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Putita golosa

Por Luciana Peker

Putita Golosa es lo que más quiero escribir, como lo que más quiero comer, como lo que más quiero disfrutar. Hace años que abdiqué de hacer dieta como de una corona que se que me sentaría mejor (con toda la carne que pongo al asador cuando me siento) y cuando aparecen los menos pulidos pliegues de los vestidos que en la verticalidad de estar bien parada se alienan un poco (poco nunca combina pero bueh) conmigo. No solo desistí porque me gusta comer rico y que vengan de a muchos a decirme que con todas las mochilas en mis espaldas un bocadito de torta de manzana es mucho o un queso y dulce los sábados es un exceso o que las batatas (sí, exceso batateril) se pueden reemplazar por verde y agua. No es solo porque la vida es, también, zanahorias para adelante, pero no justamente zanahorías, sino rogelitos sin amarreteos de dulce de leche, pizza de parada en Guerrin y hamburguesas con (ay, sí, batatas fritas) para recargar fuerzas entre la batalla insolente de mirar de frente a los muchachos que me miran cargar mi almuerzo expulsada del código de honor de comer una bandejita de ensalada con tres gustos igual de insulsos porque un mediodía de un día de semana no tiene más secreto que abrirle la boca al sacrificio. A mi me gusta el arroz con leche de dulce de leche en el Convento como el pecado moderno con el que endulzo las tardes de refugio y escritura contra todos los pecados de la inquisición moderna. Tendrás sexo, callaras, aguantarás, no quejarás, soltaras y pondrás tu foto para gritar cuando debas y callar cuando no corresponda. Sacarás consejos de todos lados para la performance de perra y ladrarás para no ser menos mujer que las mujeres que merecen ser poseídas por la cuota de placer en donde los cuerpos tienen una alineación necesaria.
Pero no escribirás, no escribirás, no escribirás. Te lo dirán en Para Ti, te lo dirán tus abuelas, tus amigas, tus feministas de siempre. Te lo dirán tus amigas y si escribís te retarán tus amigas retadoras. Y si no te contestan, si las malditas diagonales azules se cruzan sin respuesta sobre tus palabras tontitas te lo merecerás por papelonera, por querer más, por exponerte, por pedir, por escribir.
Tene sexo, pero no comas de más ni escribas. Escribí para conquistar, pero jamás para demandar, desear, dulcificar la palabra que encuentro.
En la era del encuentro fácil el sexo se volvió más fácil y el encuentro difícil.
No se trata de traer certificados de superadas y comprobar cuánto sexo fácil, liviano, ligero, pasado, pisado, pasadiza se pudo tener sin tener en el cuerpo la presión de responder de varones que prefieren clavar el visto a clavarla porque desde el trampolín alto de las expectativas chateadas es mas fácil temer a la caída que desde el charquito de las miradas cruzadas o después del océano de bailar una noche o una llamada para conquistar el otro mundo.
Ahora es más fácil comer y coger. En cada esquina hay un kiosco donde vaciarse papas fritas o pepas y en cada chat hay una cita ardiente. Y en cada kiosco hay un no deberás y en cada contacto una traza de censura de no escribirás.
Hace años que no hago dieta no porque no la necesite, no porque no me quedaría mejor y -mucho mucho menos- porque no me importe. De superada ni la s. Se que la prohibición tienta. Y que si no puedo comer voy a comer más y más vorazmente. Se que también escribir el deseo no trae deseo. Trae desasosiego.
Mis amigas me cuentan sus historias como un trazo desconcertante de indiferencias cruzadas y de intereses que se encienden y que pasan de largo como un avión que sube y que en vez de aterrizar pasa de aeropuerto como si no se vieran las luces de la pista.
Mis amigos me dicen que no quieren ser malos con mujeres que ya no saben disfrutar del sexo sin amor o del amor con sexo y sin demandas.
Nunca hubo tanto encuentro y tanto desencuentro.
Y a más voracidad de comunicación más restricción para no transparentar el deseo.
No se puede ser ni encontrar a alguien especial si la especie se descarta una otra como cartas malas.
No se puede empezar a jugar con las cartas marcadas para descartarse.
No se puede entregarse ni al segundo de gemidos audaces con la desconfianza de saberse descartable como las toallitas con alas.
Pero si no se debe comer, escribir o desearse se desea desencajadamente huir o encontrarse.
No comamos perdices, pero tortas de manzana, chocolate o banana sí y probemos, simplemente, probemos. Porque se nos de la gana.


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