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El combo del Emir de Qatar

Por Jorge Asis

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

(Para conocimiento del señor canciller Jorge Faurie, del señor secretario Fulvio Pompeo, del señor Premier Marcos Peña, del señor presidente Mauricio Macri y de los señores legisladores que deben tratar el Acuerdo Bilateral de Inversiones con Qatar).
El Emir de Qatar, Sheikh Tamim Bin Hamad al Thani, aquí conocido como “el amigo de Macri”, es el nieto de Khalifa Bin Hamad al Thani, que fue derrocado en junio de 1995 por su hijo, Hamad al Thani, padre del Emir Tamim (el amigo de Macri).
El pobre abuelito Khalifa se había desplazado hacia Ginebra, en principio para tratarse de ciertas dolencias, y luego contemplar las “montañas mágicas” de Suiza y fotografiarse ataviado como un esquiador.
Pero no pudo regresar. En Doha, capital del emirato, el Primer Ministro, su hijo Hamad, el padre de Tamim (el amigo de Macri), tomaba el poder. Le hacía un golpe de estado filial, y le cortaba los víveres espirituales.
Durante su reinado, Hamad tuvo la iniciativa revolucionaria que le dio a Qatar la presencia, el protagonismo y la influencia que buscaba.
A través de la fundación de Al Jazeera, la cadena televisiva que tuvo un impacto inmediato. Al extremo de alterar, mediante la comunicación, la riquísima región, polvorín relativamente contenido.
Al Jazeera fue la promotora principal del fenómeno ingenuamente conocido como “primavera árabe”, que reprodujo el estrago del invierno salafista.

En Túnez, en Libia, pero sobre todo en Egipto. Al fomentar el magnífico crecimiento de los Hermanos Musulmanes, que alcanzaron el triunfo electoral con Muhammed Morsi. Y el mecánico derrocamiento del fundamentalista, por las fuerzas representativas de Occidente. Que respondían a la rigorista Arabia Saudita. En especial a los Estados Unidos, que plantaron en el poder de Egipto al general Al Sisi.
Sin embargo, Hamad, el padre golpista del Emir (amigo de Macri), tuvo de pronto un rapto de piedad. Para aceptar el regreso del abuelito. A los efectos de que muriera apaciblemente en Doha. Cuando el emirato ya pisaba fuerte, y era tomado con seriedad entre la geopolítica de las potencias. Lucía un insumo tan gravitante como el petróleo o el gas. La televisión.
En 2013, sin necesidad de reponerse de dolencias, Hamad al Thani, el padre del Emir que derrocó al abuelito, abdicó a favor del hijo.
Nuestro Tamim, el amigo de Macri, que llegó por tercera vez a la Argentina, acompañado supuestamente por 400 empresarios, que llegaron dispuestos “a ponerla”. Una vez que el parlamento convalide el Acuerdo.

Analfabetismo geopolítico

La acción de “ponerla” fue literalmente cierta. Se notó en los deseos de encontrar compañías memorables en Tequila, después de comer los “ojos de bife”. Para estudiar, de paso, las ofertas. Como poner petrodólares en Vaca Muerta, para algarabía de Nicolás Dujovne, El Youtuber, y el Bonito de la Energía, Javi Iguacel.
Gracias al analfabetismo geopolítico, que impera caudalosamente en Argentina, a nadie le importa tres pepinos el posicionamiento incómodo de Qatar en el mundo.

En la exacta centralidad del aislamiento, Qatar reluce su riquísima soledad en el conglomerado de los países del Golfo.
La versatilidad para el desconocimiento indica que el Emir viene a salvarlo a su amigo Macri.
Al contrario, en realidad el Emir apunta, razonablemente, hacia los países selectos de América del Sur. Para quebrar el injusto aislamiento al que lo somete Arabia Saudita y Estados Unidos, que arrastra a los otros países que le tienden el cordón sanitario.
Resulta extraña la coincidencia tan contradictoria. Ser el país más rico y -en simultáneo- vivir aislado.

Por apoyar el terrorismo

Donald Trump, otro aparente amigo de Macri, no sólo respalda las medidas que el mundo árabe toma en contra de Qatar. Es peor. Las genera.
Trump se atribuye el éxito de la iniciativa de aislar a Qatar por una razón tendenciosa. “Por apoyar al terrorismo”.
Fue después de la visita de Trump a Riad, capital del Reino Saudita, en mayo de 2017.
Por lo tanto, los vecinos Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Bahrein, el Yemen, cortaron, junto a los sauditas, las relaciones diplomáticas con Qatar. Al extremo de retirar los embajadores.
Se le reprocha a Qatar haber ayudado a Daesh, o sea Isis, el Estado Islámico, acusación espeluznante de por sí. Y de apoyar al movimiento internacional de los Hermanos Musulmanes.

Y también de algo aún más grave, mantener las mejores relaciones con Irán, el peor chiita del barrio. Estado señalado como el Mal.
Pero Qatar con Irán debe mantener una relación necesariamente convencional, y hasta de afecto. Comparten Irán y Qatar un gran campo de gas sobre el Golfo Pérsico.
Para colmo, en una reunión de pares, el Emir de Q

atar, Tamim, el amigo de Macri, criticó con convicciones el cambio de posición de Estados Unidos con respecto a Irán.
Y alertó a sus pares sobre una sospecha que se convirtió tal vez en el máximo error. Dijo que era imposible que Trump pudiera concluir su mandato.

Ingresa Qatar, de la mano del Emir, el amigo de Macri, en el juego de la gran confrontación de Medio Oriente.
Irán, el persa chiita, declarado “enemigo de la humanidad”, contra Arabia Saudita y el rigorismo sunnita. Pero apoyado por Estados Unidos, que promueve un acercamiento innovador entre los sauditas con Israel.

El combo de Qatar

Para no abrumar a los señores legisladores, que deben decidir sobre el Acuerdo con Qatar, con datos prescindibles que les cueste entender, resta explicar que alrededor de los conflictos de Qatar con sus vecinos confluyen las dos maneras de actuar de Estados Unidos en Medio Oriente. Con su cambiante política de estado, que alcanza a veces la inexistencia.
Para certificar que los avances pacíficos de Barack Obama y la señora Hillary Clinton fueron ensoñaciones demócratas, barridas por la brutalidad beligerante de Donald Trump y los republicanos que lo siguen.

Obama avanzó, junto a países europeos como Francia y Alemania, en un inteligente acuerdo nuclear con Irán, que sin embargo Trump destruyó con un puntapié. Como si fuera un castillito de arena.
Y el Emir de Qatar, el amigo de Macri, tal vez se apresuró en vaticinar el “impeachment” del otro amigo de Macri. Trump.
El Emir confundió la expresión de su voluntad con un dato infalible de la política.
A Estados Unidos ya no le interesa el menor acercamiento con Irán. Cerró su estrategia junto a Israel y ahora apuesta a plasmar la alianza audaz entre Arabia Saudita e Israel.
En una vertiente donde Qatar, ya asociada a Irán, nada tiene que aportar. Con Trump se acabaron las primaveras, y en los países donde transmite Al Jazeera se controla a sus periodistas con ostensible fervor.
Es lógico entonces que el Tamim al Thani, el Emir de Qatar, el amigo de Macri, busque lugares donde depositar algunos segmentos de su inagotable riqueza. Sea con la compra de clubes de fútbol, en la promoción de camisetas o en las ilusiones del petróleo. Claro que, con los dólares fáciles de los cataríes llegan también las consecuencias.
El combo de Qatar. Los tropiezos de su historia.


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