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Indicios de un nuevo tiempo político

Por Nicolás Solari*

El gobierno, el círculo rojo y ese gran segmento de la sociedad que se identifica esencialmente como antikirchnerista festejó que la pesadilla no se haya hecho realidad.

Cambiemos, esa construcción política tantas veces subestimada, dio una nueva muestra de osadía y músculo político: fue la fuerza más votada a nivel nacional y, en comparación con la presidencial del 2015, mejoró su performance en 18 distritos, alzándose con diez victorias y un crucial empate en la Provincia de Buenos Aires.

En la tan mentada madre de todas las batallas, la maquinaria de Cambiemos evitó lo que pocas horas antes se había instalado como una verdad indisimulable: que Cristina Kirchner triunfaría en tierras bonaerenses y desde allí edificaría su vuelta a la presidencia. Un miedo desproporcionado e irracional, como define la psicología a las fobias.

Cristina cerró su primer campaña de opositora con un sabor amargo. No pudo doblegar a un candidato módico como Esteban Bullrich y fracasó en su intento de expandir la coalición de votantes que hace cuatro años respaldó la trunca candidatura de Aníbal Fernández, un error que perseguirá a la ex presidenta por lo queda de su carrera política.

El mediano plazo es auspicioso para Cambiemos, en tanto que el peronismo se adentra cada vez más en su propio laberinto. El liderazgo de Cristina Kirchner se apaga lentamente a la luz de su fracaso en tierras bonaerenses y de la mediocridad de los resultados obtenidos por las listas de Unidad Ciudadana allí donde compitieron. Apenas Agustín Rossi y Daniel Filmus pudieron exhibir victorias, pero no en la elección general, sino en las primarias justicialistas en las que compitieron con mejor tino que la ex presidenta.

Sergio Massa, el líder renovador que se proponía como conductor alterno del justicialismo, fracasó estrepitosamente y cayó víctima de una polarización en la que resistió creer hasta la noche del domingo. Apenas se impuso en su terruño, Tigre, por unas pocas décimas, un golpe difícil de digerir.

En el interior, el peronismo tampoco salió indemne. El justicialismo amable que podía representar el cordobés Juan Schiaretti sufrió un revés que lo obliga a repensar sus próximos dos años de gobierno: la lista encabezada por el vicegobernador fue arrasada por una diferencia de más de quince puntos. Macri siempre tiene y tendrá palabras especiales de agradecimiento para los cordobeses. Entre los otros caciques heridos merecen una mención especial los hermanos Rodríguez Saá que perdieron en su distrito por primera vez en 30 años de democracia frente a un engranaje electoral que articuló a Cambiemos con peronistas deseosos de cambio. Los peronistas del interior miran la alquimia con expectativa y los radicales con inquietud.

Es que a los socios radicales de Cambiemos les fue bien, pero no tanto. Defendieron exitosamente Mendoza, Jujuy y Corrientes, crecieron en Formosa y además se dieron el gusto de doblegar al peronismo santacruceño y pampeano, pero se quedaron cortos en el asalto a La Rioja y Tucumán, encabezado por los ex ministros Julio Martínez y José Canó. Tampoco pudo imponerse Brizuela del Moral en Catamarca, ni Aída Ayala en Chaco.

Los grandes ganadores de la elección son Macri, Peña, Vidal, Rodríguez Larreta y Carrió. Los cuatro primeros trabajan en equipo y, amén de sus ambiciones personales, tienen un destino en común desde hace rato. Con los resultados del domingo se allana el camino re eleccionario para 2019. Es cierto que falta mucho, pero el horizonte comienza a verse despejado, con un peronismo acéfalo y una economía que finalmente podría estar arrancando. Lilita Carrió, por su parte, vive su primavera política: le brindó a Cambiemos una de las victorias más importantes del país y contribuyó activamente en otros distritos clave. Su bloque parlamentario crecerá fuertemente en diciembre y se proyecta como una figura cada vez más gravitante de este nuevo tiempo político que pone a Cambiemos como eje ordenador de la política, un sitial que hasta hace poco conservaba el peronismo.

Pese a todo, la elección legislativa aún no terminó, porque de hecho ni siquiera comenzó. El sistema de elecciones primarias plantea en la práctica una elección legislativa a dos vueltas. Con el ‘input’ electoral que significaron las elecciones del domingo, los votantes podrán reevaluar su preferencia de cara a los comicios de octubre. Los electores de las fuerzas que quedaron rezagadas en la competencia electoral podrán revaluar su voto y eventualmente optar por otras alternativas más competitivas. El denominado voto estratégico ya dio muestras sobradas de existir desde que se implementaron las PASO por primera vez en 2011.

Durante las próximas ocho semanas se verá la capacidad del gobierno y la oposición para readecuar las estrategias de campaña ante un electorado que participó activamente en las PASO, pese a los temores de un alto abstencionismo. Cambiemos es la fuerza mejor posicionada para aprovechar el envión de las PASO y lograr un resultado inapelable. Triunfar en los cinco distritos más grandes del país, aquellos que concentran un 66% del electorado, en la elección legislativa no es ya una quimera imposible, por más que solo haya sucedido una vez en los últimos 32 años.

*Analista senior de Poliarquia.

Fuente: Bastion Digital


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