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Dancing en el Titanic

Por Alejandro Bercovich

-No tengo un mango para nada. De esos incentivos olvídense. La recaudación sigue cayendo en términos reales. ¡Estamos bailando en la cubierta del Titanic!

Los bodegueros escucharon azorados la metáfora que soltó sin anestesia el ministro de la Producción, Dante Sica. Fue justo antes de Navidad en el viejo edificio de la Secretaría de Industria, donde unos 40 empresarios vitivinícolas participaban de la mesa de competitividad del sector. La evocaron dos de ellos ante BAE Negocios el fin de semana pasado, en Mendoza, entre los vahos etílicos de una fiesta de la Vendimia plagada de reproches por la caída del consumo y de las exportaciones.

Desde entonces, la situación productiva no paró de empeorar. Lo admite el propio Sica, a quien los empresarios no solo le reconocen franqueza sino también solvencia técnica, a diferencia de lo que ocurría con su antecesor, Pancho Cabrera. El «latin lover», como apodó Macri a Cabrera luego de que las revistas del corazón lo fotografiaran con Juanita Viale rumbo a Punta del Este, llegó incluso a acusar de «llorones» a los industriales. Sica sería incapaz de tal crueldad.

Lo que empieza a horadar igual la relación cordial que Sica supo tejer con el empresariado es el paso del tiempo y la persistencia de ese «momento Titanic». A mediados del año pasado, cuando recibió por primera vez como ministro a la Junta Directiva de la Unión Industrial Argentina, les aclaró que jamás habría aceptado el cargo si le hubieran dicho que las tasas de interés seguirían tan altas un semestre después. «¡Si creyera eso me voy a laburar a un banco!», bromeó.

En septiembre lo ratificó en un reportaje con radio Mitre: «Es claro que una tasa del 60% (anual) es incompatible con tener inversiones productivas, pero tenemos que entender que es una tasa de compromiso para frenar la crisis», dijo. Ayer, seis meses, después de aquella entrevista y ocho meses después de la reunión con la UIA, la tasa de interés tocó el 64% anual.

El presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, también eligió la Vendimia para sincerar las restricciones que encorsetan el Gobierno. «Hay que elegir entre que se dispare el dólar o una tasa alta», admitió ante este diario. Y apuntó sin eufemismos contra el expresidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, a quien culpó por la corrida que a su juicio terminó por generar la bola de nieve de las Lebac: «Que haya títulos del Central en manos de particulares nacionales y extranjeros es un disparate».

González Fraga amagó varias veces con renunciar por decisiones de Hacienda como la de exigirle que financie al Tesoro con 15.000 millones de pesos en el Presupuesto 2019, o que frene el otorgamiento de créditos para no expandir el circulante de dinero. Pero no se priva de aventuras políticas como la que acaba de emprender en Santa Fe, donde compró un pliego para competir con los Eskenazi por el contrato como agente financiero de la provincia. ¿Y si finalmente gana y el Nación pasa a manejar la palanca de los pagos a jubilados y empleados públicos santafesinos y del giro de la coparticipación provincial, justo mientras el gobernador socialista Miguel Lifschitz se juega a un armado opositor con Roberto Lavagna?

Bolas y bolitas

Nicolás Dujovne piensa lo mismo que González Fraga sobre las Lebac. Pero, como el jefe del Nación, cree que con las Leliqs no va a pasar lo mismo. Una certeza sobre la que el mercado empieza a dudar, como advirtió anteayer un despacho de Reuters firmado por Gabriel Burin y titulado «El nuevo riesgo argentino de un billón de pesos: la creciente deuda en Leliqs».

Banqueros alineados con el Gobierno como el CEO del HSBC, Gabriel Martino, admiten por lo bajo que el riesgo existe. Y que lo que gatilló la disparada del dólar a $43,50 del jueves pasado fue salida del país de fondos grandes que habían vuelto a la bicicleta del carry trade pero que, con tasas de menos del 50% anual, se van. Y no vuelven más.

En la City estiman que solamente durante la gestión de «Toto» Caputo, la bicicleta financiera les reportó a los grandes bancos de Wall Street una ganancia de 15.000 millones de dólares. Es la contracara del segundo balance en rojo de su historia que presentó esta semana la alimentaria Arcor, correspondiente al ejercicio 2018. El anterior -y único hasta ahora en sus 67 años de vida- había sido el de 2002.

Anoche, la poderosa Asociación Empresaria Argentina ( AEA) reunió a su comisión directiva en un cónclave más hermético que lo habitual. A su presidente, Jaime Campos, le cuesta cada vez más mantener la cohesión del grupo o redactar un comunicado conjunto de sus socios. Entre ellos conviven el sufrido jefe de Arcor, Luis Pagani, y el de la hilandera TN Platex, Teddy Karagozian, resignados ya a que no encontrarán soluciones mientras Macri se mantenga en el poder, y los dueños de Clarín, Héctor Magnetto, y de La Nación, Fernán Saguier, los más firmes sostenes políticos del Presidente al interior del establishment.

Houston, tenemos un problema

La esperanza de los industriales grandes es que Roberto Lavagna logre terciar en la polarización entre Macri y Cristina Kirchner. El exministro hablará el miércoles próximo en Córdoba invitado por la Fundación Mediterránea y entusiasmó también a la platea rural en Expoagro, donde le abrieron las tranqueras las reuniones discretas que antes había mantenido con sus organizadores, los dueños de multimedios que apoyan a Macri pero prefieren tener un plan B.

Algo que llama la atención de Lavagna es que, aunque confirma en privado a empresarios y sindicalistas que su candidatura a presidente está firme, todavía no tiene equipo de campaña. A Expoagro llegó por sus propios medios y sin que le hayan cobrado siquiera viáticos los dos colaboradores que lo acompañaron, Armando «Melena» Torres y Rodolfo Gil. Los dos son miembros del selecto grupo de whatsapp que anima Lavagna con el título «Salgamos», el lema que el exministro eligió como contraposición a «Cambiemos».

Otro de los incondicionales que le organiza reuniones a Lavagna es un viejo operador y funcionario de su equipo, el abogado Leonardo Madcur. Una señal de la preocupación que causa Lavagna en el oficialismo es que en las catacumbas de la inteligencia oficial y paraoficial, expuestas con bastante detalle esta semana por el juez Alejo Ramos Padilla, ya tomaron nota de dos datos acerca de él. El primero, que Madcur es íntimo amigo de la familia de Damián Stefanini, un financista que desapareció misteriosamente cuatro años y medio atrás y que antes le había transferido 150 mil dólares al extinto fiscal Alberto Nisman. El otro, que en su San Juan natal acaba de ser condenado en un juicio abreviado otro Madcur, Eduardo Monir, por haber sido detenido sin licencia y con estupefacientes y haber intentado coimear a los policías que lo apresaron.

Si bien Lavagna es quien pone más nerviosos a los estrategas de campaña del oficialismo, el fantasma que agitan sus principales espadas en el exterior es otro: Cristina Kirchner. Lo hizo Gustavo Lopetegui en Houston, donde habló ante poderosísimos CEOs del mundo petrolero como si lo hiciera ante fiscales del PRO en San Isidro: sin medirse. Fue en la CERAWeek, un seminario top al que solo acceden jeques y magnates, donde dio a entender que si Macri pierde las elecciones volverá a administrar la Argentina un populismo inviable y expropiador. Un discurso súper atractivo para los inversores a seis meses de los comicios. Casi tan atractivo como una invitación a bailar en la cubierta del Titanic.

Fuente: BAE