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Noches de muerte a la salida de las discotecas

Por Javier Sinay.

Un piropo al paso fue la excusa que encontraron tres muchachos y dos chicas para atacar a un grupo de jóvenes con el que se acababan de cruzar, el domingo pasado a la madrugada, en el cruce de la Avenida Sarmiento con Colombia, en el barrio de Palermo. Sebastián Sánchez Guevara, un empleado de una pizzería, de 26 años, se llevó la peor parte: resultó muerto, aparentemente de una patada que le llegó a traición desde atrás. En la caída, un golpe en la cabeza que habría sido el causante de su muerte. Sus amigos también fueron castigados: la nariz de uno de ellos fue fracturada. “No fue un robo, sino que le pegaron para ver quién se la aguantaba más, entre tres”, contó una amiga.

El cuerpo del joven quedó frente a una plaza.

La pelea terminó cuando Sánchez Guevara quedó malherido y tendido sobre la vereda que da a Sarmiento, ante lo que sus amigos le pidieron ayuda a un vigilador de la embajada de Estados Unidos para que llamara a una ambulancia. El personal del Servicio de Atención de Emergencias Médicas (SAME) llegó poco después y constató que el chico ya estaba muerto. Por otro lado, y con la llamada al 911 de un automovilista, un patrullero de la comisaría 23ª detuvo a los agresores a pocas cuadras.

“Este tipo de agresiones forma parte de un contexto mucho más amplio que tiene que ver con la banalización y la estandarización de la violencia, que es minimizada y quitada del contexto real que debe tener”, explica el psiquiatra forense Enrique de Rosa. “Así, la violencia en todas sus formas no aparece legalizada, pero sí como una variable de comunicación entre las dos partes. Porque la confrontación siempre existe entre las personas y siempre existe la chance de insultar, pero el pasaje al acto de alguna manera está vedado. En las circunstancias de este tipo de casos, el control de los impulsos hace que uno pase directamente de la ofensa, sin intermediación de un aparato moderador (que sería la conciencia) a la acción”.

Mientras los tres salvajes agresores de Sánchez Guevara siguen detenidos y a disposición del Juzgado Nacional de Instrucción número 27, el titular, Alberto Baños, busca determinar quién fue el que dio la patada mortal. En caso de no poder establecerlo, los tres podrían ser imputados con un homicidio en riña, un delito excarcelable con penas de 2 a 6 años de prisión. Pero la acusación también podría encuadrarse en un homicidio preterintencional, un delito también excarcelable con penas de 1 a 6 años de prisión.

“Aquella mala organización de los impulsos se da en parte porque para procesar algo uno tiene que tener un aparato, un estado intermedio, un filtro que le permite medir”, sigue el psiquiatra De Rosa. “La droga y el alcohol contribuyen a que este filtro no exista: alternan las estructuras. Por eso, por ejemplo, se ve a niños chiquitos con pegamento y con paco atacando a gente más grande: porque no evalúan el riesgo. Las drogas quitan la posibilidad de que funcionen las estructuras neuronales que nos protegen: las drogas frenan a los frenos”.

Las peleas a la salida de los boliches son una peste conocida en la noche argentina. En la madrugada del domingo 6 de marzo de 2011, Matías “Jano” Fernández fue asesinado con un bate de béisbol cuando salía del boliche Fantástico de Once. Dos de los asesinos fueron juzgados y condenados a 24 y 21 años de cárcel. Aquella fue la más resonante de una larga serie de golpizas con final fatal. Seis muchachos habían muerto en ese mes: el 8 de marzo de 2011 Micaela Ferreyra recibió un disparo en el cuello, en Quilmes; el 7 de febrero de 2011, Eduardo Esteban López fue muerto con cinco balazos a la salida de El Paraíso, en González Catán; en diciembre de 2010, Nicolás Collazo perdió la vida cuando fue atacado con una botella cortada, en Moreno. La lista, lamentable y repetitiva, sigue.

En estos días, los casos vuelven a acumularse. Aparte de la de Sebastián Sánchez Guevara, hay otras muertes que lamentar: la de Jonathan Stramessi, de 17 años, ocurrida el 28 de octubre en Olavarría (aunque fue hallado recién el 31, en el arroyo Tapalqué); y la de Cristian Agustín Medina, fallecido el 6 de junio en San Telmo, luego de una paliza.


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