| Panorama judicial

Sólo falta la foto del abrazo Olmos-Angelici

Los presidentes del Consejo de la Magistratura y de Boca Juniors son los grandes armadores de la Justicia porteña. Revitalizan un acuerdo peronista radical que se remonta hasta 1983.

El abrazo de Mauricio y Cristina fue la foto política de la semana.

El abrazo de Mauricio y Cristina fue la foto política de la semana.

Por María Justina Anglada.

El abrazo de la presidenta Cristina Kirchner y del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri no sólo es la foto de la semana por las consideraciones políticas que conlleva sino porque en esos largos brazos extendidos hay un puente trabajosamente hilvanado, extenso y ancho, que cubre infinidad de aristas.

Algo que debería ser natural como el encuentro protocolar de un Alcalde y un Jefe de Estado para cortar unas Cintas, o hasta para una reunión de trabajo, ahora cobra una relevancia inusitada después que florecieran durante los últimos diez años montescos y capuletos en cada cuadra y parroquia.

Esos brazos extendidos por los que -especulan los analistas políticos- pasarían alquimias políticas y efectividades conducentes tiene también su capítulo en la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, que pausada pero empecinadamente avanza para hacer operativas las instituciones que imaginaron los preclaros arquitectos-constituyentes de la nueva ciudad Estado.

El presidente del Consejo de la Magistratura, Juan Manuel Olmos, operador del secretario Legal y Técnico Carlos Zanini en la Justicia, ha sido un entusiasta consecuente que desde hace muchos años con astucia política y trabajo dedicado ha ido modelando los cimientos de una estructura que imagina perdurable y que -como en la Nación-  genere sólidas avenidas de ida y vuelta para que la Justicia pueda también aquí espiar sobre la venda de los ojos cuando la “Razón de Estado”  lo requiera.

Qué relación guarda “el abrazo de la Ilia” con la Justicia porteña es un intríngulis difícil de explicar para quienes no habitan los pasillos tribunalicios locales; al fin no hay nombres mediáticos, ni casos rutilantes, ni jueces o fiscales desfilando por la TV. Guarda el estilo recoleto que otro de sus arquitectos supo darle, Santiago de Estrada, cariñosamente llamado “el Obispo” precisamente por ese secretismo tan caro a la Curia.

Por eso, la salida de Germán Garavano como máximo responsable del Ministerio Público en la ciudad fue un hecho casi inadvertido, apenas unas líneas en las secciones locales o un título menor a pie de página; un poco reverberado luego cuando apareció de modo controvertido el nombre de su sucesor, Martín Ocampo objetado por supuesta “parcialidad política”.

Quienes transitan los pasillos del foro porteño señalan quizá de modo un poco exagerado que el reemplazo de Garavano -que había cumplido el mandato que fija la Constitución- fue el fin de la ilusión para crear en la principal ciudad de la Argentina una Justicia independiente y prestigiosa, renovada de los vicios del fuero federal.

Garavano, un hombre de prestigio intelectual, considerado un técnico sin mayores lazos políticos, representaba la idea del magistrado profesional, equilibrado y razonable, de diálogo pero no comprometido y un molde para diseñar una Justicia digna.

La decisión de proponer el nombre de Ocampo, un hombre con actividad política previa –fue legislador por el Pro- abrió la puerta a la politización del foro porteño donde el nuevo fiscal es solo una pieza.

“Se puso todo arriba de la mesa”, cuenta uno de los hombres que formó parte de largas tertulias nocturnas que forjaron los acuerdos, y como si parangonáramos a Yalta se designaron territorios, se demarcaron límites, se distribuyeron espacios; se colocó primero la banderita de las fracciones proponentes y finalmente se rellenaron los nombres.

“Se tuvo en cuenta el interés de la Ciudad y el funcionamiento de la Gestión Pública”, dicen los negociadores. Ahí parece que los gobernantes no tienen diferencias políticas o ideológicas y saltaron sobre el declamado progresismo de unos y los señalamientos de liberalismo reaccionario para otros. En este punto los unos y los otros se lamentan de “la máquina de impedir” y de la “industria del amparo” (que ya CFK se ocupó de señalar).

El “síndrome Gallardo” (por el juez Roberto Gallardo) famoso -quizá el único- por sus posturas destempladas y entrometidas sobre el barco-casino, los soterramientos y hasta el cartel de Coca Cola frente al Obelisco, se zanjó con el creciente rol de las Cámaras de Segunda Instancia que limita los poderes del primer escalón y donde la voluntad acuerdista dejó conformes a todos con un reparto salomónico de cargos.

Recorrieron de punta a punta y varias veces el organigrama local repartiendo espacios que incluyeron no sólo juzgados sino las instituciones del Ministerio Público -donde los radicales hicieron su agosto –  y del Consejo de la Magistratura. La mano que desde el 83 al presente mueve los hilos del verdadero poder yrigoyenista continúa teniendo la precisión de un cirujano para rematar esas operaciones que construyeron su casi mítico perfil.

“Se repartieron todo”, se queja amargamente un diputado progresista que barrunta el dolor de haber sido y ya no ser. Ahora se explica el despliegue inusitado de seguridad que ofreció Prefectura al cumpleaños del presidente de Boca Juniors Daniel Angelici. “Vio como empieza la película de Coppola -agrega- con el casamiento de la hija de El Padrino….bueno, parecido”.

Los grandes ganadores son los K y la UCR-Pro, en tanto que los Pro-peronistas navegan desorientados a  lugar a la luz de la nueva geografía K-peronista / Pro-radical mirando con un ojo al Delta.

La Justicia porteña sumó entonces su aporte para la foto-oportunity más mentada de estos días. El barrio de la Boca es la nueva Meca de la Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dice un ministro porteño haciendo referencia a los nuevos «dueños» del Foro local. Los muchachos de barrio, “lúdicos” y con picardía de potrero se pasean ahora por las alfombras que antes habitaban apellidos más distinguidos -como los ex Llerena que añoran los años de José Torello. Ahora se habla del abrazo de dos referentes políticos de los barones de avenida Patricios: Angelici y Olmos. El otro abrazo, el de Macri y de Cristina descansa en bases sólidas.

 

 


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