| Negocios públicos y privados

La industria de los anticonceptivos y un negocio oculto

Por cada dólar invertido se obtienen mil de ganancias. Las demandas en Estados Unidos por los efectos no deseados del uso de las píldoras. Cómo funciona la industria en el mundo.

Un negocio millonario.

Un negocio millonario.

Por Verónica Elizabeth Allen.

Vanessa tiene 25 años, se está a punto de recibir. Cuando se levanta a las 7.30 de la mañana para ir a trabajar, desayuna y luego de tomar un vaso de leche inmediatamente ingiere una pastilla anticonceptiva. Hace 8 años se la recetó por primera vez su ginecólogo y desde entonces la ingiere regularmente. Luego del trabajo tiene clases en la Facultad de Economía y de allí arregló  ir a  cenar con su novio. Se conocieron por chat y hace 4 meses que salen. A partir del primer mes juntos, Matías dejó de utilizar preservativos.

El tiempo puede ser cruel para las mujeres, en un mundo donde ser profesional, joven, esposa, hija, ama de casa, amante y madre, todo junto y en lo posible antes de los 40 años, parece ser lo necesario para ser feliz y sentirse “realizada”.

En esto de los tiempos y el momento adecuado para cada logro uno de los tantos aliados femeninos son los anticonceptivos.

El mercado farmacéutico supera las ganancias por ventas de armas o de las telecomunicaciones. Por cada dólar invertido en fabricar un medicamento se obtienen mil de ganancia. 25 empresas controlan cerca del 50% del mercado mundial.

El negocio en el sector de salud femenina de la farmacéutica alemana Bayer obtuvo durante 2015, un incremento en las ventas del 12%  a nivel internacional, y 18% a nivel regional en América Latina en ese mismo año, por productos que incluyen la píldora anticonceptivas Yasmin y el dispositivo intrauterino Mirena.

Así, Laura González Molero, presidenta de Bayer Farmacéutica en Latinoamérica, durante la presentación del informe regional 2015 precisó que la facturación total del grupo fue de 46,324 millones de euros,  donde el 30 por ciento de ese monto corresponde a la división farmacia. Es decir, unos 14 millones de euros.

Dentro de los productos que más incrementaron sus ventas, se encuentra el anticonceptivo de liberación intrauterina (levonorgestrel), con el 143 por ciento.

La anticoncepción hormonal combinada comprende todos los métodos contraceptivos que utilizan más de un tipo de hormonas (un estrógeno y un progestágeno). Este tipo de fármaco, que se presenta en comprimidos, parches sobre la piel o anillos vaginales, tiene un efecto de retroalimentación entre la hipófisis y los ovarios, evitando la liberación de óvulos. Con las fórmulas combinadas y secuenciales, el ovario se vuelve inactivo por falta del estímulo de las gonadotropinas. También existen los anticonceptivos hormonales sólo con progestágeno que se toman de manera continuada sin dejar días de descanso en su consumo y producen, en muchos casos, amenorrea o ausencia de la regla. En otras palabras, los anticonceptivos hormonales “engañan” a nuestro cerebro para que este modifique el ciclo menstrual.

Según datos de la World Contraceptive Patterns de Naciones Unidas, el 13,5% de las mujeres en edad reproductiva consumen anticonceptivos hormonales para prevenir embarazos no deseados.

«A las grandes farmacéuticas sólo les interesa que la gente pase años tomando medicamentos día a día y durante años», afirmó  David Sokal, uno de los fundadores de Male Contraception Initiative, organización en pro de la anticoncepción hormonal masculina. Y eso, efectivamente hace que el negocio de los anticonceptivos femeninos sea un negocio redondo.

Multinacionales al ataque

Amparo Medina, de 50 años, está casada y es madre de 3 hijos. Es presidente de la Red Pro-Vida de Ecuador, luego de haber renunciado a su cargo como funcionaria del Fondo de Población de la O.N.U. Actualmente, Amparo brinda conferencias alrededor de América Latina, para alertar sobre el negocio de las farmacéuticas y la contra concepción.

“Todo el cono sur está siendo atacado por las multinacionales para poder ganar mucho dinero a costa de la salud de nuestras mujeres, con palabras muy bonitas como salud sexual y reproductiva, derechos a la sexualidad de los jóvenes, pero en realidad ocultan otros intereses. La entrega abierta de anticonceptivos desde que tenemos 10, 11, 12 años, nos ha hecho mucho más propensas, no solo a las enfermedades, sino también constituye un abuso y maltrato hacia nosotras mismas”.

“Los hombres poco a poco han sido excluidos de estos temas, siendo la mujer quien decide finalmente que hacer. Ellos solo declaran: mi vida lo que tú decidas”, afirmó Amparo en sus conferencias.

Según los prospectos de la mayoría de los anticonceptivos hormonales, los efectos positivos más allá de prevenir el embarazo, están relacionados con la  disminución de los quistes funcionales de ovario, la menor incidencia de infecciones de trompas, la disminución del riesgo de cáncer de ovario, de colon y de endometrio, entre otros.

Pero, también tienen efectos adversos que son causantes de otras dolencias. Son numerosos los casos que narran la desaparición de libido sexual, la depresión o el desequilibrio emocional con la ingesta de anticonceptivos hormonales, además de la ganancia de peso, nauseas, dolor y tensión mamaria, disminución de la frecuencia de los ciclos menstruales y edemas.

Luego de consumirlos a larga plazo los efectos de los anticonceptivos son de mayor gravedad, entre ellos las posibles afectaciones al sistema endocrino, riesgo de infertilidad, incidencia en enfermedades auto inmunes o la formación de trombos.  También, riesgo de tromboembolismo venoso (TEV) o tromboembolismo arterial (TEA), que consiste en la formación de coágulos de sangre causando en algunos casos embolia pulmonar, infarto de miocardio o accidente cerebrovascular. Este riesgo aumenta en los anticonceptivos hormonales de tercera y cuarta generación, como  levonorgestrel los cuales presentan dosis altas de progestágenos de síntesis.

La farmacéutica alemana Bayer anunció en junio de 2014, que destinó 1,8 mil millones de dólares para cubrir las 8.900 demandas que tiene en Estados Unidos por las reacciones adversas que causan los anticonceptivos con drospirenona de las marcas Yaz, Yasmin, Ocella y Gianvi.

La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS clasificó la anticoncepción hormonal y la terapia hormonal sustitutiva en la menopausia como cancerígeno en seres humanos.

“Nos dicen  que las hormonas no hacen daño y la mujer es la que tiene que tomar 150 miligramos de levonorgestrel  todos los meses durante años. A cualquier persona cuerda que se le recete 150 aspirinas al mes va a decir: ¿Esta seguro, no me hará mal? “, denunció Amparo.

“En cambio si te recetan hormonas: ¡salud, eso es salud! Además hay que tener en cuenta que los anticonceptivos no nos protegen de las enfermedades de transmisión sexual y las mismas empresas que venden las pastillas, venden los productos para las enfermedades de transmisión sexual.”

Según explicó Amparo, “esto nace con todas las luchas en nombre de la mujer y los empoderamientos sociales de distintos movimientos feministas. El hijo es visto como un esclavo y un impedimento para desarrollarse y crecer: Cuidado seas mamá, porque después no vas a poder estudiar. Cuidado tengas hijos, primero disfruta y luego tenlos. Hijos es igual a estorbo. Mientras más hijos mayor el sufrimiento.”

Así, “la píldora anticonceptiva fue considerada por algunos colectivos de mujeres como un elemento de liberación que daba poder a las mujeres para decidir sobre su reproducción. Paralelamente a la popularización de la píldora, el movimiento feminista de los años setenta impulsaba grupos de autoayuda que hacían hincapié en la auto-exploración y el auto-conocimiento para una mayor capacidad de autogestión del cuerpo. Estos grupos criticaban que la institución médica contribuía a conformar los roles de género y pretendía hacerse con el control reproductivo, colonizando el cuerpo de la mujeres. De esta manera, la planificación familiar y el control sobre la fecundidad se convertían en materia exclusiva del sistema médico, al delegar en él y en su tecnología el sistema de anticoncepción de la mujer.”

En la actualidad, diversos autores vinculan las prácticas normalizadas de anticoncepción hormonal con el biopoder o, en términos de Beatriz Preciado, “el farmacopoder”. Para Preciado, los anticonceptivos hormonales son “microprótesis hormonales que permiten, además de regular la ovulación, producir el alma del sujeto heterosexual mujer moderno”. De esta manera, Preciado, destaca que más allá de un uso contraceptivo, las hormonas suponen una domesticación del cuerpo de las mujeres y una nueva forma de control social del género, ligando sus efectos secundarios a un proceso de feminización.

Otro aspecto relacionado con el uso de los anticonceptivos es que propicia la falta de implicación de los hombres en el control de la fecundidad. Tal y como expresó Leonor Taboada en el Cuaderno Feminista de introducción al Self Help del año 1978, “podría decirse que la píldora significó la revolución sexual de los hombres y la panacea económica de los laboratorios farmacéuticos”. De esta manera se perpetúa el rol de género atribuido a las mujeres, las cuales supuestamente, tienen que ser las únicas responsables de las relaciones sexuales seguras.

Como expuso Amparo Medina, “el cuerpo es lo único que no voy a poder reponer en la vida. La mujer es la que pone su cuerpo, para llenarse de anticonceptivos con el riesgo de un derrame cerebral y otras enfermedades. El 98 por ciento de anticonceptivos están diseñados para la mujer, mientras que para los hombres solo existen dos: la vasectomía y el preservativo.”

De hecho, son muy pocos los ensayos e investigaciones clínicas para encontrar un método de anticoncepción química para hombres, puesto que la tecnología médica siempre se ha centrado en el cuerpo de la mujer para experimentar sobre el control de la fertilidad. Es más, tal y como apunta Beatriz Preciado “el estudio de las hormonas masculinas siempre ha estado dirigido a virilizar y sexualizar a los hombres, mientras que las hormonas femeninas buscan controlar la sexualidad y la capacidad de reproducción de la mujeres.”

Solo ganancias y negocio redondo

Los márgenes de ganancias de estas industrias son muy importantes alcanzando entre el 70 y el 90%, con una tasa de ganancias del 20%, superando ampliamente el 15,8% de los bancos comerciales.

Para alcanzar y mantener estos enormes beneficios recurren en muchos casos a colocar  en puestos políticos y gubernamentales a personas  afines a sus intereses o a directivos de sus empresas para ejercer presión a su favor. Es decir, lo que se conoce como “lobby”.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA,  según sus siglas en inglés) es financiada en un 75% por las multinacionales farmacéuticas, mientras que la Agencia Europea de Evaluación de Medicamentos en un 80%

“El dinero está en las industrias químicas farmacéuticas, y ponen millones de dólares de sus ganancias para  invertir en publicidad y difusión de sus productos. Luego le dan el dinero a Instituciones Privadas y ONG, como la ONU, UNICEF, OMS que trabajan para ver cuánto van a destinar para cada tema que la ‘sociedad supuestamente solicita’, como la anticoncepción y la salud sexual reproductiva, generando luego clientes que como mínimo durante 5 años, o durante 40 o 50 años van a consumir esos productos. Regalan muestras gratis, y ganan un cliente a largo plazo.”, contó la directora de Red Pro-Vida.

Mientras que la investigación y desarrollo de los fármacos recibe el 13% del presupuesto, los gastos de marketing suponen entre el 30 al 35% del presupuesto de los laboratorios, es decir gastan más del doble en promoción que en investigación. Así, por cada dólar dedicado a la  investigación se dedican 19 a promoción.

Como denuncia el escritor Jorge Alcázar González, en su libro “La gran amenaza del capital”: “La globalización le ha permitido, a la industria farmacéutica, maximizar sus beneficios ya que compran las materias primas en los países donde son más baratas (países en vías de desarrollo), instalan sus fábricas en donde las condiciones laborales son más ventajosas y venden sus productos fundamentalmente en los países donde la población tiene mayor poder adquisitivo y los servicios de salud están más desarrollados. La industria farmacéutica ha convertido la enfermedad en un negocio. La globalización ha permitido extender su poder por el que deciden qué enfermedades y qué enfermos merecen cura”.