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El hombre que se convirtió en fantasma

Por Bárbara Garcia Crespo

“¿Qué tiene que ver el gerenciador de un boliche con la locura y violencia de la gente?”, se preguntó Omar Chabán en una de las últimas entrevistas que brindó a la prensa. Como tantas otras veces, se desligó de cualquier tipo de responsabilidad a pesar de que la Justicia lo condenó como una de las figuras principales de la Masacre de Cromañón. Ni siquiera se animó a pedir perdón por haber cerrado las puertas con candado tal como le ordenó el dueño del boliche, Rafael Levy ( quien a pesar de estar condenado continúa en libertad). Incluso justificó su accionar y dijo que lo volvería hacer porque “hay mucha inseguridad, te entra cualquiera y te puede robar”.

A los 62 años de edad y luego de una dolorosa y agonizante pelea contra el cáncer, murió Omar Emir Chabán. Su cuerpo dijo lo que él nunca se animó a decir. La culpa fue consumiéndolo poco a poco, hasta que dejó de respirar en una habitación del Hospital Santojanni.

Parte de la historia de Cromañón se fue con él. No sólo porque creó y fomentó esa trampa mortal que se llevó la vida de 194 pibes. Sino también porque su figura estuvo siempre presente en carteles y cantos que pedía justicia por los muertos.

“Ni una benlaga, ni el rock&roll, a nuestros pibes lo mató la corrupción”, cantábamos en las calles porteñas desde el 1 de enero del 2005. Y Omar Chabán era una de las expresiones máximas de esa impunidad junto al entonces jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y el dueño del boliche Rafael Levy.

Mientras músicos y artistas lo recuerdan como un promotor de la cultura under en Buenos Aires, yo lo recuerdo como el hombre que dijo esa trágica noche “nos vamos a prender fuego” y no frenó nada. Apenas comenzó todo, se fue corriendo, solo, salvando su propio pellejo.

Uno de los tantos mitos que se intentó instalar sobre la masacre, fue que Chabán e Ibarra no se conocían. Sin embargo, quedó comprobado que el ex jefe de Gobierno había apoyado a Chabán en 1993 cuando el Concejo Deliberante decidió clausurar Cemento. Escribió artículos a favor de Chabán en la Revista Humor y en Página 12. Tiene aún un departamento en el mismo edificio del domicilio de Chabán, unos pisos más abajo. No sólo fueron vecinos, sino que participaban de reuniones juntos. Por eso, sólo por su relación constante con el poder, Cemento jamás fue clausurado (una clausura dispuesta por los inspectores fue prohibida a través de un handy) y República de Cromañón funcionó a pesar de estar inhabilitado.

Chabán no fue un héroe del rock, sino más bien un bolichero más (como tantos otros) que lo único que vio en la música fue un negocio. Una prueba clave que quedó comprobada en el juicio, fue la sobreventas de entradas que impartieron el gerenciador junto con la banda de música, Callejeros, quienes en un lugar donde podían entrar 1.500 personas, metieron 6 mil.

Chabán fue parte indispensable de una cadena de corrupción que destruyó a toda una generación.

Periodista y sobreviviente de la Masacre de Cromañón.


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