Cuando la protagonista de «Good bye Lenin!» se despierta de sus ocho meses en coma, el Muro de Berlín había colapsado y su amado socialismo se había evaporado de Alemania oriental. Su hijo, Alex, decide engañarla para que no se entere de que un enorme cartel de Coca-cola había aplastado la utopía del hombre nuevo. Como si la campaña electoral argentina transcurriera en aquel caótico 1989 y no treinta años después, la semana del cierre de alianzas para las elecciones de octubre se tiñó de un insólito debate donde los flamantes candidatos y el establishment volvieron a discutir conceptos como «democracia capitalista», «colectivización» y «economía de mercado». Y como en la película de Wolfgang Becker, la trama se desenvuelve en un contexto de fantasía: un país donde el dólar baja, las acciones vuelan, los bonos se recuperan y la inflación retrocede de sus récords, pero que ya se habría sumergido en el default y la híper si no fuera por los salvavidas que le tiró el FMI, a regañadientes y forzado por Donald Trump.
La sorpresa de la semana para los empresarios fue ver a Marcos Peña derrotado por primera vez en una interna definitoria. Mauricio Macri terminó por desechar su consejo y el de Jaime Durán Barba para aceptar lo que le sugerían Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. Y ante todo su hermano de la vida, Nicky Caputo, quien le machacó la idea de «ampliar Cambiemos hacia el peronismo» durante largas partidas de pádel en Olivos a las que más de una vez se sumó su primo Toto, el expresidente del Banco Central..
Miguel Pichetto había sembrado algunas pistas: la más palpable, el jueves pasado, cuando reveló que en caso de balotaje entre Alberto Fernández y Macri votaría por la reelección del Presidente. Faltaban 72 horas para que Fernández se cruzara vía satélite con Sergio Massa en el aire de C5N y lo invitara a tomar el café que finalmente el renovador dejó enfriar un día más de lo conveniente. Ese día empezó a atisbarse no solo el salto definitivo del rionegrino al oficialismo sino también la retórica de la Guerra Fría que inundaría esta semana las charlas del poder. A Ernesto Tenembaum y María ODonnell, Pichetto les dijo que en una eventual segunda vuelta electoral optaría por el «espacio democrático», que identificó con «la continuidad de un gobierno que tiene una mirada capitalista, inteligente y responsable, aun con errores».
Entre Macri y Pichetto ya estaba casi todo cocinado ese jueves, pero la oportunidad para el anuncio la dio el paso en falso de Massa al estirar la especulación. El matrimonio con el rionegrino y la peronización de Cambiemos terminaron por opacar mediáticamente la meneada reconciliación entre los dos exjefes de gabinete de Cristina Kirchner. El mercado, como siempre, mezcló análisis con wishful thinking al sopesar ambos hechos: interpretó que el oficialismo recuperó la iniciativa política y se arrojó a un raíd alcista que no se veía desde el arreglo con los fondos buitres en 2016.
Calle Colombia
Tres bajas seguidas del dólar, a esta altura, alcanzan para envalentonar a cualquiera en la Rosada. La divisa apenas por encima de los $44 para el público llevó nuevos bríos al comando de campaña. La disparada de los bonos locales, además, devolvió el riesgo país al nivel de principios de año. Pero como advirtió ayer Claudio Lozano, el indicador del costo soberano local sigue siendo el segundo más alto de la región, solo superado por Venezuela. Frente a los 843 puntos básicos que festeja Macri brillan los 123 puntos de Perú, los 126 de Chile, los 241 de Brasil, los 249 de Bolivia y hasta los 553 de Ecuador, que también se vio forzado a firmar este año un programa standby con el FMI.
Los que hicieron volar la Bolsa, en rigor, no fueron pesos argentinos. El volumen operado -más de $1.000 millones anteayer solamente de acciones del Grupo Financiero Galicia, por ejemplo- reveló que hubo carteras pesadas de Wall Street que apostaron al pichettazo. La hipótesis que compró la Gran Manzana fue la que vendió Nicky: con Pichetto adentro no solo hay peronismo para ganar, sino también para gobernar. El problema es que se pusieron igual de eufóricos cuando asumió Toto. Entre la euforia y la depresión, aquella vez, pasaron apenas tres meses.
El Frank Underwood de cabotaje impresionó bien en abril cuando viajó a Nueva York. Y se muda al menos con media docena de senadores, según prometió. Es la garantía política que pide Christine Lagarde para estirarle a Macri los vencimientos impagables que heredará de sí mismo si es reelecto. La misma que querían los diplomáticos de la embajada estadounidense. Desde la calle Colombia también llegaron avales para el rionegrino que ganó su única elección ejecutiva en 1985, cuando fue electo intendente de Sierra Grande.
Con Pichetto, evalúan en NYC y en Washington, la reforma laboral y la previsional elevaron sus chances de ocurrencia. Ayer Dante Sica confirmó en un cóctel por el Día del Periodista que el Gobierno se propone ir por ambas en caso de ser reelecto. Aclaró que no necesariamente será por ley, porque los mismos gremios aceptarán parches por decreto y reformas de los convenios por vía de simples resoluciones en caso de que Macri obtenga cuatro años más en la Rosada. Los sindicatos lo admiten por lo bajo, pero a la vez se encolumnaron unánimemente detrás de la fórmula F-F. Prefieren discutirlo en las urnas antes que en las calles.
Los banqueros nacionales más poderosos, como los Brito y Eduardo Escasany, recibieron la noticia del binomio oficialista en La Mansión del Four Seasons, en otro brindis por el Día del Periodista con la prensa especializada. «Si le pedíamos diálogo a Macri está bien, no podemos criticarle esto», comentó Brito hijo. «La clave va a ser si se mantiene estable el dólar», apuntó el presidente del Banco Galicia, Sergio Grinenco. «Si llegan a las PASO con el billete a $45 tienen buenas chances de que les vaya bien», agregó.
El capital financiero, de todos modos, procura sus reaseguros. Así como se reencontró con Mauricio Macri para cicatrizar viejas heridas, tal como reveló este diario el viernes pasado, Brito padre almorzó a solas con Alberto Fernández, según confirmó el propio fundador del Macro a BAE Negocios. «Lo llamé justo el viernes anterior al sábado del anuncio de la fórmula en el video con Cristina. Cuando vi el video pensé que me cagaba y no venía, pero vino», contó entre risas. El candidato presidencial le pidió que le transmitiera a los fondos de inversión extranjeros su voluntad de pago de toda la deuda que contrajo Macri. «Nielsen es un genio», le dijo también, en alusión al exsecretario de Finanzas de Néstor Kirchner. «¿Va a ser tu ministro?», quiso saber Brito. Fernández le contestó que recién lo definirá si gana.
Cien problemas
En ese brindis de ADEBA, la banca local formalizó su declaración de guerra contra un enemigo al que hasta ahora había combatido con sordina: las llamadas fintech, financieras web, sin sucursales, que empiezan a proveer ciertos servicios financieros pero no están sujetas a la misma regulación que ellos por parte del Banco Central ni están obligadas a cumplir con el convenio colectivo de trabajo de los bancarios. La peor amenaza la ven en MercadoPago, la rama de MercadoLibre que no solo empezó a competir por la provisión de terminales de cobro con tarjeta a comercios sino que también permite a cualquier persona ahorrar en su cuenta y usarla como caja de ahorro, con la ventaja de que le paga un interés del 50% por el saldo depositado. Como un plazo fijo, pero sin plazos fijos.
El presidente de ADEBA, Javier Bolzico, puso el grito en el cielo. «Existen asimetrías en la regulación», dijo, y pidió «que la cancha no esté inclinada entre los proveedores» de servicios financieros. «Hay que darle las mismas condiciones para competir a todos los jugadores», reclamó, sin nombrar a MercadoLibre ni a su fundador, Marcos Galperín.
Galperín había compartido 24 horas antes la inauguración de su nuevo centro de distribución con Macri y con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El heredero de la curtiembre SADESA, que multiplicó la fortuna de su familia y construyó el marketplace más grande de Sudamérica, es modélico para el Presidente. Tanto que no pierde oportunidad de mostrarse con él y hasta echó de la AFIP a Alberto Abad cuando el ex recaudador osó cuestionar los beneficios impositivos que todavía usufructúa. La novedad es que también coincide con Pichetto. O por lo menos con sus categorías de pensamiento.
Al día siguiente de la inauguración con Macri de su propio depósito, en un evento muchísimo más pequeño y cerrado a la prensa, donde una startup dedicada a la cyberseguridad abría sus nuevas oficinas, Galperín dijo sin rodeos lo que realmente piensa. Primero se definió como «angustiado por este país». Y abundó: «El sistema que a mí me gusta, que es la democracia capitalista, está bastante cuestionado en el mundo. En Estados Unidos anda recontrabien, pero se puso bastante autoritario. Que puede que sea necesario, porque yo creo que el consenso no funciona cuando vos sos una democracia que tenés que rendir examen cada dos años y tenés que competir con otros que no».
Según expuso Galperín junto al fundador de esa empresa de cyberseguridad, «el problema es todo el marco laboral». Con estas reglas y con estos gremios, dijo, «cinco empleos son cinco problemas y cien empleos son cien problemas». Por eso, a su juicio, «nadie quiere crear empleo en Argentina».
¿Habrá que prohibir los sindicatos? ¿Restringir la negociación colectiva? ¿Reprimir los reclamos de recomposición salarial? Es todo un debate para el neopichettismo. Quizás sea ésa su definición de «democracia capitalista».
Fuente: BAE