| Violencia en San Martín

Cuidacoches, mafias callejeras y la siempre presente complicidad policial

El caso del joven noqueado en San Martín tiene otra trama. La supuesta complicidad policial para autorizar a los grupos que cobran a los automovilistas. Vínculos con las barras de los clubes.

Abelik, el acusado de golpear al otro joven.

Abelik, el acusado de golpear al otro joven.

Ahí están. Son ellos. En las playas. En los parques. En las canchas. A la salida de los recitales. Algunos van cayendo con la oscuridad de la noche, buscan perderse en el submundo del vicio. Aunque intentemos ignorarlos y a veces esquivarlos, están ahí y son parte del paisaje. Las luces de los autos los vuelven visibles y se apagan, generalmente, con la salida del sol.

Para Leyto, como le gusta ser llamado, la tragedia no es una novedad. La desgracia ya lo había tocado de cerca, exactamente once años atrás cuando un mismo y maldito 16 de enero, un accidente de tránsito que le provocó una fractura de cráneo, casi acaba con su vida.

La historia de coyuntura ya es conocida. Leonel Biasutti fue a bailar a un boliche de San Martin. Una cuidacoches le pide plata por un servicio que el automovilista no pidió. Y entre la negación de pagarle, y la ley de la selva que la calle genera, se acercan dos hombres, que saludan a la mujer, y uno de ellos, de repente, golpea en la cara a Biasutti, que terminó con fractura de mandíbula y de la órbita del ojo.

Además recibió cinco puntos de sutura en la nuca por el golpe que se pegó contra el asfalto al caer de espaldas, completamente noqueado. Estuvo internado, y ahora espera en su casa a que lo operen en el hospital Bocalandro.

Una cámara de seguridad, perteneciente a un boliche, registró el ataque protagonizado por Fernando Jorge Abelik, que podría haber terminado en muerte. Una agresión por demás injustificada que despertó la condena social en la mirada de los otros.

Una vez identificado y encarcelado, se conoció mediante las redes sociales, que el golpeador da clases de artes marciales, le gustan las armas y fotografiarse con rifles. Allí Abelik, es conocido como barrabrava y se jacta públicamente de su brutalidad.

El golpeador es empleado municipal de San Martín, al igual que su padre, su madre y su hermano. Una situación supuestamente desconocida por el intendente reelecto de San Martín, Gabriel Katopodis, según sus dichos. El mismo intendente reconoce que hay cuidacoches que podrían tener apoyo de la policía.

El agresor, se desempeñaba en el área de División y Señalamiento y cobraba alrededor de 5 mil pesos al mes. Fue llevado a declarar a la fiscalía. Se lo acusa de delito de lesiones graves, por lo que podría recibir una pena de prisión efectiva.

La familia del acusado sostiene que no es cuidacoches, que la noche de la agresión había ido a tocar la batería con un grupo de amigos y que al salir del local vio la pelea entre Biasutti y la mujer cuidacoches. Aseguran que el joven la insultaba y que por eso la golpeó. Esa fue la versión que dio en la Fiscalía.

Más allá de este hecho, se dispara la pregunta sobre cuánta relación hay entre la política, las barras y las agresiones. Y sobre quién regula esta actividad que va in crescendo y que genera cada vez más rechazo que aceptación.

Las imágenes son contundentes. La realidad demostró que ésta vez, la justicia a cargo de la Dra. Gabriela Pesichini Marco, intervino 10 días después gracias al registro de una cámara de seguridad y es la única prueba hasta el momento. Los trapitos vuelven a salir a la superficie. Se habla de ellos. Se los acusa, juzga y señala, pero no alcanza. Claro está que la “colaboración” ya quedó para la gilada.