| Columnistas

La hora de la Justicia

Por Hernán Dearriba

Veinticinco meses después de aquella mañana de febrero de 2012 comenzó ayer el juicio oral y público por la tragedia de Once. A lo largo de los últimos dos años se tejieron especulaciones varias sobre lo que pasó a las 8:33 de la mañana en el andén dos de la estación de Once, el rol del maquinista, el de los empresarios y el de los ex funcionarios.

El juicio deberá ahora aportar luz respecto de lo sucedido.
El choque de la formación chapa 16 se llevó la vida, proyectos y esperanzas de 51 personas y dejó más de 700 heridos. Esa tragedia implicó un punto de inflexión en la política de transporte ferroviario.
Los familiares de las víctimas y los heridos llegaron al juicio detrás del reclamo de justicia, aunque en el último minuto dos de las cuatro querellas cerraron acuerdos monetarios extrajudiciales y desistieron del planteo en los tribunales. Las dos que siguen en pie tienen miradas diferentes sobre el proceso.
La que aglutina a la mayoría de las víctimas fatales, representada por el abogado Gregorio Dalbón, sostiene que las últimas pericias conocidas la semana pasada –que develaron el normal funcionamiento de los frenos del tren– dan por probada la responsabilidad del maquinista Marco Antonio Córdoba, con lo entienden que allí se agotará el proceso.
La querella de la familia Menghini Rey, en cambio, respalda la instrucción del juez federal Claudio Bonadio que se orientó a la existencia de una asociación ilícita entre empresarios, gremialistas y funcionarios que generaron las condiciones propicias para que ocurriera la tragedia y reclama una condena ejemplar para ellos.
Conocedores del funcionamiento de los tribunales sostienen que será difícil que el juicio oral tome esa dirección, porque consideran que el Tribunal Oral Federal 2 debe juzgar en materia penal específicamente lo ocurrido aquella mañana de 2012 y no las responsabilidades políticas, que deberían ser parte de otro proceso.
El dolor de los familiares de las víctimas y el trauma de los heridos es irreparable, sólo queda la esperanza de conocer qué pasó. Es la hora de la justicia.

Fuente: Tiempo Argentino.


Compartir: