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El ventilador de De Vido, el peor de los miedos del establishment

Por Alejandro Bercovich

A la misma hora que Julio De Vido entraba a Comodoro Py tras eludir como poste a la Gendarmería y encargaba a los periodistas un champán para Elisa Carrió, su sucesor en las alturas del Palacio de Hacienda, Guillermo Dietrich, llegaba para la sobremesa a Aldo’s, el restó a la vuelta de la AFIP que se convirtió este año en el epicentro de la rosca cambiemita. Tan habitué de sus mesas como lo fuera hasta hace poco Amado Boudou, a quien se llegó a sindicar como su dueño en las sombras, al ministro de Transporte lo esperaban el jefe de asesores de Macri, José Torello, y el mayor retirado Juan José Gómez Centurión. Bromas y brindis aparte, los secretos que se llevó consigo al penal de Ezeiza el exministro de Planificación sobrevolaron el final del almuerzo.

El financista Luis Ribaya es uno de los protagonistas de esas anécdotas de aviones privados, giras presidenciales y fines de semana en el refugio devidista de Puerto Panal. Fue eyectado el mismo miércoles del directorio del Banco Nación al mismo tiempo que el radical mendocino Enrique Vaquié y el antiguo escudero del ultraortodoxo Pedro Pou, Alejandro Henke. Pero a diferencia de ellos, no recalará en ningún otro raviol del organigrama. Lo salpica una amistad con De Vido que Macri conocía pero había decidido soslayar. Hasta esta semana.

Ribaya esconde ahora el mismo DNI tarjeta que solía exhibir como un salvoconducto durante el gobierno anterior. Nacido en el páramo santacruceño de Puerto Deseado, hizo una carrera larga y brillante en el Galicia mucho antes que Nicolás Dujovne, otro talento que tuvieron a su servicio durante años las familias Escasany, Ayerza y Braun Menéndez. Después presidió durante años el Mercado Abierto Electrónico (MAE). Así juntó una fortuna aún mayor que la que declara el Presidente.

El problema de Ribaya no es que lo haya mencionado en agosto en su declaración indagatoria ante el juez Sebastián Casanello el hombre de los bolsos, José López, como quien lo ayudó a tramitar un crédito hipotecario (finalmente frustrado) para comprar la mansión de Dique Luján donde vivía y atesoraba su dinero mal habido. Tampoco lo hundieron las versiones publicadas por Clarín de que le dio una mano en julio de 2015 a Florencia Kirchner para abrir las cuentas en el Galicia de Río Gallegos donde luego ingresaron sumas millonarias. Ni siquiera forzó su impugnación el testimonio de Martín Lanatta, uno de los condenados por el triple crimen de General Rodríguez, quien aseguró haberle tramitado la renovación de su permiso para portar armas por recomendación del exjefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien lo presentaba como “amigo de Néstor”.

Macri sabía todo eso porque se lo contó Alejandro Macfarlane, el empresario que acaba de vender la eléctrica Edelap y que en el mismo pase de manos convirtió también en multimillonario a su exvocero y actual secretario de Medios de la Nación, Jorge Grecco, a quien había cedido un 2% de la compañía por la que cobró 260 millones de dólares. El chisme le costó a Macfarlane un disgusto cuando, meses atrás, Ribaya amagó con entrarle a golpes en pleno La Huella de José Ignacio. Pero lo que terminó por convencer a Macri de echarlo fue el rol activísimo que jugó en la estructuración de los fideicomisos Gas I y Gas II, que movieron miles de millones de dólares durante el primer kirchnerismo y de los cuales De Vido podría empezar a hablar. Si De Vido decidiera prender el ventilador, lo último que querría Macri es ver salpicado un funcionario en ejercicio.

Mancha venenosa 
Solo, humillado y muy delicado de salud, De Vido cree que saldrá libre pronto. No se ve en la situación del contador Víctor “Polo” Manzanarez, histórico contador de los Kirchner también preso en Ezeiza, quien solo pudo ver una vez a su familia desde que se lo llevaron de Gallegos tres meses atrás. El exministro se ampara en sus secretos y en las artes del veterano exministro de Obras Públicas menemista Roberto Dromi, cerebro de las privatizaciones de los servicios públicos y mago del derecho administrativo. Dromi le dio un consejo clave: firmar la menor cantidad posible de papeles. Lo de los secretos se lo había enseñado antes Néstor.

Otro que sintió escalofríos como Ribaya al ver a De Vido vestido de presidiario fue Armando Losón, el jefe del grupo Albanesi, quien también supo aprovechar la figura del fideicomiso para hacer buenos negocios de la mano del arquitecto. Losón viene repartiéndose con Nicolás Caputo y Marcelo Mindlin los proyectos más jugosos que licita Juan José Aranguren para generar electricidad a precios subisdiados. Se fotografía con todos los macristas que se le acercan para dejar constancia de que fue amnistiado. ¿Funcionará eso como una especie de aviso cifrado a Comodoro Py? ¿Alcanzará, incluso si no le alcanzó a Ribaya la banca de los tíos del empoderado jefe de Gabinete Marcos Peña?

Paolo Rocca, de Techint, también teme que De Vido lo mencione ante la Justicia para intentar salvarse. La procuraduría antilavado (PROCELAC) lo tiene denunciado por el escándalo brasileño del Lava Jato, donde decenas de contratistas fueron halladas culpables de coimear políticos para alzarse con obras públicas. Por ahora, como tantas otras que solo afectan al poder económico, la causa está paralizada. La “T” también es investigada por el fiscal Sergio Rodríguez, titular de la Procuraduría de Investigaciones Administrativas (PIA), quien debe establecer si hubo un esquema similar en Argentina. Nada de eso pudo haber sido ajeno a De Vido, quien también ayudó a Rocca a negociar la indemnización multimillonaria que le pagó Hugo Chávez por Sidor, la filial que le expropió en Venezuela. Contra lo que sugirió en el coloquio de IDEA, aquella salida negociada no terminó como un mal negocio para Rocca.

Le pertenecemos 
En el almuerzo en Aldo’s, Dietrich también compartió la mesa con el sucesor de Gómez Centurión en la Aduana, el ex presidente de la cervecería Quilmes, Diego Dávila. Prueba más que suficiente de que el recambio en el organismo más sospechado de corrupción desde la época de la colonia fue pacífico y sin zancadillas. Es la misma apariencia de armonía interna que reinaba entre los funcios del kirchnerismo cuando gozaban de su luna de miel con la sociedad. Ahora la mayoría se pregunta quién será el próximo en calzarse el casco de Gendarmería, con motivos o sin ellos. Como en el cruel meme que hacen circular divertidos los macristas con la foto de Aníbal Fernández y el slogan del Telekino: “¿Y si esta semana te toca a vos?”.

Entre los sindicalistas, ese miedo a la prisión donde ya recalaron el “Pata” Medina y el “Caballo” Suárez se sumó al resultado arrollador del domingo para terminar de enterrar cualquier conato de resistencia a la flexibilización laboral en cuotas que impulsa Triaca. Aunque no hubo ningún Moyano en la reunión donde el triunvirato cegetista depuso las armas para felicitar al ministro de Trabajo y al vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, la familia camionera tampoco representa un peligro para los planes de Macri. Está todo listo para que avance. Pasantías, rebaja de aportes patronales y multitareas serán palabras repetidas en las crónicas de acá a fin de año.

Más que de sus propias causas judiciales, Hugo Moyano sigue pendiente de la situación de OCA y su fusión a medias con el Correo Oficial, que sus empleados llaman “Plan Quintana”. La solicitada que publicó Patricio Farcuh del día de la elección fue una señal de que fracasaron sus súplicas ante Andrés Ibarra, a quien llamó “Andy” en un último y cariñoso mensaje de voz de whatsapp. Farcuh fue siempre señalado como un testaferro de Moyano, pero su relación se rompió para siempre el verano pasado. ¿Será la reestructuración del mercado postal parte del “reformismo permanente” que anunciará Macri el lunes?


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