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Se preparan para reprimir la protesta social

Por Esteban Rodríguez Alzueta*

Hasta hace unos días pensaba que la Bonaerense le había hecho una cama a Vidal y, por añadidura, al presidente Mauricio Macri. Pero ahora nos damos cuenta que “la cosa” es más compleja. Me estoy refiriendo a los acontecimientos que tuvieron lugar en la ciudad de Mar del Plata el viernes 12 de agosto.

Repasemos primero los hechos: El presidente y la gobernadora llegaron la ciudad para anunciar una supuesta inversión de más de 60 millones de pesos en luminarias, servicios y recuperación de espacio público para la periferia de Mar del Plata. Arribaron en avión a mitad de mañana y luego fueron trasladados en helicóptero hasta el Hospital Interzonal General de Agudos para desplazarse rápidamente en una caravana de vehículos oficiales que los llevaba al barrio Belisario Roldán, en el oeste de la ciudad, a menos de veinte cuadras del Hospital. El barrio está alejado de la ciudad, linda con el campo, el lugar indicado elegido por el Municipio para desplazar a los vecinos de Villa de Paso, un asentamiento enclavado en el medio del pituco barrio de Los Troncos. Una relocalización que lleva años, es decir, varias gestiones. Se trata de un barrio con historia, porque según cuentan fue el barrio elegido por Néstor Kirchner para cerrar la campaña legislativa del 2009. De un lado está, ahora, la escuela que los vecinos reclamaron a Kirchner en aquel acto, y del otro, un barrio construido a partir de planes de viviendas sociales en la última década. Como todos los barrios de las zonas periurbanas, tienen calles de tierra y nunca se recolecta la basura. Salvo que lo visite el Presidente de la Nación. Este hecho, malhumoró a los vecinos. Si a eso le sumamos las declaraciones del Presidente negando la cifra de desaparecidos, con todo lo que eso implica, cae de suyo que el clima estaba caldeado en Mar del Plata, una ciudad, por la historia que le tocó, muy activa en materia de derechos humanos.

Los hechos fueron trasmitidos por televisión, sobre todo la represión protagonizada por la Bonaerense. Lo que no entendimos es que se trataba de dos hechos que estaban sucediendo casi al mismo tiempo en distintos lugares. Por un lado la movilización de distintas organizaciones, entre ellas Votamos Luchar, liderada por el Chacho Berrozpe, que nunca llegaron al lugar donde se iba a realizar al acto porque fue interceptada por el Cuerpo de Infantería de la Bonaerense, es decir, dispersada con gases y balas de goma. La represión tuvo lugar antes de que llegara la comitiva en helicóptero al Hospital y ocurrió a cinco cuadras donde tendría lugar el acto central. Un acto, dicho sea de paso, que duró apenas siete minutos por las agresiones verbales de los concurrentes y que no contó ni siquiera con gente de Cambiemos que le improvisara una hinchada propia. Raro también. Solo había miembros de la UOCRA , hasta ayer gente de Scioli, y algunos militantes de la UTA, que improvisaron una suerte de cordón cuando los funcionarios se volvieron a subir a los autos. Pero en este acto estaban los vecinos del barrio manifestándose a viva voz y con carteles que sacaron apenas empezó a hablar el Presidente, para sorpresa de todos.

No se trataba de vecinos encuadrados en ninguna organización. Había algunas militantes de organizaciones de derechos humanos, pero estaban detrás de un vallado custodiado por la Bonaerense. La escena, bastante cómica por cierto, se puede ver todavía por las redes sociales: Vemos a Macri abrazando a dos niñas hablando rapidito al lado de Vidal que se ríe de los nervios, y no para de mirar hacia la izquierda donde estaban un puñado de militantes  y los organismos de derechos humanos. El telón de fondo eran un par de máquinas viales, las mismas que se habían utilizado los días anteriores para emprolijar las calles del barrio, y el humo de las gomas incendiadas del corte que los movimientos sociales habían improvisado hacía un rato cuando la Bonaerense se interpuso en su camino. Pero esos vecinos que estaban enfrente de Macri y Vidal, a menos de cinco metros, no serían más de cincuenta personas. Allí no voló ni una piedra, pero se escucharon algunas consignas e interpelaciones. Los insultos y las dos o tres piedras que volaron, vinieron después, cuando las autoridades emprendieron la furtiva retirada. Macri se subió a una camioneta y a Vidal la metieron en otro auto que no podía salir. Vidal se fue a los gritos, insultando a un periodista de la ciudad que quería entrevistarlo y se lo sacó de encima un miembro de la UTA. No hubo piedras contra el auto que trasladaba el Presidente. El auto de Vidal recibió algunas patadas, pero tampoco fue apedreado. Esas dos o tres piedras que volaron después, que vemos por televisión, impactaron en uno de los autos de la custodia que había quedado rezagado. Vaya operativo de seguridad! Los vecinos y el piberío estaban indignados: no se puede usar la pobreza como escenografía, no se puede tomarle el pelo a la gente de esa manera.

Después de los (dos) hechos, la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, salió a denunciar que el Presidente había sido víctima de un ataque, que había sido agredido a piedrazos. Más aún, la ministra sostuvo que «a cada lugar que va el Presidente hay un grupo ligado al kirchnerismo que organizadamente lo sigue para evitar que pueda realizar actos».
Se armó una causa judicial y el juez federal interviniente, Alfonso López, salió a convalidar rápidamente la versión del Ministerio con declaraciones muy llamativas. Para el magistrado las piedras son una señal de la existencia de “un plan de desestabilización” al gobierno. Y luego apuntó a los fiscales que demoraban las investigaciones: «Si el Gobierno no toma cartas en el asunto para hacerles juicio político a los integrantes de Justicia Legítima, le van a hacer la vida imposible». De hecho, el juez acaba de denunciar penalmente al fiscal general federal Daniel Adler y a los fiscales Laura Mazzaferri y Nicolás Czizik por incumplimiento de los deberes de funcionario público. López justificó la denuncia en “la falta de voluntad por investigar el caso”, porque Mazzaferri “no quiso recibir la denuncia de la Policía Federal y tampoco había iniciado la investigación de oficio, que es su obligación.”

Mientras tanto el periodista Juan Miceli del diario La Nación editorializaba los hechos con este título: “La guerra de las piedras” sugiriendo que la Argentina seguía retrocediendo en el tiempo y había que ponerle un freno a tanta barbarie. Al principio pensamos que la Bonaerense le estaba pasando alguna “factura” a Ritondo y, por añadidura a la gobernadora, y entonces también al Presidente Mauricio Macri. Excusas no le faltaban a la Bonaerense o algunos sectores de ésta que mantiene una abyecta interna con el gobierno provincial. Y puede ser. Pero luego vimos que la propia Bonaerense salió a desmentir a la ministra. Dijo el jefe de la Bonaerense, Pablo Bressi: «No hubo piedrazos contra Macri y Vidal. El Presidente fue agredido verbalmente por unas personas que querían manifestar su descontento. Contuvimos el lugar para que no pasara a mayores y que el Presidente pueda terminar con su discurso».

Estas declaraciones nos llamaron la atención. ¿Por qué la Bonaerense salió a descalificar a Bullrich? Seguramente porque la Bonaerense estaba pagando cuentas ajenas. Sabemos que la custodia presidencial está conformada por más de un centenar de agentes de la Policía Federal. Incluso, en estos viajes, suele contar con el apoyo de agentes de la Agencia Federal de Inteligencia. La custodia sabe cuál es la agenda del presidente y no viaja solamente con la comitiva. Parte de ella viajará los días previos para estudiar el campo e informar a sus superiores. Hay que agregar que no hace falta mucho trabajo de campo para saber que esos barrios son “lugares calientes” donde las medidas tomadas por el macrismo están impactando muy negativamente, es decir, donde hay bronca. Tampoco habrán perdido de vista que estos barrios no se caracterizan por la desertificación organizacional. No debe haber barrio en Argentina donde no haya organización social o religiosa. De modo que estaba entre las posibilidades certeras que se iba a producir algún escándalo. De hecho, muchos periodistas que fueron a cubrir la visita sabían de antemano que se iba a armar “quilombo”. No nos caben dudas que la custodia presidencial informó a Presidencia de la situación, de que el Presidente no iba precisamente a Walt Disney, y que tampoco era un barrio organizado por el ritondismo. Y si es cierto, como dice la Ministra de Seguridad, que el presidente viene siendo agredido sistemáticamente en cada gira, entonces no se entiende la desorganización policial. Seguramente, la Bonaerense debe haber informado también, pero como la última palabra la tenia la custodia, es decir, la Policía Federal, se quedó callada, y se ubicó el lugar esperando lo que iba a suceder.

La pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿Por qué Presidencia decidió continuar con la agenda? No resulta descabellado pensar que el gobierno está detrás de las imágenes y noticias a la altura del escenario que están queriendo instalar desde hace un par de meses. Una vez más, Macri busca autovictimizarse. Seguramente esta es una de las cosas que mejor le sale al Presidente, algo que tal vez aprendió cuando en 1991 fue “secuestrado” por “la banda de los Comisarios”, integrada por agentes de la Policía Federal. De esa manera el macrismo no sólo transforma a las víctimas en victimarios, es decir, en violentos y delincuentes, sino que transforma los conflictos sociales en litigios judiciales, deslegitimando de paso a los manifestantes. Por este camino no faltará mucho tiempo para que empiecen a agitar el fantasma de “terrorismo” y comiencen a tirarle a la protesta social los estándares antiterroristas votada en el gobierno anterior.
En definitiva: el gobierno está preparando el terreno para la represión de la protesta social. Si el protocolo antipiquete no tiene quorum legislativo, entonces hay que buscarle una legitimidad social más allá de los representantes. Los hechos que tuvieron lugar en Mar del Plata fueron una provocación del macrismo. Estaba todo armado desde el comienzo. El gobierno está creando condiciones para la represión de la protesta. Hay que estar atentos y no caer en las provocaciones.

*Docente e investigador de la UNQ y la UNLP. Miembro del CIAJ. Autor de Temor y control y La máquina de la inseguridad.

Fuente: Agencia Paco Urondo.


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