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¿El mundo al revés? Ladrones retirados asesoran a bancos y empresas

Por Rodolfo Palacios y Nacho Ramírez.

A los dos hombres los separaba un abismo. En 2012 se reunieron tres veces en lugares donde podían pasar inadvertidos. Vestían traje y en ese juego indescifrable que a veces resultan las apariencias, no era tan fácil acertar cuál era el gerente de seguridad de un banco y cuál el ladrón experto en robar millones de dólares. Llegaron a estar cara a cara por un viejo conocido en común: un policía retirado de la Bonaerense. El malandra, que estaba retirado del delito y ahora se ganaba la vida en la vereda de enfrente, anduvo sin vueltas:

–Si quisiera, mañana mismo podría robar el banco donde laburás. Sin armas.

El gerente sonrió pero sabía que el rufián –que había cumplido una condena por asalto a un banco– tenía argumentos y experiencia para sostener esa frase. Trabajaba en una sucursal del oeste del conurbano que había sido asaltada dos veces en los últimos cinco años y creía que ciertos expertos en seguridad eran charlatanes sin calle. Sabía que era disparatado y riesgoso reunirse con un criminal con pasado de boquetero exitoso. ¿Cómo confiar en alguien que vivía de lo ajeno? Pero era difícil no tentarse con la propuesta del asaltante:

–Nadie mejor que un ladrón de mi categoría para conocer los puntos débiles de un banco. Es como usar el veneno como antídoto. Puedo darte consejos que no vas a encontrar en los manuales de seguridad.

Los ladrones cobran por hora por brindar asesoramiento.

Los ladrones cobran por hora por brindar asesoramiento.

Acaso este sea el mejor ejemplo de algo que ocurre bajo la superficie y que se revela en esta nota: hay ladrones retirados que asesoran a empresas, bancos, sindicatos y empresarios para prevenir delitos. A los ex policías que dirigen empresas de seguridad les surgieron competidores impensados.

Hasta ahora se sabía que los hackers se reconvertían y ayudaban a las empresas a combatir la piratería informática. Pero se ignoraba que los delincuentes con calle también hacen su aporte. Trabajan en las sombras y nunca podrán ser blanqueados: sería un escándalo para las empresas y un problema para la reputación del criminal, que pasaría a ser un buchón que traicionó al gremio del hampa. Quizá por la falta de confianza en la policía o la ineficacia a la hora de resolver asaltos, se recurre a los más expertos de los bajos fondos para que brinden su experiencia del otro lado del mostrador. Aunque depende el caso y la trascendencia del robo, cobran desde 100 a 500 dólares la hora. Para un pistolero, esta tarea es una manera de reinsertarse en la sociedad: es sabido que las personas con antecedentes tienen pocas posibilidades en el mercado laboral.

Un selecto número de ex chorros y estafadores usan su trayectoria en materia delictiva y experiencia en prisión para lanzar una segunda carrera, esta vez legal. No hacen películas ni les interesa escribir un libro sobre sus delitos. Hoy prefieren un escritorio o ser consultores corporativos.

En ese contexto, se dan situaciones insólitas: ex asaltantes de blindados ahora custodian dinero; boqueteros aconsejan a bancos; ex piratas del asfalto colaboran con fábricas que tienen una flota de camiones; barras redimidos que colaboran para que en las canchas no haya violencia. Todo es posible en lo que parece ser un mundo del revés: hay ladrones que previenen delitos y policías que los cometen.

En este tema, la ficción llegó antes que la realidad. La película Atrápame si puedes (2002), protagonizada por Leonardo DiCaprio y Tom Hanks, cuenta el caso real de un brillante estafador que terminó asesorando al FBI. En los Estados Unidos están más adelantados en este asunto: una consultora recorre el mundo dando conferencias a cargo de ex cacos.

El abogado Hugo López Carribero recuerda que hace unos 10 años defendió a un viejo preso llamado Juan Domingo Markarián que se convirtió en asesor de empresas. “Estaba preso en Mercedes y le pasaba la data a La Serenísima sobre los futuros asaltos –revela Carribero–. Se enteraba en la cárcel. Él me decía que trataba con el abogado de la empresa. Una vez en el libro de visita vi que antes de mi entrevista figuraba que otro abogado lo había ido a ver. Supongo que ese abogado era el de esa empresa”. Con lo que le pagaban, el convicto mantenía a su esposa e hijos y pagaba a su abogado. Y la empresa sufrió menos robos. Un negocio redondo.

Lo que estuvieron del otro lado baten la justa.

Lo que estuvieron del otro lado baten la justa.

Más sabe el chorro por viejo

“Soy un experto en inseguridad”, se presenta Luis Mario Vitette Sellanes, el llamado “hombre del traje gris” y uno de los ladrones del banco Río de Acassuso, considerado el robo del siglo XXI. En ese audaz asalto, ocurrido el 13 de enero de 2006, robaron unos 25 millones de dólares sin disparar, huyeron con gomones por un desagüe y se burlaron de los más de 200 policías que habían cercado la manzana. Desde la cárcel de Alvear, el hampón le dijo a El Guardián que está convencido de que sus conocimientos son más útiles que los de un especialista en el tema:

–Algunas personas me han llevado a sus casas para preguntarme qué les hacía falta para que no les entraran a robar. El otro día vi unas fotos de un robo millonario al banco Macro de Santa Fe. Los ladrones dejaron una herramienta valiosísima: una lanza térmica, que corta acero en segundos. Una o dos bandas la tienen en el país. Ese dato sólo lo pude aportar yo, porque la policía lo ignoraba.

Vitette, que en los 90 robó joyas a Mirtha Legrand, no miente. Al ver una entrevista que el ladrón le dio a Rolando Graña para América, un jefe policial que investigaba ese asalto pidió el video de la nota y reconoció que ese dato era valioso para la pesquisa.

–¿Lo han llamado de empresas para pedirle asesoramiento?

–Me han pedido consejos. Pero no puedo decir más nada. Hay gente que me idolatra. Yo les digo: no idolatren a Marito, idolatren a Gandhi, a Pepe Mujica y a Mandela, que también estuvieron presos.

–¿Usted dijo que hay lugares que presentan fallas de seguridad y pueden ser robados?

–Sí, tengo una lista. Un top ten. Si se roba uno de esos lugares puede significar un botín de dos millones de euros esperando a un ladrón como yo con la suficiente destreza para robarlos. Igual estoy retirado.

–¿Pide dinero a cambio de la lista? 

–No, porque tengo códigos. Y no quiero hacer apología, sino demostrar que no se toman las medidas de seguridad correspondientes. Está todo atado con alambre. El otro día escuché a un experto en seguridad decir muchas pavadas. Dijo que cuando uno se va de vacaciones tiene que dejar la luz y la radio o la tele encendidas. Eso es una burrada. Si hago inteligencia puedo ver que las persianas siguen en la misma posición y ni hablar si hay folletos de delivery o cuentas en la puerta. Pero tengo un método mucho más rápido para saber si la casa está deshabitada.

–¿Cuál es?

–Con una netbook, un módem y un software puedo detectar si hay alguien en la casa. Listo el pollo.

–¿Cuánto cuesta su asesoramiento?

–Depende. Necesito hacer un estudio de mercado. Cuando salga libre voy a instalar una agencia de inseguridad.

La Garza Sosa está retirado. Ahora asesora a un sindicato.

La Garza Sosa está retirado. Ahora asesora a un sindicato.

Hugo Sosa Aguirre, más conocido como La Garza Sosa, fue un ladrón emblemático de los años 80: lideró junto al Gordo Valor la superbanda que robaba camiones blindados. Ahora está retirado del delito y tiene un trabajo honesto. Colabora en un sindicato y en la clínica 25 de septiembre, de Pilar. No es fuerza de choque ni custodio, aunque le piden consejos prácticos en materia de seguridad. “Doy una mano en lo que me necesiten. Hoy no hay códigos: roban casas, lastiman a la gente. En mi época no se le robaba al pobre. En el sanatorio hay jubilados a los que los ayudo a que no les hagan nada”, relata La Garza. Otro ex ladrón de blindados custodia, una vez por mes, un camión con dinero que viaja al sur. El Gordo Valor, otro mítico delincuente, fue tentado varias veces para enrolarse en las filas de sindicatos.

Hay otros casos menos conocidos y mediáticos que el de Vitette y La Garza. En La Plata vive un hombre al que el hampa conoce como Perita. Era un rey a la hora de clonar tarjetas de crédito. Tenía una vida lujosa marcada por el delito de guante blanco: robos, estafas y defraudaciones fueron su principal rama delictiva. Tuvo dos condenas firmes. En la cárcel de Olmos, un pirata del asfalto lo conectó con un comisario exonerado de la Bonaerense que puso una agencia de seguridad. “Haber estado en cana me hizo pensar. Yo robaba a ricos y a empresas. Hoy asesoro a Pymes o a gente de dinero que está paranoica por la inseguridad”, cuenta Perita.

Hay ex barrabravas que también se pasaron al lado opuesto. “Los estadios son mi casa. Los conozco de memoria. Sé dónde pueden estar los problemas. Estar tanto con la barra te permite tener otros ángulos de puntos de vista y tenés una picardía que no tiene un especialista. Hoy trabajo para una empresa de organización de eventos y recitales. Estoy encargado de la seguridad y doy trabajo a ex convictos. Siempre nuestro pasado nos persigue, y es jodido conseguir laburo en blanco”, comenta el Negro, que se crió en los monoblocks de Avellaneda.

Los ex piratas del asfalto (delito que genera pérdidas económicas que superan los 600 millones de pesos anuales) también hacen su negocio y algunos se convirtieron en asesores ocultos de las empresas de logística. Pueden cobrar desde cinco mil a 20 mil pesos, de acuerdo con la importancia de la asistencia. Aportan datos sobre las rutas más inseguras, sobre las nuevas tecnologías (los chorros a veces tienen un inhibidor del GPS de los camiones) y seguimientos. Roberto “Ropero” J. purgó dos condenas por el delito de robo calificado y hoy trabaja para una de las principales empresas de logística del país. “Trabajo exclusivamente con una empresa de alimentos y otra de electrodomésticos. No hago la guita que hacía pirateando, pero vivo muy bien y sin peligro. Soy especialista en evaluar objetivos fijos y móviles en todo el país. Tengo un don que lo usé para el mal y ahora lo uso para el bien y me permite vivir en libertad. También participo de la formación en el manejo de situaciones de riesgo en custodios. Las empresas de seguridad importantes, una amarilla, invierten en cuidar a sus empleados. Y la mejor manera es con nosotros.”

Hacer la psicológica

Un viejo ladrón de bancos vio la veta de este oficio. “Aconsejo a empresarios que van a retirar importantes sumas de dinero. Les digo algo básico: el ladrón de salidera siempre ve el costado psicológico. Sabe que si el cliente del banco sale aliviado es que hizo un depósito. Y si sale tenso, o se toca el bolsillo donde guardó el dinero, se convierte en presa fácil. O el que va en auto: si saca la mano por la ventanilla es que está tranquilo. Ahora, si la sube, es que lleva plata. O el que sale con dinero y se relaja a las dos cuadras y hasta cambia la forma de caminar porque cree que el peligro pasó. Pero el peligro recién comienza.”

Como un encantador de serpientes, el ladrón trajeado que se reunió con el gerente bancario le contó un par de secretos para convencerlo de contratar sus servicios a cambio de 50 mil pesos:

–Te tiro una que sólo sabe el que chorea un banco: cuando usamos amoladora para romper paredes de concreto, se genera una nube de polvo terrible. Si yo fuera gerente de seguridad de un banco le pondría a la pared un dispositivo para que, en caso de romperse, se active un spray tipo gas paralizante. Los ladrones se irían rajando, aunque después habría que inventar otra cosa porque entrarían con máscara de oxígeno.

El gerente escuchó fascinado cada uno de los consejos que le dio el ladrón, capaz de derribar con practicidad hasta las últimas medidas de seguridad:

–Las mamparas que pusieron para evitar salideras no son la solución. ¿Sabés por qué? Porque el sacador o el tipo que entrega el dato puede saber si estás retirando mucha guita. En lo visual se perdió, pero en lo auditivo no. Si yo escucho el ruidito de la maquinita que cuenta billetes puedo saber, a grandes rasgos y basándome en la duración del ruidito, si sacó unos buenos billetes. Con esto que te digo no va a faltar el vivillo que invente la maquinita silenciosa.

Por momentos, el gerente sintió que sus posgrados, charlas, seminarios y cursos de seguridad no podían competir con la sabiduría del delincuente.

–¿Te tiro otra? Si yo quiero, alquilo una caja de seguridad en tu banco. En 10 minutos, si me dejan solo, puedo sacar el molde de la llave con un alambre. Y si sé la marca de la cerradura, la busco en internet para desglosarla. Y puedo comprar una para practicar abrirla o romperla con una maza o barreta.

El gerente le dio un apretón de manos, le agradeció por la información y quedó en consultar a su superior para ver si le pagaban por sus consejos. Pero nunca llamó al delincuente. Dos meses después, ese banco fue asaltado.

Fuente: Revista El Guardián.

 


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