La Fiscalía Federal N°1 de Lomas de Zamora y la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) requirieron la elevación a juicio de una causa en la que el actual director de la cárcel de Villa Devoto, Gilberto Figueredo, se encuentra imputado junto a otros 19 integrantes del Servicio Penitenciario Federal por la tortura seguida de muerte en noviembre de 2001 de Walter Omar Benítez, quien se encontraba detenido en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza, donde el titular del penal porteño se desempeñaba por entonces como jefe de turno del Pabellón C del Módulo III.
Los representantes del Ministerio Público Fiscal que suscribieron el escrito -el titular de la Procuvin y el fiscal ad-hoc de esa dependencia, Miguel Palazzani y Claudio Pandolfi, respectivamente, y el fiscal de Lomas, Leonel Gómez Barbella-, le imputaron su responsabilidad en el delito “de omisión funcional punible” por no evitar ni denunciar las torturas a las que el detenido fue sometido desde el 3 hasta el 7 de noviembre, cuando fue encontrado colgado dentro de una celda. En ese interín, de acuerdo a la acusación, a la víctima le impusieron una sanción administrativa por una falta inexistente, fue golpeada en todo el cuerpo y quemada con cigarrillos -por lo que incluso llegó a presentar un hábeas corpus-, trasladada a la “leonera” y finalmente a los “buzones”, en donde debería haber permanecido 27 días aislada como castigo. La gran cantidad de acusados responde a que la conducta delictiva habría sido cometida por miembros del cuerpo de requisa, administrativos, un médico del penal -en calidad de autores- y otros funcionarios, a los que como Figueredo se les endilga haber omitido cumplir con sus funciones en debida forma, a tal punto que no evitaron que sus subalternos impusieran torturas físicas y psíquicas a que llevaron a que Benítez decidiera quitarse la vida.
Por otra parte, Palazzani, Pandolfi y Gómez Barbella le solicitaron al juez federal que, como medida cautelar, ordene al director nacional del Servicio Penitenciario Federal el apartamiento de los acusados “de toda función” que implique cualquier tipo de relación, contacto o trato “con personas privadas de libertad y/o sus familiares y/o visitas”, en razón de las obligaciones del Estado de garantizar la seguridad, la integridad física y la vida de las personas privadas de libertad en pos de evitar la repetición de hechos como el investigado.
Cronología de casi una semana de torturas físicas y psíquicas
A partir de la recolección de casi un centenar de elementos probatorios, los fiscales indicaron que el 3 de noviembre de 2001, cerca de las 11:00, un grupo de al menos cinco agentes -todos imputados- realizó una requisa en el Pabellón C de la Unidad Residencial III. Durante el procedimiento, hallaron un elemento cortopunzante en el espacio común, pero “sin perjuicio de ello los referidos agentes a viva voz le atribuyeron la posesión de dicho elemento al interno Walter Omar Benítez, aduciendo falsamente que el mismo fue encontrado dentro de la celda que ocupaba, la número 14”. Ante la reacción del detenido, se produjo un forcejeo, por lo que los agentes penitenciarios lo agredieron “mediante golpes” en los tobillos, costillas y su cuello. Una vez reducido, fue trasladado “al recinto de alojamiento transitorio, llamado, en la jerga carcelaria, ‘leonera’”. Allí, se sumaron otros tres penitenciarios, “quienes cooperando con los primeros continuaron con las agresiones físicas contra la víctima”.
Tras ello, Benítez fue puesto a disposición del médico penitenciario para que lo examine. El profesional de la salud emitió certificados “dando cuenta que al momento del examen la víctima no presentaba lesiones, a la vez que se encontraba apta para ser separada del régimen común de alojamiento, sin que, en consecuencia obre constancia de que se le prestara atención médica alguna” a las lesiones producto de la agresión, lo que permitió además que la víctima fuera alojada en los «buzones» de sancionados, indicaron los fiscales. Los representantes del MPF pidieron la elevación a juicio del médico en carácter de coautor del delito de torturas seguida de muerte por la falta de atención médica, por haber falseado las actuaciones que permitieron que el detenido fuera sometido a un régimen ilegal de castigo, quedando aislado e indefenso frente a las nuevas agresiones físicas y psíquicas que sufriera en los días posteriores.
En paralelo, otro grupo de agentes comenzaba a iniciar “actuaciones administrativas falsas a fin de justificar y/o legitimar el accionar ilegal” de los penitenciarios y “el aislamiento de la víctima en un régimen de exclusión”. Los expedientes administrativos B976 y B977 fueron confeccionados “a partir de un hecho falso” -la tenencia de la “faca”-, que dieron lugar al aislamiento de 12 días en la celda individual y otros 15 por “una supuesta agresión de Benítez al personal”. De esa forma, la víctima enfrentaba 27 días en un régimen que impide “tener contacto directo con otro ser humano por un plazo mayor a una hora diaria, recibir visitas y/o alimentos de parte de terceros, debiendo permanecer en dicha celda 23 horas al día”, sin acceder a actividades de esparcimiento, educación o deportes. Los expedientes no sólo consignaron hechos falsos, sino que también fueron adulterados, con fechas borradas y enmendadas.
Producto de esa situación, el abogado defensor inició una acción de hábeas corpus ante el Juzgado Federal N° 1 de Lomas de Zamora, por la que el propio Benítez prestó declaración el 5 de noviembre de 2001. Además de relatar lo sucedido dos días antes, manifestó que antes de ser trasladado a la sede judicial, agentes penitenciarios continuaron con las agresiones físicas -esta vez en los buzones, a donde lo habían destinado- como represalia contra la acción intentada por la “gravísima situación que estaba transitando y el peligro en que se hallaba su integridad física”. Tras brindar su testimonio, fue reintegrado al Complejo Federal durante la madrugada del 6 de noviembre. Entre ese día y el siguiente se produjo una seguidilla de traslados -de la celda 3 del pabellón AB del módulo VI, a la sede del Cuerpo Médico Forense para someterlo a estudios radiológicos y de regreso al penal, ya en la madrugada del día 7 de noviembre-. A las 5:30 se constató el deceso en el interior de la celda. Benítez se había ahorcado con una sábana.
Valoración de la prueba
Los fiscales resaltaron que la causa “no escapa a la circunstancia habitual de la existencia de versiones contradictorias entre los agentes penitenciarios y las personas privadas de libertad que se encuentran bajo custodia de los primeros”. Sin embargo, consideraron acreditado que “lejos de la versión oficial, en realidad Walter Omar Benítez fue sometido a torturas físicas y psíquicas (…) durante el periodo que va del 3 de noviembre de 2001 hasta el momento en que la víctima decidiera quitarse la vida, en la madrugada del 7 de noviembre de 2001”. “No sólo las declaraciones de los testigos de autos, sino los informes médicos citados y las declaraciones de quienes los efectuaron, desmienten por completo el relato de los imputados”, agregaron, lo que implicó numerosas violaciones a derechos consagrados en diversos instrumentos internacionales de derechos humanos suscritos por la Argentina.
De esa forma, identificaron a un primer grupo como coautores del delito de tortura seguida de muerte, compuesto por los agentes que llevaron adelante la requisa y lo golpearon durante todos esos días, quienes conformaron los expedientes con hechos falsos y el médico que emitió los certificados sin consignar las lesiones; y un segundo grupo que no evitó ni denunció las torturas, en el que se encontraría Figueredo, que a la fecha de los hechos se desempeñaba como jefe de turno del pabellón C del Módulo III.
Fuente: Fiscales.