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Clamor empresario por Vidal y la última ficha de Macri: choripanes teledirigidos

Por Alejandro Bercovich

El cafetero Martín Cabrales pasó un rato por el cumpleaños de la reina Isabel II, anteanoche en la embajada británica. Varios de los convidados que no habían estado el día anterior en el almuerzo del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP) con María Eugenia Vidal le preguntaron lo mismo que se preguntaban todos en el hotel Alvear. ¿Irá por la presidencia? Por ahora, ni sí ni no. Ni.

Fue justo en vísperas de la disparada de ayer del dólar y del riesgo país. Un hito que reavivó las versiones sobre la otra alternativa en danza, publicada en este panorama el 29 de marzo pasado: un adelantamiento de las elecciones por la crisis, como en 1989. Rumores que, de concretarse, serían compatibles con el «plan V» del establishment. También con el «plan H», por el porteño Horacio Rodríguez Larreta.

¿Renunció realmente la gobernadora a pegar el salto a la Rosada cuando dijo el martes que Cambiemos ya tiene candidato presidencial? ¿Cómo hay que interpretar su negativa a la pregunta que le escribieron en papelitos al menos quince de los 368 empresarios que colmaron el salón Versailles del hotel Alvear? ¿Es una jugada coordinada con el Presidente o la crisis ya activó un protocolo de emergencia que lo excluye?

Suponiendo que Mauricio Macri esté desahuciado, como cree ya casi todo el círculo rojo ¿es viable el intento de salida postmacrista que propicia desde las sombras el eterno Enrique Nosiglia a través de Martín Lousteau, con Vidal y Rodríguez Larreta en alianza con el peronismo no K y parte del radicalismo? Y si lo es ¿por qué Roberto Lavagna salió a descartarlo in limine?

A ocho semanas de la definición de las candidaturas, con todos los indicadores en rojo y una inflación que no le regala ni un mes de tregua, hasta los más fanáticos de la reelección de Macri terminaron de convencerse de que no llega. Incluso antes de la corrida de ayer. «El último incondicional que le queda en el empresariado es Marcos Galperín (el dueño de MercadoLibre), pero porque no trabaja en Argentina sino en la nube. Una nube donde no hay gremios, impuestos ni convenios colectivos de trabajo», ironizó ante BAE Negocios un banquero líder. Anteayer, como si realmente levitara sobre el caos local, el emprendedor favorito de Macri festejaba en Twitter la aprobación de una ley que rebajó los impuestos para su sector.

Los elogios, la ovación y la poco sutil presión de los popes del establishment para que Vidal dé su gran salto adelante tampoco lucen como algo improvisado ni descoordinado. Veterano artista del lobby, Daniel Funes de Rioja les pidió a los demás jefes de cámaras patronales que subieran con él al escenario del Alvear para su debut como presidente del CICyP. Sabía que, así, sus palabras resonarían más. «Los que usted nos presente como sus desafíos van a ser nuestros desafíos», lanzó desde el atril. Solo dénos la orden, habría dicho Michael Corleone. Palabras de caballeros.

Fin de mes

Hasta hace poco, Funes de Rioja se mostraba convencido de que la extraordinaria cosecha de soja de este año salvaría al Gobierno. Pero en marzo, según informó esta semana el propio Banco Central, las cerealeras y aceiteras que acaparan el grueso de las exportaciones del rubro liquidaron 19% menos dólares que en marzo del año pasado, cuando los productores sufrían las consecuencias de la peor sequía en décadas. Para peor, la balanza comercial arrojó superávit pero no porque hayan aumentado las exportaciones sino porque se desplomaron las importaciones. Las ventas al exterior, aun con el dólar al doble que un año atrás, volvieron a caer un 5%.

El presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Miguel Acevedo, decidió ir directo al grano. Apenas se sentó a la mesa principal del Alvear junto a la gobernadora, le espetó: «Me acaba de preguntar un periodista cómo te veo como candidata a presidenta ¿es verdad que vas a ser candidata?». Ella se apuró a desmentirlo: «Me tienen loca con eso, pero no es así para nada».

Lo que dijo después, ya con todo el resto de la mesa escuchándola, significaba una cosa el martes y otra bien distinta hoy. «A mí la gente me va a votar si llega a fin de mes. Y eso va a pasar si desde ahora y hasta las elecciones se mantiene el dólar tranquilo y baja la inflación», definió.

Entre los empresarios de las demás mesas no había acuerdo unánime. El heredero de la tercera mayor fortuna del país, Alejandro Roemmers, pareció hacerle un guiño al plan V. «Creo que no nos ha ido bien con ninguno de los dos gobiernos (ni el de Cristina ni el de Macri). A lo mejor puede haber otras alternativas», deslizó ante BAE Negocios. En cambio, el presidente de Fiat Chrysler Argentina (FCA), Cristiano Rattazzi, advirtió sobre su obstáculo más evidente. «Sin ella en la provincia nadie asegura ganar ahí. Y sin provincia no hay presidencia».

En realidad se trata de un problema más profundo. ¿Tan buena imagen tiene Vidal como para conducir a Cambiemos a un triunfo nacional incluso aunque su fundador renuncie a su propia reelección? ¿No implicaría ese paso al costado admitir que todo el experimento Cambiemos fracasó? Es lo que retrucan desde el despacho de Marcos Peña, nuevamente bajo fuego amigo.

Espionaje Para Todos

El jefe de Gabinete tuvo en las últimas semanas los primeros cortocircuitos de su larga relación con el cerebro de la campaña cambiemita, Jaime Durán Barba. Lo reveló Diego Genoud en el portal Letra P, donde contó que al ecuatoriano se lo oyó despotricar contra el Fondo Monetario en el mismísimo primer piso de la Rosada. Dicen que dijo que el déficit cero le importa «un carajo» y que recomendó que el Fondo «se vaya a la mierda». «Si pierde Macri ¿quién se jodió? ¡El Fondo!», evalúa el gurú.

Lo que el Fondo prohíbe es que el Banco Central venda reservas para evitar que el dólar suba. Pero nada dice sobre el uso de otros anabólicos electorales como los créditos ANSES, la remake que acaba de lanzarse de los préstamos Argenta que asfaltaron el camino al triunfo oficialista en las legislativas de 2017. En ese momento, en los tres meses previos a las elecciones, el Gobierno repartió casi tres millones de créditos a jubilados y beneficiarios de planes sociales. Así, combinando la omnipresencia del Estado con la precisión teledirigida del big data, se inauguró el populismo financiero del siglo XXI. Fue como si cada día hábil entre las PASO y las generales la ANSES hubiese llenado un estadio con 35 mil personas para entregarle un promedio de 10 mil pesos a cada uno. Como los choripanes de antaño pero a devolver en cómodas cuotas.

El jefe de la ANSES, Emilio Basavilbaso, fue esta vez un paso más allá. Acaba de inaugurar una Dirección de Análisis e Inteligencia de Datos bajo la órbita de Federico Mauricio Braun, el subdirector de Administración, primo del jefe de Gabinete y miembro como él de la familia dueña de los supermercados La Anónima y de un tercio del Banco Galicia. La oficina funciona en la sede de Córdoba al 700 y la integra una docena de economistas e informáticos con sueldos de $70.000 para arriba, que tendrán a su disposición los datos que entreguen quienes pidan los créditos.

Basavilbaso estaba listo para salir a promocionar los créditos ANSES ante cuanto micrófono le pusieran enfrente hasta que su suegro, David Lacroze, increpó a Cristina Kirchner a bordo del avión en el que ambos coincidieron rumbo a Centroamérica. El episodio hizo que desde la Casa Rosada le impusieran una mordaza mediática al menos por unos días. Lucrecia, la hija del empresario agrícola y exfuncionario de la dictadura, es la esposa de Basavilbaso. Su primo hermano, Santiago Ibarzabal Murphy, también es funcionario: tiene a su cargo la Agencia Nacional de Discapacidad, una de las reparticiones del Estado que más sufrió el ajuste del último año.

Ese último cartucho -usar los datos personales que recabe la ANSES para teledirigir la campaña y orientar recursos del Estado a las secciones donde peor mide el oficialismo- puede salvarle la reelección al Presidente si llega a agosto perdiendo por un margen estrecho. Lo que no puede es garantizarle estabilidad hasta entonces.

La incertidumbre complica a su vez cualquier pacto preelectoral, incluso con los seres de luz que jamás se le negaron a Macri, como los dueños de las empresas energéticas. Un placebo de campaña tan elemental como postergar un par de meses los aumentos de tarifas previstos para agosto y octubre, algo que también se hizo en 2017, esta vez empieza a hacerse cuesta arriba. Si ponen el hombro otra vez ¿quién les devolverá el favor? ¿Macri? ¿Vidal? ¿Cristina?

Fuente: BAE