Durante casi 20 meses hemos exigido la necesidad de cambios que previnieran otra tragedia como la del 22 de febrero de 2012. Ese día, nueve años de corrupción y negociados entre funcionarios de este Gobierno y empresarios nos arrancaron a 52 inocentes. Recién ahí, y sin asumir su responsabilidad en esas muertes, el Poder Ejecutivo comenzó con algunas mejoras. Víctimas, usuarios y trabajadores advertimos muy firmemente que lo hecho en este tiempo no alcanzaba. La realidad nos ha dado la razón en junio en Castelar, y ahora una vez más en el maldito andén 2 de la terminal de Once, en una nueva tragedia. Y la definimos de esa manera porque aún sin víctimas fatales, es lo que sucedió este sábado 19 de octubre.
No son necesarios cadáveres para vivir un desastre.
Es una tragedia sentir que tanto trajinar arrastrándonos por el dolor no alcanza para evitar que otro sufran lo que vivimos desde hace más de un año y medio.
Los hechos luctuosos no preguntan si queremos o no que sucedan. O se los previene o nos golpean crudamente. Y el andén 2 volvió a ser escenario de otro golpe a la seguridad.
Es una tragedia viajar de la manera que se viaja, es una tragedia depender de la suerte y no estar amparados por una estructura que prevenga un desastre.
Como ejemplo, valga lo sucedido con cuatro maquinistas expuesto en los medios de comunicación durante los últimos meses: la conducta repudiable de esos malos trabajadores fue mostrada por cámaras de cabina. Cada uno de nosotros condenó firmemente la actitud de aquellos que jugaron con la vida de los pasajeros. Y pedimos las sanciones correspondientes.
El control posterior es importante, y no vamos a negarlo, pero más importante es la prevención, porque de nada sirve lamentarnos en lugar de tratar de evitarlo.
Seamos claros: una cámara que graba no previene, sino que sirve sólo como método para comprobar una falta grave y sancionarla. Se debe rechazar, denunciar y sancionar a quienes nos exponen en cada viaje, de ello no hay duda, pero sin creer que todos son iguales.
La cámara esclarece lo ocurrido, ni lo subsana ni permite corregir una conducta desaprensiva con la vida en el mismo momento en que esta ocurriendo.
Pero además, ni de una ni de otra manera debiera servir como método para crear un discurso de para intentar hacer creer que son todos iguales.
Por unos pocos, se cree que todos son malos, y eso es una mentira flagrante que genera una guerra entre trabajadores y usuarios, todos víctimas de un sistema perverso, mientras los verdaderos responsables de las catástrofes nos miran por televisión desde sus despachos.
Eso es lo que generó un experto en tratar de deslindarse de lo que le toca en momentos trágicos. Su nombre es conocido por todos: Florencio Randazzo, responsable político de todo lo que suceda en su área, la de Transporte.
Es el mismo que eligió pintar vagones y colocar plasmas, en lugar de, por ejemplo, instalar el sistema automático que detiene a un tren que pasa una señal a mayor velocidad de la permitida. Ello hubiese evitado todo el dolor al que nos llevo la inacción de este Gobierno.
Al ministro “lo tienen harto” los trabajadores que luchan por lo que consideran justo amparados por sus derechos como trabajadores que el ministro parece ignorar.
A los ciudadanos de a pie, en cambio, nos harta ver declaraciones altisonantes en lugar de acciones que prevengan desastres, nos hartan los negociados del gobierno con las empresas concesionarias de los servicios.
Nos harta ver la gira del ministro por China hablando de los trenes mientras, acá hacinamiento cotidiano es insufrible.
Nos hartan las campañas de prensa armadas por voceros del poder para desarticular o poner en duda la inclaudicable lucha de los familiares.
Nos harta que el Gobierno pretenda olvidarse que todo lo que pasa sobre las vías es su responsabilidad. Sea en las estructuras, o con el personal que presta servicio, porque todo depende del Ministro del área.
Justicia no es sólo ver a los responsables de las tragedias tras las rejas: justicia también es viajar seguros y no padecer un servicio público.
Pero para sus operaciones de prensa, Randazzo cuenta con la inestimable compañía de otros genuflexos del poder que sin el mas mínimo empacho, y lo que es peor sin pruebas, adjudican irresponsablemente lo sucedido al terreno de un atentado pre-electoral. Supondran que hay brigadas suicidas de ferroviarios, queriendo inmolarse arrastrando a la muerte a inocentes. O que hay quienes envían a una catástrofe a sus propios compañeros dejando circular trenes sin seguridad.
Este Gobierno se ufana de su respeto por la Justicia, pero mientras tanto arroja públicamente acusaciones sin fundamento, e intenta crear realidades en las que ellos siempre salen indemnes, mirando para otro lado, como es su costumbre.
Volvemos a reiterar que jamás estaremos en contra de mejoras que hagan del servicio de trenes lo que los usuarios se merecen. Al día de hoy, y a excepción del cambio de vías, son sólo anuncios y cambios superfluos y no de fondo. No vamos a negarlas cuando sean una realidad palpable y concreta. No somos como ellos. Para los funcionarios la realidad es lo que les gustaría que sucediera, no lo que efectivamente pasa. Esa es su manera de ver la vida del país.
Son muchos los testimonios de testigos que señalan que el sábado último el tren no frenaba bien y las puertas no pudieron abrirse rápidamente generando un pánico indescriptible entre los pasajeros.
Las ventanas estaban selladas y los usuarios tuvieron que romperlas para bajar. ¿Eso es viajar bien y seguros? ¿Es eso revolución ferroviaria, ministro Randazzo?
Nosotros sí fuimos, somos y seremos respetuosos de las investigaciones y no vamos a apresurarnos a dictaminar o deslindar responsabilidades. Esperamos que el juez Lijo trabaje con rapidez y eficiencia, que no sea permeable ni a las presiones corporativas ni del poder político. Que las responsabilidades queden bien claras porque la sociedad lo necesita. Sean las de quién sean. Y que el castigo sea ejemplar para quien la justicia encuentre responsable de lo ocurrido.
El domingo todo el país elegirá la nueva conformación del Congreso Nacional. Los que dejaran sus cargos, se van en deuda con nosotros. Nunca se trataron los proyectos e asistencia integral, ni la conformación de una Comisión bicameral para control de las obras.
Esperamos que los nuevos legisladores puedan trabajar de cara a las necesidades de los trabajadores y usuarios de los ferrocarriles.
Ya no hay excusas, son 55 muertos y más de mil heridos, y millones de argentinos los que están esperando que trabajen en conjunto, trazando una política de Estado que haga resurgir al ferrocarril y pueda atender a todas las victimas desamparadas por el Gobierno Nacional.
En tanto, tendremos que rogar no sufrir otro desastre previsible y esperar el esclarecimiento total de lo ocurrido en esta estación y en Castelar.
La justicia deberá investigar en tiempo y forma, los trabajadores asumir sus responsabilidades sin dejar nunca de denunciar las irregularidades ni de pelear por sus derechos. Los usuarios deberán exigir el servicio que se merecen. A los familiares de víctimas y heridos nos toca todo eso y más, mientras esperamos que el Tribunal Oral federal 2 ponga de una buena vez la fecha de inicio al juicio que todos esperamos.
Revivimos cada día la tragedia que nos destrozo la vida y quedamos nuevamente en carne viva cada cuando se repiten las desgracias.
El sábado pasado la realidad nos golpeó con otra, la cuarta en dos años. Más dolor para una Argentina que sigue sufriendo sobre las vías.