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Macri y Lagarde: un amor no correspondido

Por Alejandro Bercovich

La modestia del nuevo acuerdo con el FMI que anunciaron en simultáneo Lagarde con Nicolás Dujovne desde Nueva York y el ascendido Guido Sandleris desde el Banco Central expresa el creciente malestar con Argentina que impera en el directorio del Fondo desde hace al menos un mes. Luego de que el propio Gobierno hiciera trascender durante todo el fin de semana que el monto original del stand by se ampliaría en 20.000 millones de dólares, la extensión fue de apenas un tercio de ese monto. El adelantamiento del cronograma de desembolsos y la conversión de los fondos de «precautorios» en «libremente disponibles», por su parte, alivia las necesidades financieras para lo que resta del mandato de Macri pero las complica sensiblemente para el próximo.

La combinación de ese magro apoyo al Tesoro con las estrictas condiciones que le fijó el Fondo al Banco Central comprometen seriamente las posibilidades de Macri de llegar a las elecciones del año que viene con la economía creciendo. Y tal como él mismo lo admitió ayer, prometen deprimir en lo que resta de 2018 la actividad y el empleo de manera mucho más abrupta que la esperada hasta la semana pasada, cuando en el oficialismo se había encendido una luz de esperanza a partir de la reactivación de la bicicleta financiera y los primeros 10 días seguidos de calma cambiaria desde el inicio de la corrida en abril. Si con el defenestrado «Toto» Caputo el dólar promedio de $40,10 para todo 2019 que figura en el proyecto de Presupuesto era una quimera, con Sandleris es directamente una burla.

El quite de colaboración de varias de las potencias del G-7 que deben refrendar cada decisión de Lagarde responde a múltiples causas. Ninguno recibió bien que Mauricio Macri anunciara unilateralmente el adelantamiento de los pagos cuando aún no se había discutido en el board ni había cumplido el «tiempo mínimo de circulación», tal como se informó semanas atrás en esta columna. Pero además, los representantes de algunos de los mayores accionistas del Fondo aprovecharon para pasarle factura a Macri por haber intentado arreglar todo con el principal, Donald Trump. Si bien su delegado Mauricio Claver-Carone ostenta el 16,5% del poder de voto, con él no alcanza.

En la reticencia que expresaron los delegados de Alemania (5,3%), Holanda(5,4%) y Francia (4%) también se colaron sus lobbies nacionales. Los bancos holandeses compraron más bonos de la deuda argentina de lo que les habría convenido desde que asumió Macri por consejo de su reina Máxima Zorreguieta, economista y simpatizante de Cambiemos. Pero además, dos de sus gigantescas contratistas de obras hídricas -Van Oord y Jan de Nul- acaban de quedarse afuera de las obras de saneamiento y dragado del río Salado, un negocio de 1.000 millones de dólares. La primera iba asociada a SACDE (la ex IECSA del grupo Macri, ahora administrada por Marcelo Mindlin) y la segunda a José Cartellone. No perdieron por el escándalo de los cuadernos, porque las dos contratistas que se preadjudicaron los primeros tramos también están complicadas en él: Roggio y Helport (Eurnekian).

Con Alemania, el problema fue atómico: Siemens esperaba que Macri abandonara paulatinamente el acercamiento con las empresas estatales chinas del rubro nuclear y le devolviera a su previa preponderancia. Pero la decisión del ahora secretario Javier Iguacel fue otra: enterrar directamente el plan nuclear. AFrancia también la incomodó un asunto de negocios. Eurocopter, parienta de la Airbus, buscaba quedarse con la estatal FAdeA (Fábrica Argentina de Aviones). Pero Macri firmó en julio con un grupo sudafricano un convenio para reactivar allí la fabricación de los aviones Pampa.

Lagarde se encontró súbitamente entre dos fuegos. El año que viene, antes que termine su segundo mandato en el Fondo, pretende pegar el salto a la presidencia del Banco Central Europeo (BCE). Y ahí Estados Unidos no vota. Un colapso argentino con cesación de pagos no sería un buen antecedente, aunque el BCE con sus salvatajes haya empujado a Grecia a algo mucho peor: una depresión económica de una década ininterrumpida. Pero tampoco puede sostener a Macri a costa de los contribuyentes europeos. Es lo que los alemanes se negaron a hacer con los griegos.

Peronismo al PASO

En ese contexto adverso para la reelección de Macri, el establishment empezó a reevaluar las alternativas a mano. En los medios de un importante grupo de comunicación, de hecho, ayer bien temprano bajó la orden editorial de empezar a nombrar como «alternativo» al peronismo no kirchnerista. Al menos desde lo semántico, habrá por algunas semanas un acompañamiento monolítico al intento de germinación que se lanzó por la tarde, con la foto de Sergio Massa, Miguel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti. Tanto el aceitado tándem parlamentario Massa-Pichetto como su versión provincial y más filo-macrista (Schiaretti-Urtubey) vieron subir sus acciones entre los empresarios casi a la par del dólar en la City.

Consciente de que es el único de ese lote con caudal propio de votos, Massa se presentará en Washington el 15 de octubre, invitado por el Woodrow Wilson Center, para instalarse ante los mercados en el sitial que Macri quiso ofrendarle sin éxito en Davos apenas asumió: el de líder de la oposición. Darío Lizzano, un multimillonario financista argentino radicado en la Gran Manzana desde 2002, cuya amistad se ocupa de cultivar, le escribió por whatsapp esta semana que urge su presencia en Estados Unidos. «Acá tienen que entender que el peronismo no es solo Cristina», le rogó. A eso va.

La gran pregunta es qué relación establecerá ese peronismo dialoguista con Cristina Kirchner, a quien la crisis reposicionó en el mapa político aunque sin elevar demasiado el «techo» de votos al cual Macri apuesta su pellejo. ¿Habrá una gran PASO de todo el peronismo? A esta altura, todos responden que no. Pero depende mucho de cómo evolucione la crisis. ¿Y si el oficialismo suspende las PASO con la excusa de recortar un gasto innecesario? Entre los «alternativos» dan por hecho que el radicalismo nunca lo aceptará. «¿Vos pensás que los radicales les van a regalar la lapicera a los del PRO en todos los distritos? ¡Estás loco!», le dijo a BAE Negocios uno de sus caciques.

Hará falta mucho equilibrio. Y recalibrar el «medio», si es que sigue existiendo. El 80% de los votantes que se inclinan por Massa en las encuestas, por caso, critican más a Macri que a Cristina en los focus groups. Siguen enojados con la expresidenta y le endilgan parte de la responsabilidad por la crisis, pero ya no compran llave en mano la tesis de la pesada herencia.

Quién da más

Los alterperonistas también creen que Cristina llegará libre a las elecciones. Que no hay espacio para los paralelismos con Brasil y que Macri terminará su mandato: «Como no va a haber una Dilma ni un Lula, tampoco va a haber un (Michel) Temer», definió el referente citado más arriba.

Hay un elemento objetivo que los acompaña en el razonamiento. La causa de los cuadernos del chofer de Roberto Baratta, donde el juez Claudio Bonadío terminó por apoyarse en el testimonio del atormentado revoleador de bolsos José López, chocará en breve con ciertas pruebas de la causa original donde el Tribunal Federal Nº1 investiga al exsecretario por enriquecimiento ilícito. Ahí, por ejemplo, consta el testimonio de una empleada del convento que durante la instrucción contó que López y su esposa pidieron por teléfono que les armaran una pieza «porque necesitaba un retiro espiritual de unos días». Los bolsos, además, tienen todavía los adhesivos de vuelos a Miami de López y de su esposa, lo cual desmentiría que hayan pertenecido a terceros.

Brasil puede no anticipar el futuro pero sí puede influir mucho en la suerte del plan Lagarde, que desde ayer ejecutan Dujovne y su exviceministro Sandleris, el tercer presidente del Banco Central que designa Macri sin demasiado apego a la independencia del Ejecutivo que solía exigirles a sus antecesores. ¿Qué pasará con el real si el 7 de octubre las urnas vecinas catapultan al balotaje al fascista Jair Bolsonaro y al petista Fernando Haddad? ¿Y con el peso? Es lo que también sugieren seguir de cerca en el peronismo no kirchnerista.

El Presidente elige no correr riesgos. Declinó la invitación al pomposo evento que organizó el exalcalde neoyorquino Michael Bloomberg el martes, donde dieron el presente casi 40 mandatarios de todo el mundo que habían viajado a la asamblea de la ONU. El encuentro, que reemplazó a la Clinton Initiative, era un lugar ideal para el Cambiemos «obamista» de 2016. Pero Blooomberg planea candidatearse en dos años a presidente por los demócratas y competir con Trump. Y Macri no quiso repetir el error de jugarse anticipadamente por un candidato a presidir la primera potencia del mundo. Trump ya lo perdonó una vez.

Fuente: BAE


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