En contraste con el Siglo XX corto de Hobsbawm que abarca desde el año 1914 hasta el fin de la era soviética, podemos ver al 2016 como un año largo, que se inició el 10 de Diciembre con la asunción de Mauricio Macri a la presidencia. Ese día también asumió su gabinete. «El mejor equipo en los últimos 50 años» dijo unos días antes cuando lo presentó en el Jardín Botánico. Algo que el presidente no tuvo en cuenta fue que en los últimos 50 años, o al menos en los últimos 30, con el nombramiento en 1986 del gabinete de la noruega Gro Harlem Brundtland, compuesto casi en paridad por hombres y mujeres, se dio inicio a la búsqueda de balancear la representación de género en los gabinetes de todo el mundo. Casos como los de Michelle Bachelet en 2006, el español José Luis Zapatero en 2004 y 2008, y el más reciente de Justin Trudeau en Canadá dan cuenta de ello.
En Argentina, si bien nunca hemos llegado a la paridad en los gabinetes, (lo más cerca que estuvimos fue con el gabinete del primer gobierno de Cristina que llegó apenas a un 25% de representación femenina), en el de Mauricio Macri las mujeres brillan por ausencia. Sólo 3 ministras de 22 (un 13,6%) son mujeres: Patricia Bullrich (Seguridad), Carolina Stanley (Desarrollo Social) y Susana Malcorra (Relaciones Exteriores y Culto), y ninguna de ellas tiene perspectiva de género.
El 14 de Diciembre, Macri decidió nombrar por Decreto en comisión a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrant, quienes finalmente juraron en Junio y Agosto respectivamente. Si bien las vacantes se habían generado por las renuncias de Raúl Zaffaroni y Carlos Fayt, un amplio arco de actores, desde sectores del Frente para la Victoria, el Frente Renovador y Proyecto Sur, hasta diversas ONGs y la Asociación de Mujeres Juezas de la Argentina (AMJA) pedía la integración de al menos una mujer, dado que desde la muerte de Carmen Argibay en Mayo de 2014 la Corte cuenta sólo con Elena Highton de Nolasco. El paso de ambas por la Corte Suprema muestra la importancia de la representación de género en lugares de poder. Highton creó la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) y Argibay la Oficina de la Mujer (OM).
A pesar de la miopía del presidente en esta cuestión, y quizá también un poco en respuesta a ello, el movimiento de mujeres -y con él todo el espectro más amplio al que le abre sus puertas el feminismo- se hizo cada vez más visible este año. La reedición de la marcha del 3 de Junio bajo el lema «Vivas nos queremos», el 31° Encuentro Nacional de Mujeres, el más concurrido desde su creación en 1986, el 1° Paro Nacional de Mujeres seguido de movilización el 19 de Octubre, y finalmente la marcha por el Día Internacional Contra la Violencia de Género del 25 de Noviembre fueron contundentes, masivos y lograron captar la atención de los medios. Así, a partir de la marcha del 3 de Junio del año pasado se inició un proceso que podría comenzar a caracterizarse como la formación de un nuevo movimiento social. En él pueden comenzar a vislumbrarse algunas de las características que las teorías presentan para definir al movimiento como tal: la búsqueda de transformaciones sociales amplias mediante la visibilización y lucha contra la violencia machista, una identidad común entre sus participantes, principalmente a través de la articulación del Colectivo Ni Una Menos con más de 50 organizaciones que participan semanalmente de una Asamblea Abierta Permanente, y la protesta como estrategia predominante.
La miopía del presidente en cuanto a la igualdad de género no se trasladó al ámbito legislativo. Gracias al impulso de numerosos legisladores, y especialmente legisladoras, que fueron más receptivos a estos cambios sociales, fueron presentados numerosos proyectos de paridad política.
A nivel nacional la paridad fue víctima del tire y afloje entre el oficialismo y la oposición. El 19 de Octubre -el «Miércoles Negro» en el cual las mujeres colmaban la Plaza de Mayo- mientras que el Senado daba media sanción a un proyecto que buscaba establecer la paridad en las listas legislativas nacionales y de autoridades partidarias, en la cámara baja se trataba paralelamente la reforma electoral, en la cual ya se había incluido una cláusula de paridad. El proyecto de reforma se cayó a fines de Noviembre, producto de la oposición a su tratamiento de un sector del FPV en el Senado. A partir de esto varias diputadas de diversos partidos (FPV, Frente Renovador, Libres del Sur y Movimiento Evita) intentaron, sin suerte, ingresar el tratamiento del otro proyecto anteriormente aprobado por el Senado hasta el último día de sesiones ordinarias.
A nivel provincial en Santa Fe ocurrió algo similar. El 20 de Octubre la paridad fue aprobada por la cámara de Diputados provincial, pero a la fecha la cámara de Senadores no ha tratado el proyecto. Finalmente corrió con más suerte en la Provincia de Buenos Aires y Salta. Promulgada el 5 de Octubre y el 9 de Noviembre respectivamente, estos casos exitosos de paridad política se sumaron a la reformas ya existentes en las provincias de Córdoba, Santiago del Estero y Río Negro.
El 2016 fue un año largo. Sin duda fue un año de grandes avances en la lucha por la igualdad de género. Quizá el principal sea la puesta en agenda del tema en la Argentina y en todo el mundo. Pero también fue un año de terribles baldazos de agua fría. En Argentina el número de femicidios no sólo no se ha reducido, sino que además en muchos casos han sido más cruentos que nunca. En Brasil la destitución de Dilma Rouseff fue seguida por la conformación del gabinete de Temer, el primero desde la dictadura compuesto íntegramente por hombres. En los Estados Unidos la derrota de la primera mujer con fuertes posibilidades de ocupar la presidencia por primer vez en la historia fue en manos de un expreso misógino. El segundo sexo pisó fuerte en 2016 pero parece que para llegar a las cúpulas -y mantenerse allí- todavía hacen falta muchas batallas. Y unos cuantos anteojos.
Fuente:Bastión Digital.