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Macri les debe a Maduro y Bolsonaro el salvavidas de Trump contra la corrida

Por Alejandro Bercovich

Anteayer, cuando recibió de manos de Ivanka Trump un premio especial del mismo Atlantic Council que galardonó a Mauricio Macri como «ciudadano global» en octubre pasado, Christine Lagarde disimuló como una verdadera estadista la furia que desató en el staff técnico y en el management del Fondo Monetario la decisión de su padre, Donald, de blindar al mandatario argentino contra la corrida cambiaria que amenazó hasta el viernes con llevárselo puesto. La orden de Trump la ejecutó disciplinado el Nº2 de Lagarde, David Lipton, a instancias del secretario del Tesoro norteamericano, Steve Mnuchin. Fue el propio Lipton quien salió a respaldar, para despejar toda duda, la demolición de la «zona de no intervención cambiaria» que anunció el lunes el Banco Central. Era el mayor enemigo de cambiar lo pactado en el acuerdo de octubre.

El salvataje de Trump a Macri no tiene raíces económicas sino geopolíticas: con sus planes para derrocar a Nicolás Maduro en Venezuela frustrados y sin que Jair Bolsonaro haya logrado tampoco afirmarse en el poder en Brasil, la Casa Blanca optó por hacer lo que estaba a su alcance para aliviar la desgracia de un aliado que no se puede dar el lujo de dejar caer. Contra lo que marca el propio estatuto del FMI y contra todas las recomendaciones de su staff, el Banco Central argentino fue autorizado a vender reservas prestadas por el organismo para evitar que el dólar siga subiendo. El Fondo tampoco se quejará porque el Central haya dejado de informar esas ventas de manera diaria, aunque eso contraríe sus normas sobre difusión de datos y combate a la información privilegiada.

El jefe del Central, Guido Sandleris, casi no durmió entre el domingo y el lunes. Las discusiones por teléfono entre Buenos Aires y Washington terminaron recién el domingo por la tarde, apenas unas horas antes de que el Central anunciara el fin de las «bandas de flotación» y volviera a un esquema de «flotación administrada» como el de Alejandro Vanoli. Lo contó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en la cena del lunes con los caciques de las distintas tribus del PRO en el piso porteño del ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo. El encargado de las conversaciones fue el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, aunque esta vez Macri y Peña pidieron estar al tanto de cada respuesta desde el séptimo piso del cuartel general del Fondo en la calle 19.

Trump decidió el domingo sostener a Macri aun al costo de socavar gravemente la credibilidad del FMI a futuro. Si el programa vigente debe renegociarse en 2020, como sostienen todos los candidatos presidenciales de la oposición, no será inocuo para el Fondo haber desconocido el mandato de la sección 1 del artículo VI de su estatuto constitutivo, que establece que «ningún país miembro podrá utilizar los recursos generales del Fondo para hacer frente a una salida considerable o continua de capital». Tampoco haber autorizado el abandono de la libre flotación entre las bandas, con la cual Dujovne y Sandleris se habían vuelto a comprometer por escrito el 26 de marzo.

Un miembro clave de uno de los primeros equipos económicos del kirchnerismo tomó nota exactamente de eso. «El próximo que se siente a negociar con el Fondo les tendría que decir el primer día que no nos corran con las condicionalidades de sus pelpas porque ellos mismos los están quemando», comentó a BAE Negocios.

La calesita

No en vano Estados Unidos es el principal accionista individual del FMI. Su 16,5% de los votos en el directorio le confiere un poder de veto que no tiene ningún otro país del G-7, cuyos miembros acaparan en total un 41,2% de las sillas. Todos los demás países de América sumados pesan la mitad que el Tío Sam, que sostiene esa hegemonía gracias a su peso proporcional en la economía global. La ascendente China, bajo ese esquema, tiene un 6,1% de los votos. La Rusia de Vladimir Putin, un 2,6%.

En situaciones límite, el Fondo suele jugar alineado con el Departamento de Estado sin importar lo que digan los economistas del staff. Lo hizo por ejemplo durante el fallido intento de golpe de estado contra Hugo Chávez en abril de 2002 por parte del empresario Pedro Carmona. «Esperamos poder continuar trabajando con las nuevas autoridades de Venezuela y estamos listos a ayudarlas si lo desean», dijo el entonces vocero del FMI, Thomas Dawson, cuando Carmona recién terminaba de tomar el control del aparato estatal. Pocas horas después, una rebelión de la población más pobre de Caracas reinstaló a Chávez en el poder.

El gran temor de los staffers del Fondo es repetir su gran error de 2001: haber alimentado con decenas de miles de millones de dólares la fuga de capitales que terminó por hundir la convertibilidad argentina. Lo admitió en la más severa autocrítica de su historia, la que publicó en 2004 su Oficina de Evaluación Independiente (IEO). «El FMI, respaldado por sus principales accionistas, falló al no solicitar oportunamente que se dejara de respaldar una estrategia que, tal como se estaba implementando, era insostenible», reza aquel texto.

El FMI empujó ese año una calesita de endeudamiento y fuga que narra como un thriller el periodista Paul Blustein en su libro «Y el dinero siguió entrando (y saliendo)». Lo leyeron hace poco en el Departamento para el Hemisferio Occidental, que dirige el argenmex Alejandro Werner y donde milita Roberto Cardarelli. Por eso ambos salieron a marcarle la cancha a Dujovne antes de la Asamblea de Primavera, el 12 de abril, en una entrevista conjunta con los corresponsales en Washington de tres medios argentinos. El país debía «mantener las reglas», indicaron allí -hace apenas tres semanas-, porque el sistema de bandas de flotación «es el apropiado» y «ha funcionado bien». Trump no les hizo caso.

Nostalgias e indultos

La decisión del lunes no solo desmanteló la zona de flotación libre del dólar. También procuró apuntalar el techo que estableció Guido Sandleris apenas volvió de la Asamblea de Primavera en Washington, cuando anunció que congelaría hasta fin de año los límites de esa banda. Las negociaciones secretas que reveló BAE Negocios el lunes inmediato posterior a esa cumbre (https://www.baenegocios.com/economia-finanzas/Macri-gestiona-en-secreto-que-el-Tesoro-avale-tapon-a-una-corrida-20190414-0017.html) quedaron ahora al descubierto. Tanto Sandleris como Dujovne mentían abiertamente cuando se les preguntaba si empujaban un nuevo cambio en las condiciones del programa con el Fondo.

La estrategia de Macri de mostrarse como el mejor alumno de Trump enfrentaba hasta la semana pasada un obstáculo: la emergencia de Jair Bolsonaro en Brasil, un contrapeso mucho más fresco y potente para el bolivariano Nicolás Maduro a los ojos de Washington. Su ministro de Hacienda, el ultraortodoxo Paulo Guedes, fue ovacionado incluso por los tecnócratas y financistas que lo escucharon desplegar su discurso privatista por primera vez en esa Asamblea de mediados de abril. Pero la imagen de Bolsonaro se hunde a medida que no logra imponer sus reformas. Y la entrevista que dos diarios lograron hacerle a Luiz Inácio Lula Da Silva en prisión gracias a una orden judicial le recordó al mundo que Bolsonaro llegó al Planalto solo porque el líder del PT no pudo competir.

En el «spa», como llaman los exfuncionarios y empresarios kirchneristas presos al pabellón que habitan en la cárcel de Ezeiza, el trato también cambió en las últimas semanas. Al compás del ascenso de Cristina Kirchner en las encuestas, los penitenciarios se tornaron más amables. Un íntimo de la expresidenta que pasó a saludar la semana pasada contó a este diario que «siempre hubo tranquilidad, pero ahora casi se respiraba euforia».

La reclusión no parece haber alimentado rencores. «Nosotros cambiamos en serio. Con (Hugo) Moyano estamos perfecto. Y con Clarín también. Están endeudados de vuelta en dólares, así que todos tenemos incentivos para conversar. Por eso (el director corporativo Jorge) Rendo volvió a hablar con Alberto (Fernández) como en los viejos tiempos», abundó la fuente kirchnerista.

Muchos de los empresarios que invitó Marcos Peña a la Casa Rosada comparten ese diagnóstico. «Sumen a Lavagna, a Massa y a Lousteau -se animó a decirle un banquero- porque si no, nos van a dejar tirados a todos los que los apoyamos». Marcos respondió casi sobrador: «Cambiemos es otra cosa».

El banquero se fue de la Rosada preocupado. «Si el macrismo pierde, desaparece. Estos sí que no vuelven más. Y si gana un populista y en los próximos años empieza a entrar la guita grande de Vaca Muerta, se quedan 30 años», masculló.

Es la misma cuenta que saca Trump. Y que le regaló una vida más a Macri cuando todos creían que no pasaba de pantalla.

Fuente: BAE


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