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CFK, New York, New Yorker

Por Román Lejtman

Meses antes de viajar a New York, donde participaría en la Asamblea de Naciones Unidas y en una ronda de conversaciones con poderosos banqueros de Wall Street, Carlos Menem pagó una coima de u$s 400.000 para tener su versión del ataque terrorista a la AMIA. El guión fue escrito por los servicios de inteligencia y protagonizado por Carlos Telleldín, bajo la dirección del exjuez federal Juan José Galeano. Cuando el presidente argentino arribó a Manhattan, pudo asegurar que la AMIA tenía una pista local, descartar la participación clave de Irán y Siria y sepultar su directa responsabilidad política en un atentado fundamentalista que causó 85 muertos.

Cristina siempre pensó que entendía de geopolítica y relaciones exteriores porque hojeaba El País de Madrid y miraba la revista New Yorker. Medios emblemáticos de España y Estados Unidos, aspiracionales en la clase media, sus firmas son influyentes y su información establece agenda en los despachos del poder. Citar a El País y New Yorker, si leíste a fondo sus notas, concede prestigio. Caso contrario, es una tilinguería política.
Hace años que CFK combate a El País de Madrid, por su perspectiva crítica del gobierno peronista, y siempre soñó con protagonizar la investigación de fondo de New Yorker, que en su jerga periodística se llama A reporter at large. Esta semana, la Presidente cumplió su sueño de protagonizar la nota estelar de New Yorker, escrita por Dexter Filkins, un reconocido periodista que viajó dos veces a Buenos Aires para producir un largo artículo destinado a lectores sofisticados que tienen un fuerte preconcepto sobre la Argentina y sus instituciones.

La tilinguería de Cristina abrió las puertas a Filkins, que pudo mantener extensas entrevistas con funcionarios, diputados, exministros, abogados y periodistas, y coronar finalmente su pesquisa con un reportaje mano a mano con la presidente argentina. Ni un solo testimonio oficialista contó la verdad de los hechos referidos a la causa AMIA y a la muerte del fiscal Alberto Nisman, pero fueron aún más sorprendentes las declaraciones de CFK, que presentó una historia amañada sobre el Memo con Irán y su presunta decisión de promover justicia ante las consecuencias irreparables de la tragedia en la mutual judía.

CFK montó un show off durante la entrevista que concedió al periodista Filkins, editó su propio reportaje como si fuera un clip para una tanda de Fútbol Para Todos, y anticipó la salida de la nota ‘A deadly conspiracy in Buenos Aires?’, a través de su cuenta oficial en Twitter. La revista más reconocida en Estados Unidos es manipulada por cuenta y orden de Balcarce 50, que tiene una capacidad innata para transformar el periodismo independiente en una pieza de campaña electoral.

La sección ‘A reporter at large’, trabajada durante semanas por Filkins, pretende ser usada por Cristina para iniciar su último desembarco en New York como Presidente de la Nación. Por eso concedió la nota y después ordenó su repetición en todos los medios oficiales y paraoficiales del gobierno. CFK cree que la nota es a su favor, pero incurre en un error manifiesto: el lector de New Yorker confirmará que la administración kirchnerista manipuló evidencia, malversó fondos públicos y que aún no puede explicar por qué Cristina avaló un acuerdo con Irán que podía permitir la impunidad de los eventuales terroristas que atacaron a la AMIA.

Cuando CFK aterrice en Manhattan ya se habrá iniciado el juicio oral contra Menem, Galeano, Telleldín y otros implicados por encubrimiento de la pista siria y pago de coimas. El expresidente peronista asegura que es inocente, que investigó hasta las últimas consecuencias y que está al margen de los u$s 400.000 que la SIDE pagó a Telleldín y su entorno. Sin dudas, una mentira imposible de defender en un juicio justo.

Menem nunca leyó New Yorker. Prefería El Gráfico, que estaba en español y traía fotos espectaculares con personajes que conocía sin necesidad de consultar un diccionario.

Fuente: El Cronista.


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