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Prisión preventiva para el periodista de La Nación que mató a su pareja

La jueza de Garantías hizo lugar al pedido de la fiscal del caso. Antonio de Turris sigue internado en una clínica. Está acusado de haber matado de 62 puñaladas a su pareja, Claudia Servino.

Claudia y Antonio vivían juntos desde hace un par de años.

Claudia y Antonio vivían juntos desde hace un par de años.

Por Rafael Saralegui

Las amigas de Claudia Servino estaban preocupadas. No sólo por la muerte de su amiga, a manos de su pareja, sino porque el caso tuvo poca prensa y pensaban que el acusado podría verse favorecido.

El imputado por el crimen es el ex periodista del diario La Nación, Antonio De Turris, profesor de la maestría de periodismo que lleva adelante el periódico centenario y la Universidad Di Tella, y conductor de un programa de televisión con un columnista de Clarín.

En el marco de la tragedia, una novedad que puede llevar algo de alivio a las amigas y familiares de Servino, a De Turris se le impuso la prisión preventiva por el homicidio de su pareja, ocurrido el 24 de diciembre último.

La medida fue impuesta por la titular del juzgado N°6 de Garantías de Lomas de Zamora, Laura Verónica Ninni, a pedido de la fiscal de la causa, Fabiola Juanatey.

De todos modos, la prisión preventiva, una medida equivalente al procesamiento en la justicia nacional, tiene algunas particularidades, ya que el periodista no se encuentra alojado en una cárcel común. De Turris se encuentra internado en la clínica Bazterrica, en la ciudad de Buenos Aires.

De Turris permanece alojado en esa clínica debido a un tumor cerebral que tuvo el año pasado: algunos de sus viejos amigos consideraban que esa dolencia podría explicar el ataque de furia que terminó con la muerte de Claudia, su pareja desde hace un par de años.

Pero para la fiscal y para la jueza, ese tumor no es una explicación para la conducta de De Turris, quien se habría mostrado en privado como un hombre posesivo y controlador, muy diferente del caballero encantador que había deslumbrado a las amigas y primas de Claudia cuando lo conocieron.

Según la acusación de la fiscalía, De Turris mató a Servino a golpes y puñaladas, en la mañana del 24 de diciembre, horas antes de la Nochebuena. Según la autopsia, le dio 62 puñaladas y después se cortó, pero al heridas que se infringió no fueron de gravedad. En un primer momento, De Turris estuvo internado en el hospital Gandulfo de Lomas de Zamora y luego fue alojado en la clínica, donde aún sigue internado. En ese lugar, fue notificado de la decisión de la jueza de ordenar su prisión preventiva.

De ser confirmado el procesamiento -se da por descontado que su defensa apelará la medida- por la Cámara de Garantías de Lomas de Zamora, el periodista quedará a las puertas de un juicio oral por homicidio. En el eventual debate oral, se le podría agregar además la figura de femicidio.

Un final impensado para De Turris que realizó buena parte de su carrera en el diario La Nación, el más tradicional del país, donde cosechó algunos amigos que aún no entienden que haya sido capaz de asesinar a su pareja. Fue una amiga del diario, quien le presentó a Claudia hace unos años en una comida en Punta del Este.

Claudia era una mujer elegante, glamorosa, independiente, que había trabajado toda su vida, en el periodismo y vinculada al mundo de la moda. Las amigas más cercanas de Claudia estaban encantadas con Antonio, un hombre que en su modales parecía de otra época. Llevaba y buscaba a Claudia en su coche cada vez que tenía que ir desde Banfield a Buenos Aires por algún motivo. Pero lo que parecía un gesto de cortesía era, en rigor, un intento por controlar a cada segundo a su pareja, dijeron a BigBang algunas amigas de la víctima.

Pero Claudia no llegó a confesarle a ninguna de ellas que temía por su vida. Suponía, quizás como tantas otras mujeres que pasan por una circunstancia parecida, que la situación era controlable, o que De Turris podía cambiar. No tiempo tuvo de advertir que el cambio sería para peor. En el último instante supo, cuando De Turris golpeaba su cara contra el piso de baldozas, convertido en un charco de sangre, que su vida llegaba a su fin.