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La política prohibicionista permitió florecer a los negocios narcos

Por Roberto Falcone*

La propia oficina de la Casa Blanca ha debido reconocer que Estados Unidos es el mayor consumidor mundial de cocaína, marihuana y está entre los grandes de la heroína. Alrededor de 750.000 de los 28 millones de consumidores de drogas ilícitas son arrestados anualmente. La severidad de las sentencias no tiene límites, ya que la Corte Suprema de los Estados Unidos ha sostenido que una condena a prisión perpetua sin posibilidad de libertad condicional por la posesión de 677 gramos de cocaína no constituye una pena inusual y cruel. Estas sentencias “excesivas” provocaron la  renuncia del juez Lawrence Irving, quien refirió  “no puedo seguir haciéndolo”. Otro juez federal preguntó si en los días por venir él y sus colegas tendrían que hacer valer la defensa de Núremberg que rezaba “sólo obedecíamos órdenes”,  para justificar las miles de personas que se están condenando a penas de prisión por décadas .

La Comisión Estadounidenses de Condenas estimó  que en 15 años  de vigencia, la ley contra el abuso de drogas ocasionará que la proporción de los encarcelados pase a la mitad del total, y teniendo en cuenta el tiempo de prisión promedio que cada infractor cumple (77 meses), cada reo nuevo le costará a los contribuyentes 109.000 dólares.

Como es sabido, en la “guerra” lo primero que se pierden son los derechos y  sus primeras víctimas son las garantías.  Por ello cada día son más frecuentes los desalojos, redadas, requisas indiscriminadas, las confiscaciones de licencia para conducir, la supresión de beneficios federales. La ciudad de Atlanta llegó a imponer un toque de queda para los menores de 17 años a las 11 p.m.

La demagogia vindicativa y  populista se exhibe con desenfado. Así Al Edwars, senador del Estado de Texas, propuso que se corte un dedo al delincuente por cada sentencia relacionada con las drogas, Tomas Sharp, senador del Estado de Delaware, “azotarlos públicamente”, Ronald Reagan, por su parte,  “ejecutarlos porque se lo merecen” y  William Bennett, el famoso ex Zar contra las drogas de Bush,  “decapitar a los malditos traficantes”.

La legislación antidrogas americana y sus modelos latinoamericanos se dirigen al rescate del “individuo normal”, al decir de Bennett, un individuo que se caracteriza por su “responsabilidad individual y su destino propio, por la fe en el mercado capitalista, creencia en el bien moral, compromiso con el sueño americano, oposición al Estado benefactor, respaldo a los valores familiares, identificación con el militarismo como garante en último caso de la integridad nacional y compromiso con una sexualidad normal” , alejándose peligrosamente de los principios político criminales que deben presidir el tratamiento de la criminalidad en una democracia pluralista. El tráfico ilícito se dirige también contra el vicioso, porque el consumidor, según expusiera Nancy Reagan cuando su esposo era aún presidente, “es cómplice de un asesino”. Estereotipo que el juez Douglas y la Corte Suprema americana instalaron en el imaginario social en el criticable fallo “Robinson vs California”, en 1962: “ser un adicto a las drogas es ser un muerto andante…Los dientes se le habrán podrido; habrá perdido el apetito y el estómago y los intestinos no le funcionaran apropiadamente…Los rasgos buenos del carácter desaparecen y surgen los malos. Los órganos sexuales se afectan. Las venas se colapsan y aparecen cicatrices lívidas y rojizas. Furúnculos y abscesos atormentan la piel; un dolor persistente aflige el cuerpo. Los nervios se rompen; se desarrollan crispaciones nerviosas. Temores imaginarios y miedos fantásticos abrasan la mente y algunas veces resultan en una locura total. A menudo también viene la muerte, demasiado pronto…Este es el tormento del adicto a las drogas; ésta es la plaga de ser uno de los muertos andantes” .

La política prohibicionista no ha logrado los resultado perseguidos, menor producción, mayores precios y consecuentemente menos consumidores, por la dificultad de adquirir la droga; por el contrario, ha permitido florecer el negocio de los traficantes y su ineludible corolario de corrupción.

Esta política de doble moral permite esconderse a quienes más ganan con la criminalización, los traficantes, mientras que jóvenes adictos y “mulas” invaden las cárceles en tanto que el negocio se expande. Es una política en la que sólo pierden las víctimas.

*Juez federal y ex miembro del comité ad honorem que asesoró para la modificación de la ley de drogas.


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