Por Rodolfo Palacios.
En el hampa es una regla de oro: si estás metido en un asunto pesado, no le cuentes nada a tu mujer. Las femme fatale no sólo aparecen en el cine negro. “Cherchez la femme” (“busquen a la mujer”), es la máxima de los detectives franceses. Algunas son despechadas y delatan a sus maridos por venganza. Otros, simplemente, lo hacen porque no pueden vivir con la culpa o manteniendo un secreto oscuro.
El caso más reciente es el de Mónica Acosta. El 9 de diciembre, la mujer denunció la misteriosa desaparición de Oscar Nakazato, asesor radical y dirigente de fútbol infantil. El hombre apareció hace pocos días. Su mujer lo convenció para tener un encuentro en Retiro. Lo que él no sabía que la reunión era monitoreada por la Policía.
“No lo traicioné, yo hice lo que debía”, dijo la mujer. Nakazato se había gastado en varios casinos los 80 mil pesos que debían ser destinados en la compra de trofeos. Acosta no actuó por despecho. “Lo hice por la dignidad y la verdad. Es duro esto, pero hay que actuar bien en todo momento”, explicó.
“No tiene límites ni escrúpulos. Me di cuenta de que estaba viviendo con un monstruo. No soy una despechada”. Esa frase define los motivos que llevaron a Viviana Vitali a delatar a su ex Rodolfo Bomparola, a quien acusó de venderle cocaína a un grupo de famosos. Vitali vivió un tiempo con su pareja para juntar más información y desenmascararlo. En los procedimientos, que comenzaron el 27 de noviembre, detuvieron a diez personas, entre ellas a Bomparola, y se secuestraron unos ocho kilos de cocaína.
La mujer era testigo de identidad reservada, aunque desfiló por los canales de televisión. Fue una situación similar a la de Alicia Di Tullio, la mujer despechada que delató a la banda que el 13 de enero de 2006 robó 15 millones de dólares del banco Río de Acassuso. Di Tullio era la mujer de Rubén Alberto de la Torre, uno de los ladrones. Se supone que enfureció porque pensó que él iba a dejarla por una amante más joven. Acusó a los cinco delincuentes que tiempo después fueron condenados por el asalto. Es más, dijo que su ex escondió 600 mil dólares en la heladera. Cuando los fiscales le mostraron la foto de los asaltantes, ella informó con precisión el rol que cumplió cado uno en un plan que no fue perfecto.
A seis años del golpe, Di Tullio vive en Buenos Aires y prefiere no hablar del tema. “No quiero hablar más de esto. Ya está, creo que la gente me olvidó. Yo viví un calvario. No actué por celos ni por venganza. La banda iba a caer igual, aunque yo no hablara. No eran unios genios, cometieron muchos errores. No fue culpa mía”, le dijo a CyR.
“No es así. Si ella no hubiese hablado, es muy probable que nadie hubiera caído. Las mujeres son la perdición de los delincuentes. La mejor manera de no echar a perder un plan es no enamorarse. Jamás se me pasó por la cabeza contarle a una mujer que estaba por cometer un robo grande”, le dijo a CyR Julián Zalloechevarría, uno de los ladrones que el 13 de enero de 2006 robó el banco Río de Acassuso.
Otra mujer que habló y contó todo ante la Justicia es Laura Muñoz , la ex esposa de Alejandro Vandenbroele. Denunció que su ex marido era testaferro del vicepresidente Amado Boudou. “Tengo pruebas”, dijo Muñoz. A veces, una mujer puede ser más letal que el mejor de los investigadores.