| Columnistas

Macri trota solo hacia la «re-re-re» y el establishment busca auspiciar un contrapeso

Por Alejandro Bercovich

Christine Lagarde enterró en pocas horas un debate que consumió más tinta y horas de conversación que ningún otro en la era Macri. Recién aterrizada, bendijo el gradualismo que cuestionan los ultraortodoxos propios y extraños como la única vía para encarar el ajuste fiscal con el que se juramentó Nicolás Dujovne al asumir. Con esa hoja de ruta, con el sindicalismo disciplinado y con la oposición todavía atontada por la derrota del año pasado, el Gobierno copó la parada: salió a marcarle la cancha a una Justicia que ensayó sus primeros gestos de rebeldía y puso a sus huestes en modo campaña con la triple reelección (Nación, Ciudad y Provincia) como norte.

El empresariado da por hecho que ese anhelo oficial se cumplirá, pero está lejos de compartir el embelesamiento de la jefa del Fondo Monetario con el nuevo modelo económico. Por eso reactivó, por ahora tímidamente, sus contactos con dirigentes opositores. Si ocurre lo que vaticinó Nicolás Massot sin saber que seguía al aire en un estudio de TV y el peronismo vuelve al poder en 2023, los dueños del capital quieren que se parezca más a Miguel Pichetto que a Cristina Kirchner.

Carente de votos propios, a diferencia de su exjefa y ahora archienenemiga, el rionegrino trabaja para que el embrión que cuida el establishment llegue a nacer. Seguirá mostrándose «racional» sin dejar de cobrarle cada favor al oficialismo. Así como un mes atrás consiguió que Federico Pinedo le encargara presidir la Comisión de Asuntos Constitucionales a su compañero Dalmacio Mera y no a los cambiemitas Laura Rodríguez Machado ni Ernesto Martínez, anteayer frenó en seco el intento del propio Martínez por apurar el desafuero de su Cristina Kirchner. Tras bambalinas juega al mismo equilibrio: desde hace unas semanas le pide consejos sobre economía a Miguel Peirano, el último ministro de Néstor, pero ayer dejó entrever a quienes lo sondearon en reserva que no será un obstáculo insalvable para que Inés Weinberg de Roca se convierta en la nueva procuradora.

Si todo sigue como hasta ahora, incluso con turbulencias como la corrida cambiaria en curso, el rebrote inflacionario que generó la devaluación y el encarecimiento del crédito internacional, Macri irá por su propia reelección y tanto Vidal como Rodríguez Larreta harán lo propio. En público lo dan por confirmado, pero en el laboratorio de campaña le dibujan un asterisco. «No vamos a regalar nada. Si el margen es muy finito y hay riesgo de segunda vuelta contra un candidato opositor moderado, todavía hay un 10% de chances de que vaya María Eugenia», confió a BAE Negocios un ministro que participa de esa discusión. La usina de Jaime Durán Barba ya dio su dictamen: aún como candidata a presidenta, Vidal arrastraría votos para mantener la provincia como hizo el año pasado con Esteban Bullrich.

Lo que buscarán saldar antes de que termine el Mundial es la discusión por quién acompaña al Presidente en la boleta, en el escenario al que asignan mayores chances. «Es mucho tiempo ocho años. Y si me pasa algo, Gabriela choca», dijo con desazón Macri sobre Michetti apenas horas antes de la primera reunión del gabinete ampliado «de mujeres», donde quedó claro que a Cambiemos le resulta ajeno hasta el vocabulario del feminismo.

Como Durán Barba exige boleta mixta, las acciones que más suben son las de Carolina Stanley. El radicalismo aliado podrá seguir pataleando, pero no le darán el gusto. Ayer lo supo por boca de Rogelio Frigerio el mendocino Alfredo Cornejo, que tiene vedada la reelección en la provincia y aspira a dar ese salto. Sí contará con la Rosada Ramón Mestre para saltar de intendente a gobernador en Córdoba. No así su correligionario José Corral, flojo en las encuestas y vetado por la tuitocracia de Elisa Carrió.

¿Hay 2019?

El lema bajo el cual el peronismo más combativo se reunió el fin de semana pasado en San Luis desnudó lacanianamente su momento de debilidad. Como los grupos de autoayuda que prometen a adictos y sufrientes una vuelta a la vida normal, su «hay 2019» procura ilusionar a sus simpatizantes con la mera supervivencia el año que viene. Sergio Massa les huye a esos reagrupamientos pero advierte que la avenida del medio también se angosta y que el más oficialista de los opositores, Juan Manuel Urtubey, se apresta a perder su silla a manos su excompañero de fórmula en 2015, el ahora cambiemita Gustavo Sáenz. La impensada vigencia de Cristina Kirchner encierra la paradoja que tranquiliza al Gobierno: con ella no alcanza pero sin ella no se puede. El slogan oficial parece dialogar irónicamente con el justicialista: ¡Sí, se puede!

En territorio bonaerense, el macrismo aspira a coronar un 50% de los votos y barrer a varios intendentes que se mantuvieron a flote tras la tempestad del año pasado. «Si María Eugenia llega al 50%, Macri reelige sin segunda vuelta», especula nuevamente el ministro inmerso en las precoces alquimias electorales. En Avellaneda jugarán fuerte por Gladys González contra el ultrakirchnerista Jorge Ferraresi. En Hurlingham, por Lucas Delfino contra el antiguo escudero de Amado Boudou, Juanchi Zabaleta. En San Martín, por Santiago López Medrano contra el resiliente Gabriel Katopodis. Pero la apuesta más osada es la del ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro, contra la matancera Verónica Magario. «Si es necesario, Jaime (Durán Barba) se va a radicar en La Matanza», bromean en la Rosada. Hay que ver cómo caen en Isidro Casanova los métodos de Cambridge Analytica.

El test en el barro será el próximo timbreo, al que los dirigentes territoriales del PRO esperan que se sumen más figuras destacadas del Gobierno. Si bien nadie se animó a reprochar la ausencia de Macri en el primero del año, sí hubo pases de factura internos porque los ministros participaron mal y poco. El mismísimo jefe de Gabinete se limitó a mandar un mensaje de audio por whatsapp y a dejar un rato a su familia en el country de Pilar donde descansaba para sacarse una foto con Nicolás Ducoté e insuflar moral a la tropa.

En Comodoro Py bastaron dos retos para que se propague el pánico. La postulación de Weinberg de Roca, una mujer ajena a ese ecosistema, y la reprimenda en poblado y en banda al juez Eduardo Farah por haber liberado a Cristóbal López abortaron el conato de rebelión que se había insinuado con el desguace del tribunal que se aprestaba a juzgar a Cristina Kirchner. Difícilmente se profundice.

La fiesta en paz

Transcurrida la cumbre del G-20, resta ver por último si Federico Sturzenegger se mantiene al frente del Banco Central tras tres semanas de hacer todo lo contrario de lo que juró que haría durante dos años. «De ninguna manera se va a ir antes de la cumbre. Sería un papelón», dijo a este diario uno de sus incondicionales diez días atrás, cuando arreciaban las versiones sobre su renuncia. Los u$s 1.500 millones de las reservas que debió sacrificar para contener la corrida cambiaria (contando los 350 millones de ayer) no le duelen tanto como el costo de reputación que implica haber trocado la libre flotación por la «gran Redrado».

El más herido, en rigor, no es él. Los que no ocultan su desprecio por las órdenes inapelables que les baja el vicejefe Mario Quintana son sus colaboradores más ortodoxos, como el economista jefe Andrés Neumeyer y gerente general Mariano Flores Vidal. Habituados a apoyarse en latiguillos anglosajones mal traducidos como «al final del día», los tecnócratas ya desarrollaron prácticamente una gramática propia. «Creo que puedo vivir con eso», respondió por ejemplo Sturzenegger ante uno de los últimos pedidos de Quintana. Pero pidió: «Dejame consultarlo con mi equipo». El equipo se negó.

A los industriales, en cambio, Macri decidió ofrendarles una prenda de paz. Martín Etchegoyen, el secretario de Industria, fue ascendido ayer y será una especie de vice de Francisco Cabrera, encargado de coordinar mesas sectoriales que atenderán las crisis de los rubros fabriles más castigados.

«Queremos intensificar el diálogo a más sectores. Esto no es una respuesta a ningún hecho puntual, pero sí es una señal de que queremos dialogar», dijo anoche a BAE Negocios el ascendido, a quien reemplazará Fernando Grasso, otro funcionario que cae bien en la UIA. En la reunión de Junta Directiva de la UIA, el martes, había cundido el escepticismo incluso respecto de que esas mesas se fueran a convocar. Su presidente, Miguel Acevedo, les pidió 15 días a sus colegas. «Que en solo dos días haya este avance es una gran señal», destacó ayer ante este diario.

Fortalecido en su línea dialoguista, Acevedo también celebró la excepción que hizo Donald Trump para al acero y el aluminio argentinos a las nuevas barreras que levantó a la importación. «Fue un éxito rotundo del Gobierno», valoró. Si bien no se revisarán las barreras al biodiesel, mucho más dañinas para la balanza comercial, por algo se empieza. Mientras no haya contrapeso y Macri siga corriendo solo, los que tienen mucho para perder se conformarán con lo que les da.

Fuente: BAE


Compartir: