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La sorprendente revelación de Lagomarsino cuando fue indagado por la muerte de Nisman

El técnico reveló un dato que tenía angustiado al fiscal y que estaba relacionado con su vida familiar. Un tema que lo tenía muy angustiado.

Lagomarsino cree que Nisman se suicidó.

Lagomarsino está convencido de que Nisman se suicidó.

La página 362 de la indagatoria del técnico informático Diego Lagomarsino en la causa por la muerte del fiscal Alberto Nisman encierra un dato revelador y que hablaba de la compleja situación personal del fiscal del caso AMIA antes de morir.

«Quiero dejar asentado algo que Alberto me dijo en Chile y que me dejo mal y que no voy a repetirlo», dijo Lagomarsino, en su indagatoria ante el juez Julián Ercolini y el fiscal Eduardo Taiano. CyR tuvo acceso a ese contenido, pero por tratarse de personas menores de edad, no se publica en forma textual.
El técnico dijo ante el fiscal y el juez que Nisman estaba preocupado por una pelea que había tenido con su ex esposa y su novio, por una cuestión relacionada con las hijas del matrimonio. Era una cuestión, aseguró el técnico, que lo tenía muy angustiado.
Se trata de un golpe frontal contra la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo que es la gran acusadora mediática de Lagomarsino. El técnico es la pieza central en la tesis de Arroyo para decir que Nisman fue asesinado por haberle llevado su pistola el día anterior a su muerte.
Pero hay más. El novio de Arroyo a quien se refiere Lagomarsino es el abogado Guillermo Elazar, quien habría tenido de diversos nexos en la ex SIDE, según fuentes judiciales. Elazar tuvo un episodio extraño ya que el juez Luis Rodríguez investigó en su momento amenazas recibidas por Nisman en su casilla de correo electrónico.
Tras la muerte de Nisman, Elazar le envió a Arroyo Salgado una foto de una tapa de la revista Noticias en la cual aparecía Nisman con un punto negro en la frente. El peritaje demostró que la mancha no era un error de imprenta y que había sido hecha adrede. Rodríguez investigó entonces a Elazar.
Elazar es un hábil abogado que siempre supo rodearse de figuras influyentes. Su cercanía a personajes de la política vernácula y su amistad con Pablo Batalla, por entonces director general del Teatro Colón, lo llevaron a experimentar un paso por la función pública entre 2001 y mediados de 2004.
Algunos memoriosos trabajadores que todavía continúan en el Colón lo recuerdan más por su vestimenta elegante y sus esfuerzos por mostrarse influyente que por su tarea propiamente dicha. Entre otros emprendimientos, también es socio del actor Fernando Lúpiz en Montana Producciones, una productora de contenidos teatrales.