrar. Y en este año electoral se juega la triple reelección de Macri, Vidal y Rodríguez Larreta. Después del desastre de 2018, la economía no generará buenas noticias, por eso la estrategia es endurecer al discurso, bolsonisarse con Patricia Bullrich a la cabeza, para buscar retener el núcleo que se agrupa más a la derecha y captar a los adalides de la mano dura. Con eso aspiran a seguir gobernando.
No fue casual que el lunes 7, casi como un regalo de Reyes, desde la tapa de Clarín se anunciara que se buscará agilizar la expulsión de los extranjeros que delinquen y además insistir con la discusión de un proyecto en el Congreso para bajar la edad de imputabilidad de 16 a 15 años para los delitos más graves, cuando ya está probado que esos casos son excepcionales.
Tampoco fue casual que desde Bullrrich para abajo salieran sus funcionarios desde temprano a defender en las radios el proyecto para criminalizar a los más jóvenes. La campaña ya empezó. Es evidente que además el Gobierno teme que algunos votos de ultraderecha puedan escapar hacia candidatos aún más extremos como Olmedo o Espert, que capturan voluntades al estilo Baby Etchecopar, con una radicalización del discurso que puede llevar a ganar una elección como lamentablemente quedó probado en Brasil.
Aunque parezca increíble, la ministra Bullrich es una de las que mejor imagen tiene entre los funcionarios del Gobierno. Con sus afirmaciones carentes de rigor y sus operativos antidrogas televisados por los canales adictos consigue atrapar a quienes creen que el narcotráfico “es un flagelo” que es necesario “combatir”, en un discurso que mezcla en dosis iguales un problema sanitario con una cuestión bélica.
Quienes critican la actuación de Bullrich -a veces es tan pobre que agota contestarle- sostienen que en los promocionados operativos antidrogas pocas veces se presentan bandas desbaratadas de punta a punta. En general se muestran cargamentos decomisados en controles de rutas o que cayeron de avionetas. Si hasta la misma incendiaria diputada Carrió, fundadora de la triple alianza, aseguró meses atrás que la policía le pone droga a Bullrich para que la encuentre.
La necesidad de crear un régimen penal juvenil, casi nadie la discute. Pero el tema excede sólo a correr el límite de edad para resolver la encarcelación. Está demostrado que por más arrestos que se concreten -tanto de adultos como menores- no se produce una baja significativa en los delitos, sobretodo en los robos y hurtos, que son los que generan más reacciones por parte de la población.
“Es puro verso que los van a resocializar, van a hacer lo mismo que ya hizo la dictadura y ella misma debió dar marcha atrás, porque la adolescencia es un hecho y la ley no puede cambiar ese hecho, el adolescente es un inmaduro y eso lo saben y conocen todos”, dijo el ex juez de la Corte Eugenio Zaffaroni al ser consultado sobre el proyecto anunciado por el Gobierno para bajar la edad de imputabilidad.
“Si los meten en una cárcel, con el nombre que quieran darle, el resultado ya sabemos cuál es: los marcan, los violan y les condicionan carreras criminales”, dijo el actual juez de la CIDH en declaraciones al sitio BigBang. Precisó que “casi no hay menores de 16 años involucrados en homicidios”, y agregó que “hay muchos más mayores de 50 años”. “Los números cantan, los menores de 16 son sólo molestos para la policía, pero nada más”, remató.
Pero el concepto de joven=peligro, prende. Y por eso se va a convertir en uno de los temas de campaña del año que recién se inicia. Nunca más poco atinado proponer una discusión sobre esta cuestión en pleno año electoral.