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Emergencia en Seguridad: vieja receta y más violencia institucional

Por Raquel Witis

Por Raquel Witis.

Con indignación, estupor y tristeza vemos que se proponen nuevamente recetas probadas hasta el hartazgo en la provincia de Buenos Aires y que han fracasado sistemáticamente y generado un incremento en la espiral de violencia. ¿Cuáles son? Más policías, convocar a personal retirado y de agencias de seguridad privada, más móviles, alcaidías etc., etc.

Muchos integrantes de la seguridad privada son personal exonerado de las fuerzas policiales. Un ejemplo claro es la participación del condenado por los asesinatos de Mariano Witis y Darío Riquelme, que prestaba servicio en una agencia privada trucha, ya que no estaba inscripta en el organismo de control o sea el Ministerio de Seguridad provincial: fue habilitado por el TOC Nº4 de San Isidro a trabajar a pesar de la ley provincial que inhabilita a personal exonerado a realizar tareas en el ámbito de la seguridad privada. Frente a nuestra denuncia en ambos ministerios, de Justicia y de Seguridad, se lo inhabilitó en ese momento. Hoy no tenemos la certeza, ni los medios para averiguar si esta inhabilitación, que marca la ley, se sigue cumpliendo, somos escépticos al respecto.

Ha habido propuestas, en estos años, que analizando el problema de fondo plantea una serie de medidas para encarar el tema de la seguridad seriamente como el Acuerdo para una Seguridad Democrática o la presentación hace pocos días de “Para más seguridad más democracia. ¿Qué esperan para debatirlo y ponerlo en práctica?

En el lanzamiento de este plan de seguridad se habla de la violencia con que actúan los delincuentes, y no se menciona a una turba desenfrenada que mata o lesiona a las personas por la “sospecha” o por arrebatar una cartera. El arrebato es un delito menor y es más grave propinarle una paliza a alguien indefenso y reducido “en poblado y en banda” de vecinos exaltados y violentos.

El machaque continuo de los medios concentrados y amarillos sobre la parte más arcaica de la mente, fogoneando la sensación de que se vive en riesgo permanente, de que lo peor está acechando a la vuelta de la esquina, de que si alguien te quita alguna de tus posesiones ganadas con el trabajo amenaza tu misma existencia, de que como te pueden matar por un par de zapatillas estás autorizado a matar por una cartera, horada el sentido común hasta transformarlo en un sinsentido, en una especie de suicidio colectivo pero de una alienación que nos deja estupefactos. Como planteaba alguien hablando por radio estos días la Ley del Talión al menos enunciaba una proporcionalidad entre el daño y la pena, estas conductas son más primitivas.

Basta de planes y soluciones que no son tales.

¡Queremos una seguridad democrática!

Fuente: Agencia Paco Urondo


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