| Estadísticas del horror

Rosario, una ciudad al rojo vivo

En los primeros tres meses ya hubo 74 asesinatos y en 2013 tuvo la tasa de homicidios más alta del país. Se calcula que hay 400 kioscos que venden drogas. La mayoría de las víctimas son jóvenes.

La tasa de homicidios de Rosario triplica a la de todo el país.

La tasa de homicidios de Rosario triplica a la de todo el país.

Por Javier Sinay. El 2 de noviembre del año pasado, un niño de 13 años llamado Ezequiel Cantero –que vivía con su mamá y dos hermanos en una casilla de material y techo de chapa en una barriada rosarina conocida como la Bombacha– quedó en el medio de una discusión entre unos chicos y unos vendedores ambulantes, que acusaban a aquellos de haberle robado las medias que vendían. Las palabras no sirvieron: a poco de discutir, los vendedores decidieron vengarse a balazos. Era el mediodía, y el niño Cantero, que andaba por ahí, recibió un balazo en el corazón. Después del shock, todo empeoró: el chico fue abandonado en la puerta de la subcomisaría 21ª, del barrio Siete de Septiembre, por quienes lo habrían atacado por error. La ambulancia que después lo llevó hasta el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez tardó una hora. Irremediablemente, Ezequiel Cantero murió. Su homicidio fue el séptimo, luego de otros seis crímenes con víctimas de entre 13 y 14 años, en el año 2013. El asesinato de Ezequiel Cantero engrosa ahora una estadística presentada por la Secretaría de Salud Pública de la Intendencia de Rosario: el año pasado –según estadísticas oficiales–, el 80 por ciento de las víctimas de homicidios murieron por lesiones con armas de fuego; el 40 por ciento eran jóvenes de entre 15 y 24 años (que un 65 por ciento no había terminado sus estudios secundarios); casi la mitad habían sido heridas previamente; y cerca del 50 por ciento eran personas que estaban desocupadas o vinculadas a la economía informal. En 2013 se cometieron en el Gran Rosario 264 asesinatos: 22 por cada 100 mil habitantes. Es decir, 46 por ciento más que en 2012, cuando hubo 15,3 por cada 100 mil habitantes (en aquel momento, el triple de la media nacional). Rosario, la tercera ciudad más importante del país, vive desde hace dos años una ola de delitos relacionados con el narcotráfico que –con las dársenas de Buenos Aires demasiado vigiladas– ha hecho base en su puerto. El 18 de junio de 2013, un informe de la Universidad Nacional de Rosario titulado “Calles perdidas” afirmaba que desde 2004 había habido más de mil crímenes vinculados al tráfico de drogas y que el negocio movía dos mil millones de pesos por año. En su momento, el gobierno provincial lo desacreditó considerando que se había elaborado con datos erróneos y con “una clara intencionalidad preelectoral”. Informes extraoficiales indican ahora que hay más de cuatrocientos kioscos o bunkers de drogas, en casi todos los barrios de la ciudad, pero especialmente en los suburbios del sur y del oeste. El año pasado, la seguidilla de crímenes resonantes conmovió al país desde Rosario comenzó el 26 de mayo, cuando fue asesinado Claudio «Pájaro» Cantero frente al boliche Infinity Night. El Pájaro era el hijo de Ariel Máximo Cantero, un antiguo jefe de los Monos, la banda relacionada con la hinchada de Newell’s Old Boys que desde 2003 lucha por el liderazgo territorial contra los Garompas. Pero los Monos y los Garompas no son los únicos protagonistas de la crisis: son cinco grupos, en total, los que se disputan el negocio que mueve unos 365 millones de pesos al año. Al día siguiente de la muerte del Pájaro, Diego «Tarta» Derrame –el dueño de Infinity Night–fue ultimado cuando salía de declarar en los tribunales, y con el correr de las horas sería liquidado también Nahuel César –hermano de Milton César, el encargado de matar a Cantero–. La cifra que ahora presenta la Secretaría de Salud Pública de la Intendencia de Rosario representa un incremento significativo de delitos violentos y presagia una mala performance para el año 2014, que ya vio caer a 76 personas en sus primeros tres meses. “Los datos demuestran que la violencia atraviesa en este momento histórico de la ciudad un proceso circular”, dijo la subsecretaria de Salud Pública del municipio de Rosario, Gabriela Quintanilla. “Esto involucra a protagonistas vulnerables que se repiten, que en muchos casos se conocen y dirimen a tiros sus disputas territoriales”. El valor del arma de fuego está relacionado con la masculinidad, opinó la funcionaria. “Así como antes era macho quien se bancaba pelearse a los golpes con otros, ahora la lógica de la masculinidad de muchos jóvenes pasa por mostrar un arma, portarla y amenazar con generar daño físico grave al integrante de otra banda”. Ahora, entre las propuestas del gobierno para enfrentar esta crisis social, Quintanilla habló de ofrecerle a la víctima un nuevo rumbo: “capacitarlo en algún oficio para facilitarle una salida laboral o actividades culturales o deportivas”. Sólo el tiempo dirá si sirve de algo.