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El chef espía que era «sólo un ñoqui»

Por Ricardo Ragendorfer

La del 8 de julio fue una mañana agitada en el Juzgado Federal Nº 2 de Lomas de Zamora. Porque mientras el ex jefe de Operaciones Especiales de la AFI, Alan Ruiz, desgranaba su indagatoria ante el magistrado Juan Pablo Augé, el chef  y espía de dicho organismo, Martín Terra Vigil, aparecía sorpresivamente allí, dando por concluida su condición de prófugo. Luego, al cruzarse ambos en un pasillo, intercambiaron una mirada fugaz, como si fueran dos extraños, antes de seguir cada uno su camino. Vueltas de la vida.

Lo cierto es que la afinidad entre ellos no era un secreto en la central de inteligencia. Tanto es así que, en su declaración ante la Comisión Bicameral, el agente Leandro Araque señaló que Ruiz “lo tenía abrazado a Terra como si fuera oro”. Sin ninguna formación en la materia, el único mérito del tipo era su amistad con el máximo jerarca del lugar, Gustavo Arribas. Eso lo habilitaba a dar órdenes. Por tal razón sus compañeros de trabajo le dispensaban un gran recelo. Entre las directivas que –según ellos– supo impartir resalta el fisgoneo ilegal al vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli. Ya se sabe que este es nada menos que el marido actual de su ex esposa, Analía Maiorana. Semejante detalle hace de él uno de los personajes más sombríos de esta trama. De modo que su historia merece ser explorada.

El punto de partida podría situarse en 1998. Fue cuando Terra contrajo enlace con Analía. Aquel evento obtuvo la atención de las revista Caras, ya que la novia era por esos días una reputada top model, y él se perfilaba como un referente de la haute cuisine.

A partir de aquel momento, las dos parejas compartirían cenas, salidas y hasta viajes. Martín y Gustavo se hicieron muy compinches.

Mientras tanto, la buena estrella de Terra como chef de moda se tornó esquiva, capotando también un emprendimiento gastronómico bautizado con su nombre. Más de una vez Arribas lo rescató del ostracismo, dándole trabajos ocasionales. Finalmente, Terra encontró empleo fijo en una empresa dedicada a la instalación de pisos industriales. En medio de tales vicisitudes, su mujer continuó brillando en lo suyo hasta retirarse; entonces montó una agencia de modelos. Ellos ya tenían dos hijas, nacidas respectivamente en 1999 y 2003.

En una entrevista publicada por el diario Clarín el 16 de enero de 2015, Santilli contó cómo conoció a Analía: “El verano pasado fui a Pinamar. Hice una foto para la Fundación Padres y ella estaba. Me la crucé de nuevo en abril. Yo estaba en el Paseo Alcorta tomando algo con un amigo y ella pasó. Y le vi una cosa distinta. Sentí un magnetismo y pensé: ‘Con esta mina me caso’. Se lo dije a mi amigo. Se rió y me contestó: ‘¿Qué te vas a enamorar de Maiorana? Mirá lo que es’. Mi amigo veía su belleza. Yo algo más”.

Él se había separado de la periodista Nancy Pazos unos meses antes. Y la ex modelo también. El flechazo entre ellos fue instantáneo.

A su vez, en una entrevista publicada por la revista Caras durante esa época, ella relató la reacción del ex marido al anunciarle su nueva boda: “Él dijo que lo entendía. Yo también le dije que se quedara tranquilo, que Diego era una excelente persona, tanto conmigo como con las nenas. Y la respuesta de él fue increíble: ‘Ya lo sé’. Eso me dejó tranquila”.

A fines de 2016, la empresa de pisos industriales no atravesaba su mejor momento. Entonces Terra le pidió trabajo a Arribas en la AFI. Y el “Señor 5” accedió con beneplácito. Así fue el ingreso del chef al mundo del espionaje.

Ahora, indagado por el juez Auge, insistió en describirse allí como un “ñoqui”. Aseguró que al principio hizo muchos cursos. Y que después eligió trabajar en el “mundo de las drogas”. Porque –según sus palabras– son un “verdadero flagelo para la juventud”. Pero admitió que al respecto no pudo lograr ningún resultado positivo. Que después se tomó unas largas vacaciones. Y que a su regreso, lo único que hacía era “concurrir una vez al mes a cobrar el sueldo”.

–¿Por qué razón fue con el señor Alan Ruiz a la cárcel de Ezeiza?–, le preguntó la fiscal Cecilia Incardona.

Tras un leve titubeo, la respuesta fue:

–Ah, yo le pedí acompañarlo porque nunca había estado en una cárcel. Incluso recorrimos el pabellón de los presos políticos. Pero nunca supe sobre el espionaje en ese lugar.

A fines de junio Santilli se constituyó como querellante en la causa por las tareas ilegales de inteligencia sobre él, inmediatamente después de que el juez federal Federico Villena le exhibiera las pruebas del delito: fotografías, filmaciones, escuchas y hasta un chat en el que los agentes de vanagloriaban de haber infiltrado una empleada doméstica en la casa de su madre. También supo entonces que uno de los agentes asignados a tal misión –Emilio Matta– llegó al límite de sacarse una selfie con él mientras lo espiaba.

Los miembros del grupo “Súper Mario Bros” coincidieron en señalar a Terra como quien daba las instrucciones para esta operación en particular.

Sin embargo, él lo negaría en su indagatoria: «Jamás podría ir contra mi ex mujer. Nunca haría algo contra ellos. Todo esto ya me tajo problemas con mis hijas. Esto es una pesadilla».

Entonces calló, ya con los músculos faciales gambeteando un pucherito.

Fuente: Tiempo Argentino