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Las ilusiones recobradas

Por Jorge Asis

escribe Oberdán Rocamora

Redactor Estrella, especial

para JorgeAsísDigital

  1. Desde el balcón del General

Como cuando Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, se puso a llorar, en el Teatro Colón.

Al verse rodeado de estadistas poderosos que lo aprobaban.

Putin y Macron, Trump y la señora Merkel.

Emblema o slogan. La «integración al mundo» por el magnífico servicio de hotelería para el G-20.

El último sábado, de este invierno terrible, El Ángel volvió a conmoverse. Patriota sentimental.

Al saberse aprobado, mimado por el afecto de multitudinarios fieles. En una concentración de apoyo sigilosamente espontánea.

En el balcón del General recuperaba las ilusiones extraviadas. Justo cuando se encontraba en la depresiva lona moral.

Cuando, desde diversos costados de su fuerza golpeada, nacía la idea del post macrismo.

Para la conducción natural de los «cambistas» que permanecen en PRO, pese al colapso, de pie.

Como la señora María Eugenia, Sor Vidal, La Chica de Flores de Girondo, que reinicia su propia campaña.

Pero ya sin arrastrar la pesada cruz del Ángel por la Tercera Sección Electoral.

U Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, que puede retener el bastión del Maxi Quiosco del Artificio Porteño.

Para elevarse, junto a su aliada, y ser el jefe de la oposición a «Los Fernández».

La Doctora y Alberto, El Poeta Impopular.

Mientras se propagaba la idea del post macrismo, el Ángel persistía volteado.

Por lo que definía el “palazo”. La paliza. Inesperadamente recibida en “la elección más inútil de la historia”, cliquear. Las (malditas) PASO.

Pero de pronto, entre los altibajos, emerge el turno de la euforia.

Gracias a los convencidos que lo vivaban, que gritaban que aún «se podía».

Desde el balcón del General, el Ángel sentía de nuevo la ambición, las ganas de vencer.

Se agrandaba, volvía la sed de poder y el explícito deseo de revancha.

El proyecto perverso de enredar al volteador, Alberto, y a la volteadora, La Doctora. Ambos atrapados entre las redes del propio colapso.

Para alcanzar una segunda vuelta y vencer en el difuso ballotage.

Las ilusiones recobradas le aportan, a la caída, el dramatismo superior que legitima, después de todo, la epopeya.

  1. No ser y en simultáneo serlo

Señalada como chorra. Sentada en el banco judicial del lunes. En silencio.

Con 148 procesamientos, 75 pedidos de desafuero.

Con media sociedad que la tiene como depositaria de las peores maldiciones.

Y jefa -por si no bastara- de la inescrupulosa pandilla de delincuentes que «se había robado un PBI”.

Sin consultarlo con Carlos Zannini, El Cenador, ni con el fiel Parrilli, El Incomparable Godfrey, ni siquiera con Máximo, En el Nombre del Hijo, La Doctora decidía acompañar, como postulante a vice, al amigo recuperado.

Con quien se había reconciliado después de 11 años de distanciamiento.

Años en los que Alberto, precisamente, supo cuestionar con relativa elegancia su deficiente gestión.

Con críticas feroces que, en efecto, lo fortalecían. Ante ella.

Aquellas críticas lo consolidaban para ser el elegido. Artilugio que podría demandar, a la larga, un litigio estructural en su fuerza política.

El Frepasito Tardío de Unidad Ciudadana, ya transformado en el Frente de Todos.

No obstante, en el país sin alternativas a nadie le importa, en el fondo, el largo plazo. Funciona a puro presente.

El dilema nunca tiene nada que ver con el futuro.

Primero hay que ganar las elecciones. Después veremos.

Alberto paseaba a su perro por los arrabales de Puerto Madero mientras el Tercer Gobierno Radical cometía la más grave sucesión de desaciertos.

Las catastróficas equivocaciones económicas que lo arrastraron a suplicar por la bacinilla al Fondo Monetario Internacional.

Para incorporar también, al organismo multilateral, en la escenografía del fracaso.

Paseaba al perro El Poeta Impopular sin imaginar que su jefa política, la dama obsesiva que nada dejaba librado a la improvisación, había decidido celebrarlo con la candidatura presidencial.

Para convertir, en adelante, al operador en estadista.

En el país sin alternativas se debatía, con angustia existencial, si La Doctora, con su situación límite, iba a ser la candidata.

Como lo necesitaba el Ángel, el adversario que la elegía.

Pero la dama, desde hacía meses, había decidido ser candidata sin serlo.

O no serlo y en simultáneo ser. O viceversa.

Por la lucidez de saber que, aunque les llevara un cementerio de ventaja a sus competidores (y aliados) no debía postularse para presidir, otra vez, la Argentina.

Pero para vencerlo a Macri tampoco podía quedarse afuera de la fórmula, a los efectos de contener los votos que no podía delegar.

Menos aún podía imaginar, aquel operador, que con La Doctora de segunda iba a imponerse, de manera humillante, sobre el Ángel.

Mauricio protagonizaba la hazaña de ser el primer presidente que perdía la propia reelección.

Con el manejo del Estado, apoyado por Trump y los dos grandes medios de comunicación.

La derrota marcaba el final de la pausa del TGR. Un paréntesis institucional. Episodio infortunadamente terminado.

Post macrismo y altibajos anímicos para el Ángel mortificado que ya ni podía domar reposeras.

Sin embargo, por la grata oxigenación de la multitud asustada, de los que «no querían perder la república”, pasaría a disfrutar de las ilusiones transitorias de la recuperación.

Por creer que aún “se puede” remontar el resultado adverso, en la elección real, lejana, de octubre.

  1. La utopía del 27 de octubre

Como epílogo es horrible. Expresivamente cruel.

En el ascenso de la euforia, El Ángel se propone asociarlo a Alberto. Para el penúltimo tramo del Acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

A través del argumento contundente. Alude a la responsabilidad histórica.

Pero Alberto Estadista aprende rápido. Replica con la sociedad del Fondo en el fracaso inapelable del Señor Presidente.

Juntos, el FMI y el TGR, aportaron decenas de miles de millones de dólares para que se fugaran con excesiva vulgaridad. Sin la maestría de antaño del Chapo Guzmán.

«Soy solo un candidato», confirma Alberto. Para dormir a quienes se proponen dormirlo.

Simple vencedor en el ensayo de orquesta de las PASO.

Por prepotencia del concierto, el ensayo se transformó en la representación principal.

Pero lo dice el tango: “es un fantasma que crea la visión”.

«Cuando sea el presidente electo”, confirma Alberto Estadista. Sólo después va a ocuparse de los detalles financieros de la debacle.

La debacle que el Fondo comparte, en verso, con el gobierno que parte.

En “Evitar el caos o generarlo” (cliquear), se lee que aquí se “impone el adelantamiento de las elecciones”.

Pero por las ilusiones recobradas, el Ángel nunca va a aceptar el adelantamiento.

Necesita tiempo para que se agudicen las contradicciones. Para explotar la verborragia coral del adversario.

Se explica entonces que desafíe a La Doctora. Para que salga a hablar.

Se insiste con Venezuela, aunque la tragedia bolivariana no arrastre un voto.

Se instiga a hablar, a los detectados peronistas de lengua fácil y reacción rápida.

Se cuenta, de nuevo, con la ayuda de hierro que no sirvió de nada. Del gran medio fundamental.

Irritado por el desacierto de un tuteo que no correspondía. Justamente al Beto. Héctor Magnetto.

La estrategia es aceptable. Les cierra. Las ilusiones se recuperan.

El problema consiste en llegar, con el país congelado, arriesgado al máximo, con la plancha existencial de la sociedad, a la costa del 27 de octubre.

Utopía que ya es, a este paso, “la posteridad”.

 


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