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En respuesta a la carta al hijo del Pantera de Cristian Alarcón

Por Oscar Feito

El  domingo a la tarde mataron a otro pibe en Rosario después del clásico que le ganamos a Ñuls. El pibe tenía la edad del más chico de mis cuatrochijos sólo que era de Ñuls y los míos -menos Euge-  son de Central. El domingo después de las 6 de la tarde, volviendo a su casa desde la casa del tío donde había ido a ver el partido, mataron  a balazos a otro pibe en Rosario que tenía la misma edad que el mas chico de los míos.

El mío nació en la Capital, el chico que murió nació en Ludueña, donde nací yo. Ludueña es un barrio históricamente centralista porque es vecino a Arroyito, del lado más pobre..hacia el Oeste, entre vías ferroviarias que ahora están reemplazando (de Este a Oeste) por un «niu daun taum» de torres recortadas sobre lo que  fue nada -casi como una neo Las Vegas en el desierto-. Ludueña, un barrio donde la mayoría éramos ferroviarios. Mataron a este chico con una camiseta de Ñuls unos asesinos con camisetas canalla.

Esto no es literatura pero pertenece a ese mundo sobre el que escribís, del que haces un «relato épico» rodeado de giros literarios que reciben esnobistas elogios en Palermo sensible o en los foros literarios de las coquetas librerías de moda. El domingo a mediodía iba a encarar para la cancha, pero encaré para Buenos Aires, no por miedo…yo creo q sabés o te imaginas que soy un tipo que se la banca, nos bancamos a Yabrán, como Cabandié nos bancamos la dictadura, bancamos algún calabozo así que estimado «se banca lo que haya que bancar» (Moreno dixit). Esa gente que vos haces a veces aparecer  como héroes: el Pantera, el Quemadito, el hijo del Pantera que se sinceran ante la oreja cercana y «capotista». Sensibles los muchachos que se sinceran birrita mediante antes de salir de caño.

Esos asesinos que se quedaron con los paravalanchas, las columnas, los paredones, las veredas y los barrios donde crecimos, que se tutean con los polis que están en cana por narcos – como el Jefe de Policía social-progresista de la Provincia o con los gerentes  de Cristóbal, el amigo de Mansilla, el kirch-petro-timbero que construyó ese edificio impúdico, obsceno, esa Babel que el muy puto nos clavó en la puerta de la ciudad, para sacarle los pocos mangos a las viejas ilusionadas en llegar a fin de mes, a los tarados que se patinan las zapatillas de los hijos, para exponernos miserablemente.

Esta nueva gente del poder que se hacen ricos mientras se va cumpliendo el plan de limpieza social para matar «marginales», negritos villeros y usarlos entre tanto se mueren como mano de obra barata, como fuerza de choque, como avanzada. Toda esa tragedia que vos convertís en literatura «épica» para las chicas y chicos moder-style. Dale Cristian escribile un epitafio a Gabriel Aguirre ,13 años, de Ludueña. Un barrio de laburantes, mi barrio, la calle Gutenberg, un barrio obrero, no hay Audis TT como los de «el Pantera» y todo el resto de ese zoológico de asesinos de tus aguafuertes. De onda…

La carta al hijo del pantera


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