En la AMIA festejan por Rosenkrantz y además porqué Lorenzetti no quiso hacer el ajuste

Todos los integrantes de la Corte.
Todos los integrantes de la Corte.

Existen múltiples especulaciones y relatos sobre la salida de Ricardo Lorenzetti de la Corte Suprema. Priman las lecturas políticas, aquellas que afirman que el Gobierno quería al finalmente elegido Carlos Rosenkrantz y de que Elisa Carrió traía apuntado al rafaelino.

Sin embargo tal vez la clave habría buscarla en el despacho del ministro de Justicia, Germán Garavano, en la calle Sarmiento. «Lorenzetti entendió que no le convenía ser el presidente de la Corte, que va a tener que hacer el ajuste, lo tuvo en claro después de una reunión con Dujovne», habría dicho el funcionario a su equipo directo.

La reunión a la que hace referencia fue la semana pasada, cuando Dujovne volvía de Washington de la cita con el FMI y se reunió con Lorenzetti por mediación de Ernesto Sanz, que era el jefe de Dujovne cuando este era asesor en el Senado.
Allí el ministro de Economía fue muy tajante sobre la necesidad de que los jueces deberán comenzar a pagar el impuesto a las ganancias, un reclamo generalizad. Lorenzetti se lo esperaba y solo atinó a decir que la intangibilidad salarial de los magistrados está consagrada por la Constitución y que no alcanza con una ley de presupuesto.
«En dos días tenés 300 juicios de jueces contra el Estado», comentó por lo bajo el todavía titular de la Corte. Giros del destino: lo mismo le explicaba Lorenzetti a Axel Kicillóf cuando este era ministro de Economía del kirchnerismo y se debatía la reforma judicial.
Para entender: el Consejo de la Magistratura giró un pedido de $35 mil millones para 2019 que se suman a los $10 mil de la Corte Suprema. La idea de Dujovne es que ambos cuerpos se arreglen con 30 mil millones de pesos para el año próximo. A cambio, como gesto, el Gobierno se olvida del fondo de la Corte para emergencias que ronda ya los 15 mil millones de pesos.
Como sea, Lorenzetti no quiso ser el juez de las vacas flacas. Acostumbrado al protocolo y deslumbrado por el besamanos habitual, Lorenzetti fue un caudillo de jueces federales y muy rápido comprendió que el liderazgo se ejerce desde los recursos. Y sin recursos, para un pragmático como Lroenzetti, todo cuesta el doble.
La primera señal de lo que iba a suceder la dio Elena Highton de Nolasco cuando de visita por México para la Cumbre Iberoamericana de Jueces le dijo al titular de la Magistratura, Miguel Piedecasas, que ella no imaginaba a Lorenzetti tolerando una poda a los recursos de la Corte.
La jueza recordó que cuando el kirchnerismo quería quitar los plazos fijos de la Corte del Banco Ciudad y enviarlos al Nación fue la primera vez que Lorenzetti se apersonó en Olivos y dijo que si eso se hacia renunciaba la Corte en su totalidad, incluido Eugenio Zaffaroni.
Highton, como ya había anticipado CyR, le soltó la mano a Lorenzetti y a la hora de la verdad se acomodo con Rozenkrantz, para convertirlo en el nuevo presidente del máximo tribunal a partir del 1° de octubre, para alegría del gobierno de Cambiemos y del operador Fabián «Pepín» Rodríguez Simón, que fue quien se lo propuso al presidente Macri.
La llegada de Rosenkrantz a la presidencia de la Corte generó alegría también en la AMIA, ya que su presidente, Agustín Zbar, tiene con él una muy buena y antigua relación, desde el regreso de la democracia, cuando varios abogados jóvenes, liderados por Carlos Nino, orbitaban cerca del presidente Alfonsín.
Y esa alegría tiene su correlato en el juicio que se sigue adelante por las irregularidades en la investigación del atentado contra la mutual judía, donde están como imputados los ex fiscales Mullen y Barbaccia, quienes no fueron acusados por la querella de la AMIA en sintonía con la del Ministerio de Justicia.
Dicen quienes asisten al juicio que los dos están convencidos con el cambio en la Corte que podrán conseguir la absolución por parte del tribunal oral o, de última, con la máxima instancia judicial.

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