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El Papa Francisco reza por el argentino condenado a muerte en Estados Unidos

El abogado y la madre de Saldaño tras la audiencia con el Papa.

Juan Carlos Vega, abogado, y Lidia Guerrero, madre de Saldaño tras la audiencia con el Papa. (Foto Elizabeta Piqué)

Por Rodolfo Palacios.

Lidia Guerrero lo esperó en una especie de corralito. Unas 15 mil personas esperaban que el Papa Francisco hiciera el recorrido habitual por la Plaza San Pedro después de que, bajo la lluvia, reflexionara en la audiencia general de Roma sobre el sacramento de la eucaristía. La madre de Víctor Saldaño, el argentino de 42 años condenado a pena de muerte en los Estados Unidos por un crimen cometido en 1996, lloró de emoción cuando el Papa se detuvo frente a ella, le agarró las manos y le dijo: “Si habré rezado por ese cordobesito. Sigan luchando porque es lo que corresponde”.

Jorge Bergoglio reveló, de esa manera, que ya conocía el caso de Saldaño desde antes de ser elegido como Sumo Pontífice. El encuentro de Guerrero, que fue acompañada por su abogado Juan Carlos Vega y por Andrea Poretti, dirigente de la Comunidad de San Egidio, había sido gestionado por el embajador argentino ante el Vaticano, Juan Pablo Cafiero.

Los medios estadounidenses se hicieron eco del mensaje papal y al mismo tiempo anunciaron que el 27 de marzo Barack Obama visitará al Papa en el Vaticano.

La madre de Saldaño contó con el apoyo de la Comunidad San Egidio, una organización civil internacional que funciona desde hace cuatro décadas y tiene una fuerte vocación evangélica dentro de la  Iglesia Católica, desde donde lucha contra la pena de muerte en todo el mundo.

“El Santo Padre se detuvo frente al corralito que nos habían asignado, nos comentó que ha rezado mucho por Víctor y nos pidió que siguiéramos luchando por esta causa, que cuenta con todo su respaldo”, declaró Vega, abogado de Saldaño, a la prensa.

El gesto de Francisco fue muy fuerte y tuvo repercusión mundial, en un contexto en que su figura carismática genera admiración hasta en los medios internacionales.

Guerrero no pretende que su hijo sea liberado. Pide que no lo condenen a muerte. Además de que le mejoren las condiciones de detención. Saldaño, que lleva 17 años en el temible corredor de la muerte, sufre el síndrome del animal enjaulado en un zoológico: camina de un lado a otro hasta caer agotado en su pequeña celda. Viste uniforme blanco y no tiene ningún privilegio. Nadie los tiene en ese lugar que generó escalofríos en Dick y Perry, los asesinos que retrató Truman Capote en A sangre fría.

El cordobés pasa sus días en la cárcel de máxima seguridad Polunsky, 120 kilómetros al norte de Houston, Texas, a la espera de que la Corte Suprema de Texas conmute la sentencia.

Está preso por haber matado de cinco balazos al vendedor de computadoras Paul Ray King, de 46 años. El crimen ocurrió el 25 de noviembre de 1995 en el estacionamiento de un supermercado en Plano, un suburbio de Dallas. El cordobés actuó con un cómplice (el mexicano Jorge Chávez) y el botín sólo incluyó 50 dólares y un reloj de plástico. Cuando fue detenido, Saldaño confesó todo a la Policía.

“Está cada vez más desmejorado. Me duele en el alma no poder abrazarlo nunca porque en las visitas siempre nos separaba un vidrio. Antes él quería que lo mataran, pero ahora cambió de opinión porque me vio a mí y eso le dio una esperanza”, había dicho Lidia Guerrero a CyR hace unos seis meses.

“La Corte de Texas reconoció que se cometieron graves irregularidades, entre ellas la de ser latino como factor agravante, en un hecho inédito para ese estado, la ejecución se suspendió dos veces”, dijo el abogado Vega.

En 1996, un jurado de Texas lo condenó a la pena de muerte. El fallo se basó en el dictamen discriminatorio de un perito psiquiátrico, quien dijo que Saldaño era proclive a reincidir porque así lo demostraban las estadísticas entre los presos latinos. Por ese acto racista, la Corte Suprema Federal estadounidense anuló el fallo y ordenó un nuevo juicio. Por eso, en 2004 Saldaño fue condenado a pena de muerte otra vez.

En 2010, el gobierno de Barack Obama aceptó el pedido cursado por Héctor Timerman (actual Canciller) cuando era embajador en los Estados Unidos: el reclamo logró que la condena se suspendiera mientras se analizaba otra vez el caso. Los argumentos de la defensa de Saldaño es que los años que lleva en el corredor de la muerte equivalen a varias penas de muerte.

“Quiero que me maten”, había pedido el cordobés hace unos años. “En el primer caso se lo condenó por latino y en el segundo su abogado argumentó que se había condenado a un enfermo mental. Mi hijo sufrió un gran deterioro por tantos años de encierro. Rezo por su vida. Me conformo con que le den perpetua. Todo vale en comparación con la inyección letal”, dijo Guerrero a CyR. “Te amo y por vos quiero vivir”, le dijo su hijo cuando fue a visitarlo a prisión. “Ahora me manda cartas y me pregunta por lo que está pasando en la Argentina. Allá, cada tanto, le dan para leer la revista People. Tiene momentos de lucidez, pero a veces desvaría. Ni puede bañarse porque apenas entra en el cubículo y en su celda tiene la luz prendida todo el día”.

Cuando pueda retomar la comunicación con su hijo, Guerrero le dará la buena noticia. Le dirá que el Papa Francisco también reza por él.

 

 

 

 


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