| Un libro examina el rol de las mujeres en la policía bonaerense

«En la policía demostrar un uso liberal, audaz y autónomo de la sexualidad, construye prestigio y poder»

Sabrina Calandrón examina la actuación de las mujeres en la fuerza de seguridad, los prejuicios dentro y fuera de la institución, el discurso ezquizofrénico, los vínculos con sus pares varones.

Calandrón es antropóloga.

Calandrón es antropóloga.

Por Javier Sinay

En su libro “Género y sexualidad en la Policía Bonaerense” (editado por la Universidad Nacional de San Martín), la antropóloga Sabrina Calandrón (investigadora en el Observatorio de Políticas de Seguridad de la provincia de Buenos Aires) se pregunta por una serie de oposiciones que, a la vista de un largo trabajo de campo, parecen falsas: sexualidad y profesión, ámbito civil y ámbito policial, vida pública y vida privada.

“El lector de este libro encontrará precisas y animadas recreaciones sobre cómo los/as policías de la provincia de Buenos Aires apelan a determinadas acepciones de la sexualidad, las emociones y lo familiar para moralizar su profesión”, escribe la doctora en antropología social Sabina Frederic en el prólogo. “¿De qué se trata esa moralización de la profesión policial? El libro la muestra como una forma de regulación práctica de las relaciones e intervenciones que realizan mujeres y varones policías. Este es justamente uno de los grandes hallazgos de esta investigación, resultado de haber privilegiado la perspectiva del actor, sus concepciones y prácticas, sucedidas en contextos aprehendidos durante el trabajo de campo etnográfico”.

“Me interesé por saber qué pasa en la policía al vivir un fuerte choque entre las durísimas críticas que circulaban por los pasillos universitarios, cuando empecé a estudiar en la Uiversidad Nacional de La Plata, y el fortalecimiento creciente de la policía como una opción laboral interesante para jóvenes sobre todo en las ciudades del interior”, dice Sabrina Calandrón a Crimen y Razón.

“Yo crecí en Dolores, entonces mientras mis primos veían en la policía una oportunidad para crecer laboralmente, yo escuchaba, y un poco me convencía, que era una institución que transformaba a sus integrantes, los ponía en contra de su propia clase, los hacía enfrentarse con quienes hasta entonces eran sus pares en el barrio. Las explicaciones no eran llanas ni simples. Ahí convivía una complejidad que debía ser revisada. Algo experimentaban esos pibes al formar parte de las policías, algo que nosotros desconocíamos. Y lo desconocíamos o bien por ignorantes o bien por soberbios”.

-¿Cómo decidió poner el foco en las mujeres?

-Medio simultáneamente, un amigo me cuenta que había dado un curso para policías mujeres y que notaba un alto grado de “masculinización” en ellas. Era despectivo, era casi acusatorio y era, sobre todo, una opinión bastante difundida en la sociedad. Eran mujeres que desarrollaban, tomaban o actuaban una expresión de género que a mi “protocolar” amigo le resultaban desencajadas. Eso se llevó mucha de mi atención, quería saber cuáles eran las experiencias de las personas en las policías y saberlo desde sus propias perspectivas abandonando en lo que pudiera los prejuicios propios y las esperanzas de mis protocolares amigos. Claro que no es posible deshacerse por completo de los preconceptos, pero es posible suspender buena parte de ellos. La etnografía es, para esto, una disciplina apasionante.

¿Cuáles fueron los objetivos de la investigación?

-El objetivo era conocer cómo las relaciones de género producen formas aceptables de desempeño en la policía. Es decir, cuáles son los valores y habilidades asociadas al género que construyen autoridad al interior de una comisaría. Demostrar un uso liberal, audaz y autónomo de la sexualidad, por ejemplo, construye prestigio y da poder para tomar decisiones en el ámbito profesional. Al contrario, no tener “levante”, no ser deseable o estar siempre a merced de otros/as para tener relaciones sexuales te debilita profesionalmente. Veamos un caso: un comisario desgraciado físicamente, falto de sensualidad e ignoto en las estrategias de seducción ofrece días de franco, una oficina más cómoda, un puesto de trabajo menos cansador u horarios especiales para poder acostarse con alguien. Así se hacen de una reputación de tipos manejados, influenciables, a los que las mujeres convencen de cualquier cosa (incluso cuando es negativo para el buen funcionamiento de la comisaría) e incapaces. Entonces este es el punto, el libro muestra cómo el prestigio y la autoridad se distribuyen en base a una serie de cualidades de género que solemos considerar íntimas, privadas, pero que en las comisarías –como probablemente ocurre en muchos otros espacios laborales- son un asunto profesional y público.

tapa calandron –¿Qué tensiones habilita la presencia de las mujeres en la policía bonaerense?

-Las tensiones están en la órbita de la convivencia de un sentido conservador y de un sentido progresista de las relaciones de género, y tanto al interior de la policía como en la sociedad en general. Son mujeres policías entre muchos otros roles que asumen socialmente: son también estudiantes universitarias, son madres, hermanas, son ciudadanas, vecinas, televidentes, fanáticas de una banda de rock, etc.

Las policías, desde su creación, han avanzado mucho en la idea de igualdad de géneros a su interior. Aunque todavía tengan una agenda pendiente, las mujeres no ocupan el mismo lugar ni realizan las mismas tareas que en 1947, cuando entraron. En este camino el uso efectivo de la fuerza física fue casi una conquista laboral para ellas. ¿Que ocurre con eso? Socialmente la violencia de las mujeres es vista como esencialmente menos violenta que la de los varones. Imaginamos, erróneamente, que la fuerza física es más dañina, más brutal y más nociva a manos de un hombre. Esto es usado en el trabajo cotidiano de la policía al exponer a sus integrantes mujeres para lavar sus culpas y mostrarse como una institución menos violenta. Entonces acá conviven el ánimo de la conquista de derechos laborales de las mujeres policías con un uso ideológico de esa conquista a fin de legitimar la violencia policial.

Después, es importante tener presente que las tensiones tienen que ver no sólo con lo que pasa dentro de la policía como organización sino con los diálogos e intercambios con otros agentes de la sociedad civil. Por un lado, la sociedad les dice a las mujeres que su cuerpo es suyo, que pueden hacer con él lo que quieran y que el placer es su derecho, pero por otro activamos toda una serie de modos de control social informal. Las descalificamos porque nos parecen masculinas, porque las consideramos putas, porque están desarregladas, porque usan su sensualidad para ascender o porque se les marca mucho el culo con el uniforme ajustado. Es un mensaje un poco esquizofrénico que por un lado las alienta a liberarse, a decidir con autonomía y a buscar placer, pero se indigna cuando lo hace de un modo no convencional (o con parámetros distintos a los propios).

¿Cuánto hay de prejuicio en el interior de la fuerza? 

-Mucho. Casi tanto como en otras instituciones. Lo que ocurre es que esos prejuicios son utilizados diferencialmente según cada contexto. A veces son prejuicios que ridiculizan, subestiman o atacan a las mujeres y a veces son prejuicios que las policías toman para potenciarse. La cuestión de la sensibilidad femenina es un caso. Entrevisté a algunas oficiales y suboficiales que hicieron de ese prejuicio tan difundido una estrategia profesional, se afincaron en esa creencia de que las mujeres generan mayor empatía, son más permeables al sufrimiento ajeno y más comprensivas que sus pares varones para crear especialidades policiales. Las oficinas de atención a víctimas de violencia es producto de ello. Utilizaron un preconcepto sumamente esencialista (está claro que no todas las mujeres son necesariamente más sensibles, comprensivas o empáticas que otras personas) para hacer carrera y crecer en la institución.

¿La policía tiene políticas de género hacia su interior?

-La bonaerense quedó un poco rezagada en eso. Las últimas políticas fuertes tuvieron que ver con la igualdad de la carrera, en los requisitos de ascenso, de desempeño de cargos y de ingreso. Las policías en Argentina además avanzaron en las licencias por embarazos durante la formación -antes se las desplazaba directamente-, en los centros de atención de violencia de género, en la prohibición de los test compulsivos de embarazos y en la integración de personas trans y el respeto de la ley de identidad de género de forma integral. Estos últimos temas son los que quedan pendientes en la bonaerense, pero todo hace suponer que están en agenda.

De todas maneras, más allá de las políticas, tenemos que seguir preguntándonos cómo se modifican las prácticas. Si bien la política y la normativa da un fuerte impulso al cambio, muchos de los hábitos discriminatorios de género que tienen efecto en las policías también circulan en otros espacios sociales. La policía no produce sus valores y experiencias de modo autónomo sino en el contexto social más amplio intercambiando y relacionándose con agentes políticos, comunitarios, religiosos y culturales diversos.