Por Rafael Saralegui
Rodrigo Rosenberg era un abogado guatemalteco, dedicado al asesoramiento de empresas, bastante mujeriego, vinculado con los círculos del poder. Su muerte casi provoca la caída del gobierno de centroizquierda de Alvaro Colom, porque en un video grabado días antes de morir Rosenberg había dicho que si él aparecía muerto el responsable era el presidente del país.
Un argumento de película, aunque nada era lo que parecía en un principio y la trama era mucho más complicada, con intereses económicos y políticos que lucraron con su muerte, mientras los servicios de inteligencia locales y extranjeros aparecían de algún modo vinculados para sacar provecho.
Esa es la historia que cuenta el documental La Guerra del Café, presentado anoche en el Complejo Village Recoleta. La película fue producida por el grupo Octubre, y dirigida por Oscar Feito. Quien esto escribe fue el encargado de realizar la investigación periodística y las más de veinte entrevistas a los protagonistas que aparecen en el filme.
Después de ver la película, es imposible no asociarla con la muerte del fiscal Alberto Nisman, ahora que los peritos parecen encaminarse a confirmar que se trató de un suicidio (aunque no dirán si fue inducido o no) y que fue él mismo quien se quitó la vida.
Rosenberg apareció muerto el 10 de mayo de 2009 no muy lejos de su departamento situado en una zona paqueta de la ciudad de Guatemala. Había salido a andar en bicicleta, solo, sin guardaespaldas, algo absolutamente fuera de los común en un país de 17 homicidios diarios.
La investigación realizada por la Cicig, una comisión de asesoramiento de las Naciones Unidas que colabora con el Ministerio Público, determinó que Rosenberg había contratado a los sicarios que los mataron. Además, se determinó que grabó el video acusador con la asistencia de Pedro David García, un periodista de derecha, acusado de golpista, y que el distribuidor de las copias fue Luis Mendizábal, un sastre vinculado con los servicios de inteligencia y la embajada norteamericana.
La investigación de la Cicig cometió errores porque dejó abiertas las acusaciones contra cooperativistas del café, mencionadas por Rosenberg en el video, mientras estaban enfrentados con los grandes grupos empresarios cafeteros agrupados en la Anancafe. El café de Guatemala es uno de los más ricos del mundo y es su principal exportación.
Tras la muerte de Rosenberg, miles de personas, movilizadas por los partidos opositores y los medios de comunicación, salieron a las calles a pedir la renuncia de Colom, quien a su vez encontró el respaldo de los campesinos del interior, que también salieron a movilizarse para defender su gobierno.
Tras la muerte de Nisman, miles de personas se movilizaron en Buenos Aires el 18 de febrero y, empujados por los medios de comunicación enfrentados con el oficialismo, no dudaron en responsabilizar al Gobierno por la muerte del fiscal, debido a que había presentado una denuncia contra la Presidenta Kirchner por encubrimiento días antes de su muerte.
Tras la muerte de Nisman, se supo que era mujeriego igual que Rosenberg (obvio que no es ningún delito, solo es otro punto de contacto con Rosenberg) que tenía una cuenta no declarada en un banco extranjero, sus vínculos estrechos con un sector de los espías criollos, y que disfrutaba de un nivel de vida difícil de sostener sólo con su generoso salario del Ministerio Público.
El documental muestra cómo fue Rosenberg quien organizó su muerte. ¿Los motivos? Un mes antes de su homicidio murió la novia de Rosenberg, Marjorie, y su padre, Khalil Musa, asesinados por sicarios. La bala que mató a la mujer fue consecuencia de un rebote de un proyectil, es decir, el blanco de los homicidas era su padre. Quizás nunca se sabrá, pero la sospecha en muchos seguidores del caso, es que el propio Rosenberg podría haber contratado a los asesinos. Tras la muerte de su novia, habría perdido el rumbo, o lo habrían empujado a planificar su propia muerte.
Quizás dentro de un año, un documental muestre como Nisman planificó su propia muerte, y quiénes quisieron aprovecharla para obtener beneficios que nunca serán puestos en conocimiento del público que cree en lo que le cuentan los grandes medios.