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Crecimiento cero: de la corrida cambiaria a la corrida empresaria

Por Alejandro Bercovich

Quizá haya decidido abjurar de sus largos años como CEO de Aceitera General Deheza (AGD), romper sus sociedades con la multinacional Bunge y renegar de su familia política, la de los archimillonarios Urquía, para sumarse a la entente trosko-jesuita-moyano-kirchnerista que siembra el caos con el fin de obstaculizar la aplicación del plan económico del Fondo Monetario que promete acabar de una buena vez con la inflación, los déficits gemelos y la pobreza. Quizá ese frente único revolucionario antimacrista solo sea un delirio paranoide de los propagandistas del oficialismo y el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) simplemente se haya hecho eco de la desesperación de los dueños de fábricas, jaqueados como nunca desde 2001 por la supertasa de interés que fijó el nuevo Banco Central y la implosión del mercado interno que le sobrevino. Lo cierto es que el presidente de la Unión Industrial Argentina ( UIA), Miguel Acevedo, se sumó el lunes en Lanús a una mesa secreta de diálogo multisectorial que congrega a sindicalistas, referentes de los movimientos sociales y a la Iglesia católica, donde se oyeron críticas furibundas al plan económico y donde se pactó redactar un documento conjunto con advertencias sobre la dinámica explosiva de la crisis social.

«El problema ya no es de las Pymes. También estamos atendiendo a las grandes firmas que ya no pueden frenar más los despidos. Y justamente es más grave porque todo el sector viene aguantando desde hace mucho tiempo», admitió Acevedo en el aula de la Universidad de Lanús que albergó el cónclave, casi un calco del Diálogo Social que animó entre 2000 y 2001 su antecesor José Ignacio de Mendiguren junto a exponentes de la Pastoral Social como el cardenal Raúl Primatesta y el obispo Jorge Casaretto. Por la UIA acudió también su vicepresidente tercero, el metalúrgico santafesino Guillermo Moretti. Además de sindicalistas como el canillita Omar Plaini y el aeronáutico Pablo Biró, hablaron el jefe de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Esteban «Gringo» Castro, y referentes de Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa ( CCC).

El jefe de la Pastoral Social, Jorge Lugones, coordinó el encuentro pero no fue quien lo convocó. El obispo decidió bajar un poco el perfil tras la andanada de críticas que el macrismo hizo llover sobre su figura y la del Papa Francisco por la misa que ofreció el sábado en Luján el arzobispo Agustín Radrizzani junto a gremios y organizaciones sociales, con Hugo y Pablo Moyano sentados en la primera fila. Aunque nadie le creyó que Jorge Bergoglio no estuviera previamente al tanto de ese acto multitudinario, Lugones aseguró en la reunión de Lanús que su audiencia con Hugo Moyano, el miércoles previo, se había pactado con más de un mes de anticipación para que cayera el 17 de octubre. Fue para desmentir lo que varias espadas de Cambiemos deslizaron como sospecha: que la reunión escenificaba un respaldo eclesial a Hugo frente al pedido de detención contra su hijo Pablo que había desestimado el día anterior el juez Luis Garzoglio.

El encuentro de Lanús se extendió por más de cuatro horas y todos se comprometieron a sumar nuevas voces de sus respectivos ámbitos «con el criterio lo más amplio posible». La Federación Agraria y CONINAGRO ya están invitadas informalmente. La Iglesia hará lo propio con discreción. No quiere acicatear el súbito arranque anticlerical del mismo oficialismo que aportó la mayoría de los votos contra el proyecto de legalización del aborto que naufragó en el Senado. Tampoco que eso quiebre fructíferas alianzas como la que mantienen con el gobierno de María Eugenia Vidal, cuyos garantes son Joaquín de la Torre y el ministro de Desarrollo Social, Santiago López Medrano. Vínculos que le permiten administrar ingentes ayudas sociales sin la necesidad de financiarlas, como sí están obligados a hacerlo los pastores evangélicos primos de los que encumbraron a Jair Bolsonaro en Brasil.

Credimenos

El cambio cultural que propugnan a coro desde IDEA y la Rosada no solo procura forjarse una identidad imaginando enemigos como la entente del lobby laboratorista, Cristina Kirchner y los periodistas villeros de La Poderosa. También precisa sostener sus símbolos de éxito y sus ideales aspiracionales. Por eso el ministro de la Producción a cargo del exministerio de Trabajo, Dante Sica, les ofreció a las terminales automotrices el predio de Tecnópolis para que monten el Salón del Automóvil que decidieron suspender por la crisis de las ventas y por lo caro que les iba a resultar organizarlo en la Rural, su habitual sede.

La Asociación de Fabricantes de Autos (ADEFA) todavía no contestó, pero la sola oferta del ministro desató otra interna entre las terminales. ¿Y si las acusan de corrupción porque Sica solía prestarles servicios de consultoría antes de asumir como ministro? ¿Y si en pleno ajuste, y en un año electoral, surgen cuestionamientos a que el Gobierno subsidie el showroom de un puñado de multinacionales que no se caracteriza precisamente por lo austera, por lo educativa ni por lo inclusiva?

Son malos tragos que empiezan a repetirse y a concatenarse, como en el spot proselitista de la empanada del año pasado pero al revés. La quiebra de Canale, dictada por la justicia a principios de mes, no solo dejó a pie a sus mil empleados sino a otro par de miles entre sus proveedores y distribuidores. Parecido a lo de Metalúrgica Tandil, todo un emblema de la ciudad natal de Mauricio Macri. Alpargatas, que en los últimos dos años echó a un tercio de su personal y cerró cuatro de sus fábricas, también se debate entre el colapso y la tupamarización de sus marcas. Es otro mal recuerdo de 2001: aquel año entró en concurso el 27 de diciembre, justo cuando el peronismo acababa de regresar al poder.

Ayer y anteayer, la escena de los despedidos protestando en la puerta de un gran establecimiento se trasladó a Tucumán, donde las supertasas de interés llevaron a la quiebra a la tarjeta de crédito regional Credimás. La imagen más nítida posible de cómo el Central contuvo la corrida cambiaria generando otra: la corrida empresaria. De los 300 empleados de Credimás, 100 ya habían recibido telegramas de despido. Por la crisis, no obstante, los dueños pretenden pagar solo la mitad de las indemnizaciones. El mismo futuro negro que se aterroriza a los empleados de Canal 9, cuyos dueños avisaron que no pueden pagar siquiera los sueldos.

Los empresarios con más experiencia saben que tienen mucho para perder. Por eso los atraen convocatorias al diálogo como la del lunes en Lanús, a la que también quisieran -como Acevedo- que se sume alguien del gobierno, aunque por ahora no parezca posible. En la propia sede de la UIA, anteayer, varios directivos almorzaban con jueces laborales bonaerenses cuando volvieron a escuchar tiros, gases y gritos por la represión que desató la policía frente al Congreso luego de la atacara a piedrazos un minúsculo grupo de encapuchados no identificados con ninguno de los grupos que se manifestaban contra el Presupuesto.

Tribuna caliente

Un día antes, en el Monumental repleto que recibió a Gremio, Toto Caputo procuró esquivar los flashes y se acomodó en la platea Belgrano, lejísimo del palco presidencial donde se sentaron Nicolás Dujovne, Rogelio Frigerio, Esteban Bullrich y Fernando de Andreis. No es que haya querido evitar a propósito el encuentro con el superministro de Hacienda, quien colocó en su lugar a su delfín Guido Sandleris después de que él se peleara a los gritos con David Lipton, el Nº2 de Christine Lagarde, por su insistencia en vender más reservas para frenar la devaluación. Simplemente quería «evitar la rosca», como les dijo a un par de banqueros que también fueron al palco.

A Toto no lo convenció de cruzarse a la platea San Martín ni siquiera la presencia de otro trader argentino y gallina radicado hace más de 25 años en Nueva York, hoy chairman para toda América del gigantesco HSBC: Gerónimo «Gerry» Mato. El jefe del ultraoficialista Gabriel Martino, cabeza local de ese banco, abrió anteayer otro encuentro secreto que se extendió hasta ayer, donde también hablaron los CEOs de Telecom, ByMA, Norwegian Airlines, Corporación América, Pampa Energía y el grupo Supervielle. Por el Gobierno disertaron el secretario de Energía, Javier Iguacel, el subsecretario de Comunicación Estratégica, Hernán Iglesias Illa, y el secretario de Finanzas, Santiago Bausili.

El diagnóstico entre esos CEOs, casi todos con negocios en la banca y los servicios, es distinto del que prima en la UIA, en la Cámara de Comercio o en la Cámara de la Construcción, hoy devenida un foro políticamente radiactivo por la causa de los cuadernos. Tampoco es que entre ellos reine la euforia, pero sí hay cierta expectativa en que el plan Lagarde-Dujovne pueda funcionar. O, al menos, que las supertasas de Sandleris que hoy obtendrán la bendición oficial del FMIno terminen en otra megadevaluación como la que empujó la bola de nieve de LEBACs que dejó como pesada herencia Federico Sturzenegger.

El camino hacia esa estabilización, incluso según los CEOs que juntó el HSBC en esa mesa redonda en el Palacio Duhau, no está exento de obstáculos. Una medición preliminar de la inflación acumulada durante octubre que circuló ahí arroja un 5,6%, demasiado cerca del récord del 6,5% que marcó el INDEC para septiembre. El balance cambiario de septiembre difundido anteayer por el Central estimó la fuga de capitales en casi 2.000 millones de dólares, una cifra todavía muy preocupante si se tiene en cuenta que el salto a $40 fue justo antes de que comenzara. Son los dos grandes problemas que Dujovne y Sandleris resolver aferrados a la supertasa. Caputo no cree que vayan a lograrlo, pero está aliviado porque ya no es su responsabilidad. Ventajas de mirar el partido desde la platea de enfrente.

Fuente: BAE


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