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Nunca dejó de sentirse un chivo expiatorio

Por Florencia Halfon Laksman

«Soy pobre», le aseguró Omar Chabán a Tiempo Argentino, en una entrevista publicada el 28 de noviembre de 2012, tras una charla que duró más de cuatro horas y en la que nunca pudo dejar de hablar sobre lo ocurrido en Cromañón la noche de la tragedia en la que murieron 194 personas y cientos sobreviven desde entonces. Casi dos años más tarde, el ex gerenciador del boliche volvió a concederle un reportaje a Tiempo pero ya no se mostró verborrágico como aquella primera vez. En este último encuentro de agosto pasado, no pudo terminar ninguna oración.
Pretendía que su caso llegara a la Corte Suprema y, sin embargo, cuando eso ocurrió, promediando este año, vivió como una injusticia que excarcelaran a los integrantes del grupo Callejeros y no a él. Habló de algunos apoyos aislados en el mundo del rock, como el del Indio Solari, Skay Beilinson, Ricardo Iorio o Catupecu Machu, pero ayer muchos más que esos (desde Andrés Calamaro hasta Pablo Lescano) lo reivindicaron en público, a través de las redes sociales.
Chabán era el que los albergaba y también era el desprolijo. El que daba oportunidades y el descuidado. En agosto parecía otro, difícil de reconocer. Se sentía «un muerto en vida», con andar pausado y pensar confuso. Se le trababan las palabras y no reconocía si estaba saliendo al aire en televisión o dando una nota gráfica. Ayer se confirmó que eso no obedecía a que era, como él decía, «el mejor actor del under», sino a su enfermedad terminal.
Hubo, sin embargo, algunas consideraciones en las que el primer Chabán sí coincidía con el último: quería justificar su accionar en Cromañón sobre cada punto cuestionado y, aunque asumiera cierta responsabilidad en lo ocurrido, seguía sintiéndose un chivo expiatorio.

Fuente: Tiempo Argentino.


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