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Un marco conceptual: por qué algunos policías son corruptos y otros no

Hay más corrupción en algunos lugares y en algunos momentos que en otros. La pregunta es: ¿Por qué? ¿Qué podemos aprender de esos lugares y momentos donde hay menos corrupción?

La inseguridad es generalizada en AL.

La corrupción policial es generalizada en AL.

Por Mauricio García Mejía

La corrupción en la policía ocurre en todos los países, ricos y pobres, grandes y chicos, azules y rojos, del norte y del sur. Tampoco es algo nuevo. En los archivos nacionales latinoamericanos o el Archivo General de Indias encontraremos que varios Alcaldes de Santas Hermandades fueron procesados por actos que hoy consideraríamos de corrupción, tales como contrabando de aguardiente, cobrar irregularmente por autorizar marcas de ganado, robar mulas, y otros tantos delitos.

Pero también es cierto que hay más corrupción en algunos lugares y en algunos momentos que en otros. Entonces la pregunta es: ¿Por qué? ¿Qué podemos aprender de esos lugares y momentos donde hay menos corrupción?

En mi trabajo en el BID, he tenido el privilegio de trabajar con policías en Ecuador, Nicaragua, Honduras, Perú, Costa Rica y varios otros países. Llevo, además, sobre 20 años trabajando en temas relacionados con la modernización de instituciones de gobierno, incluyendo las policías. Me di cuenta que el fenómeno de la corrupción en las policías, pese a ser un problema histórico y tan importante, no cuenta con algún marco conceptual completo y específico para entenderlo mejor.

Hay mucha literatura pionera que documenta casos de éxito de otras latitudes, que recopila buenas prácticas, que se enfoca en factores de riesgo, o en tipos específicos de corrupción, pero es poca la literatura que busca construir marcos conceptuales completos para entender y tratar el fenómeno de la corrupción policial. Un buen marco teórico para la corrupción policial nos permite entenderlo con toda su complejidad. No es suficiente tener mucha voluntad política para resolver un problema que no comprendemos bien.

Un marco conceptual de la corrupción policial

Producir un marco conceptual que permita explicar los principales factores, conceptos o variables que afectan la corrupción policial, así las presuntas relaciones entre ellos, fue mi tesis de doctorado. El ejercicio permitió aislar aquellos factores que afectan (ayuden a iniciar, estorben o interrumpan) procesos que mueven a personas a cometer actos de corrupción, que serían aquellos factores causalmente relevantes de la corrupción policial. Ser un factor causalmente relevante significa la manipulación del factor afectaría el resultado en uno u otro sentido.

La construcción del modelo se basó en la Teoría de la Acción Situacional (TAS) de Per-Olof H Wikström (2010), por lo que he denominado este modelo como una Teoría de la Acción Situacional orientada a la corrupción (TAS-C).

Como todo modelo situacional, partimos de cuatro elementos centrales.

  • la persona;
  • el escenario;
  • una situación;
  • y la acción.

La interacción entre una persona y un escenario crean una situación (que es una percepción de alternativas de acción y un proceso de decisión) que resulta en una acción (o inacción).

Entonces, el acto corrupto es el resultado de la interacción de diferentes elementos de un proceso situacional. Las personas se involucran en actos de corrupción porque en primer lugar ven tales actos como una alternativa viable y, segundo, escogen (por hábito o deliberadamente) llevarlos a cabo.

¿Por qué algunas personas ven alternativas de corrupción donde otros no las ven? ¿Por qué algunos escogen llevar a cabo actos de corrupción donde otros escogen no hacerlo? La respuesta empieza a hacerse más evidente a partir del modelo situacional: todo depende de las motivaciones de los policías, los filtros morales y los controles.

Los individuos traen consigo una serie de valores que han aprendido de la sociedad cuando entran a las organizaciones policiales. Estos valores puede que no sean consistentes con los valores que se esperan de su nuevo rol dentro de la institución. La forma de minimizar el riesgo de incorporar nuevos miembros con valores contrarios a los de la institución es con criterios estrictos de entrada para nuevos individuos, con pruebas de confianza y evaluaciones estrictas, entre otros.

En caso de que este proceso de selección inicial falle, los procesos de capacitación y socialización internos de la institución se encargarían de ajustar esos valores, reforzando la “lógica de lo apropiado” (cuando asumimos, claro, que los valores o reglas morales de la institución policial desincentivan la corrupción). Este sería el tipo de dinámica de modelamiento de valores que regiría dentro de una entidad como la policía, en que sus miembros, a la hora de tomar una decisión, piensan más en lo que “es apropiado para la institución” que en las consecuencias que el hecho tendría para la persona como individuo (como enriquecerse ilegalmente, o caer ante alguna provocación). Es el caso de los soldados o de los bomberos, que entran es situaciones de altísimo riesgo de muerte porque son parte del rol que han aceptado en función de su elección ocupacional, el entrenamiento que han recibido y los valores que han visto en la organización. Para ello, es fundamental que existan códigos de conducta claros, acompañados de capacitaciones que difundan y promuevan valores positivos, y que los supervisores den oportuna retroalimentación de la conducta a sus subordinados, entre otros factores.

Si aún estos medios no funcionan, quedamos en mano de la capacidad de autocontrol de los policías: ¿pueden resistir la presión de sus pares o superiores para no corromperse? El alcohol, drogas y altos niveles de estrés pueden afectar esta habilidad.

Luego aparecen los mecanismos formales e informales de control de conductas desviadas que podrían corregir los casos inevitables de individuos que ingresaron con valores o percepciones diferentes a los de la institución. Recién acá nos ocupamos de la capacidad disuasoria de los controles. Su efectividad depende de cómo los percibe el individuo: cómo es el monitoreo formal e informal, el riesgo de actuación y la dureza de las sanciones (sociales y legales) si ocurre una violación de una regla de conducta.

Pero si estos mecanismos tampoco son efectivos, el resultado no es para nada alentador. Es ahí donde encontraremos instituciones con valores muy alejados de lo que se esperaría de la función policial en democracia. La buena noticia es que ahora que entendemos mejor el problema, podemos encontrar e implementar mejores soluciones, como ya lo han hecho varias Policías de la región.

Fuente: Blog sin miedos.


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