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Cortes de calles: regulación de carriles o escalada violenta

Por Sergio Abrevaya

Por Sergio Abravaya.

Las manifestaciones han provocado en los últimos años un agregado al caos impensado. Casi cinco cortes diarios han resentido la convivencia. Pero no es criminalizándola como pretende el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, aprovechándose del cansancio de quien va a trabajar todos los días, como se debe enfocar esta cuestión.

Atrás de esa postura esconde la preparación de un modelo de represión a los que manifiesten por cortes de luz o recesión económica, teniéndolos por delincuentes. No es esa la manera de resolver el problema.

La propuesta presidencial enunciada en marzo de regular las movilizaciones callejeras para evitar “que diez personas (te) corten una calle por más razones atendibles que tengan y no pase nada …”, ofrece una perspectiva de análisis desde la cual llama la atención que un gobierno que ya exhibió tendencias autoritarias en materia de libertad de expresión y de división de poderes, repare en “los derechos de los demás” recién a la hora de un ajuste económico, que vía devaluatoria y de eliminación de subsidios, producirá más pobreza y las consiguientes protestas sociales de los más vulnerables.

Tras perjurar, la Presidenta Cristina Kirchner –rodeada de líderes piqueteros cooptados- que “este gobierno jamás va a criminalizar la protesta social”, su giro discursivo patentiza la vacuidad del relato.

Sin embargo, hay que resolver el problema, que es de jurisdicción local en lo que hace a nuestra Ciudad.

Los problemas recurrentes de miles y miles de pasajeros y trabajadores que pierden horas y jornadas de trabajo demandan crear las normas que logren armonizar dos derechos humanos básicos: el de peticionar ante las autoridades y el de circular libremente.  En tal sentido, la Legislatura porteña ya tiene agendado el tratamiento de mi propuesta (UNEN) de modificar el Código Contravencional para regular carriles libres obligatorios para el transporte público en toda movilización callejera.

Los cotidianos piquetes provocan un efecto tan adverso que, ante su calvario, los miles de trabajadores y pasajeros atascados en el tránsito ni siquiera se enteran del motivo de la protesta, y su bronca se centra en los movilizados sin enfocar a los responsables políticos de atender las demandas.

Un progresismo genuino no mira las garantías constitucionales con un solo ojo: pataleando cuando se vulnera el derecho de peticionar, y distraído cuando se cercena la libertad de circulación.

La democracia nos ha enseñado a toda la ciudadanía que los problemas más sencillos de convivencia, si no se resuelven a tiempo, escalan en conflictividad e impiden la maduración y el aprendizaje compartido de la sociedad.

Fuente: Clarín.


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