| Columnistas

Todos somos Barcelona

Por Robert Mur

Uno no decide dónde nace. Pero me encanta ser de Barcelona, como todos vosotros sabéis. Después de trece años despertándome para leer cada mañana los principales diarios de Latinoamérica, me sentí muy triste y conmocionado cuando hoy cumplí ese ritual y vi en las portadas fotos de baldosas ensangrentadas sobre las que caminé miles de veces, a cualquier hora del día o de la madrugada. Cuando iba y venía de la facultad que estaba tras la estatua de Pitarra; cuando me metía por la calle Hospital para ir a mi casa del Raval, señalizada por el mosaico de Miró que hoy todo el mundo reproduce; cuando recorría la Fira de Sant Ponç; cuando hice mis pinitos fotográficos con mi primera réflex, colándome dentro de las paradas de las pescaderas de la Boqueria; cuando de la mano de mis padres caminábamos hacia Colón y las Golondrinas; cuando por Sant Jordi, junto a algún amor, respirábamos el olor de las rosas paseando arriba y abajo; cuando enfilaba la calle del Carme para ir a la Biblioteca de Catalunya; cuando desembocaba en Canaletes desde Pelai tras pasar por delante de la vieja redacción de La Vanguardia soñando que algún día trabajaría ahí; cuando me perdía por Escudellers o Sant Pau buscando el último antro; cuando dábamos la vuelta al ruedo en la plaça Reial… Mis recuerdos de La Rambla (el topónimo correcto es en singular) son infinitos, como para la mayoría de barceloneses. La Rambla es Barcelona, es nuestro gran símbolo sentimental, mucho más que la Sagrada Familia o el Barça. Por eso los terroristas también me atacaron a mí, a pesar de estar a 11.000 kilómetros de distancia.
Los muertos son muertos, no importa la nacionalidad ni lo que hacían en La Rambla. Pero los niños no son iguales. Despertar y comprobar que había varios nenes atropellados lo hace todo mucho más doloroso. O ese niño australiano perdido, desorientado. Me imagino a esos pitufos caminando de la mano de sus padres, como hace sólo unos días hice yo con mi hija pequeña para cumplir la ineludible costumbre de beber agua de Canaletes para asegurar que regresaremos.
Tots som Barcelona. Todos somos Barcelona y Barcelona es de todos. Quienes habéis estado de visita lo sabéis, todos queréis volver, queréis vivir en ella. Después de preguntarme de dónde soy, una exclamación que me he acostumbrado a escuchar en estos años por Latinoamérica es: “¡Y qué haces aquí pudiendo vivir en Barcelona!
Con estas líneas quiero agradecer a todos los amigos y amigas me están contactando por diversos canales para mostrarme su solidaridad y preguntar si mis seres queridos estaban bien. Todo porque durante años me han oído hablar maravillas de mi ciudad y mi país, Cataluña, aunque en realidad uno no es mejor por haber nacido en Barcelona, que por ser de París, Londres o Madrid, ciudadanos hermanos que también han sufrido el terrorismo.
“Todos bien, por suerte”, respondo estos días. Pero no es cierto: todos no están bien. No conozco a ninguno de los muertos y heridos sobre esas baldosas familiares, pero siento que eran nuestros invitados y que todos los catalanes fuimos atropellados con ellos. Probablemente la mayoría de ellos no habían leído a Sagarra ni visto las fotos de Català Roca para entender todo lo que representa La Rambla para nosotros, pero seguro que intuitivamente llegaron a Barcelona buscando esa magia que flota en el ambiente.
Todos somos Barcelona y todas las víctimas de este atentado son barceloneses sin importar donde hayan nacido.

Tomado del Facebook del autor.


Compartir: