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Las funciones de trabajadores sin empleo reemplazadas por una aplicación

Por Julian de Diego

Estaba caminando por la 39 y Madison Ave en New York buscando una farmacia con la idea de comprar un analgésico. Era el atardecer y encontré un Walgreen Pharmacy de unos 800 metros cuadrados. Ingresé a la tienda, no encontré ningún empleado del local, de modo que me dirigí a unas pantallas interactivas que permitían encontrar los distintos productos que me dirigió a una góndola predeterminada. Encontré lo que buscaba dentro de un sinnúmero de alternativas similares, y busqué la caja para pagar. En el lugar indicado había una cabina que abrió su puerta de acceso en forma automática ni bien la enfrenté. En su interior una voz me indicó que tomara el sensor para sumar los productos comprados apretando el gatillo cada vez que quería registrar el precio. En la pantalla frente a mí se sumaban los items, finalmente completé la cuenta. Me pidió opciones para pagar: cash o por tarjeta de crédito o débito. Elegí por tarjeta, coloqué la tarjeta en el dispositivo, tomó mi cuenta, la aprobó, y me pidió la firma. Los productos había que colocarlos en una bandeja, que cuando terminé de pagar, pasó a una segunda cabina, donde los mismos seguramente se desmagnetizaron, y finalmente, se abrió la puerta de salida y una voz femenina grabada me agradeció la compra.

Toda la operación la realicé como cliente sin ninguna intervención humana de parte de Walgreen Pharmacy, y en rigor, todo lo que hubiere hecho un promotor o un vendedor y un cajero, lo hice yo mismo guidado por el sistema con una aplicación adecuada para ello.

En rigor, yo mismo suplí todo lo que antes hacían empleados en relación de dependencia que vendían, buscaban los productos, los facturaban, los embolsaban los cobraban y nos despedían en la salida. Seguramente los depósitos y la reposición serán robotizados, reemplazando con ello a gran parte de los trabajadores que operaban en la trastienda.

La misma experiencia que viví en New York se replica en infinidad de proyectos. Basta con ver el sistema de ‘home office’ en donde una importante cantidad de operaciones bancarias que las generaban empleados, asesores, consultores, y sus mandos, ahora las resuelve el cliente siguiendo las instrucciones de una aplicación que lo guía.

 El delivery de supermercados, restaurantes, proveedores de comidas rápidas, pizzerías y sushi y otros se genera también a través de un sistema y de un programa que guía al cliente para hacer la operación completa incluyendo el pago, y luego programar la recepción de lo comprado.

UBER es otro ejemplo avanzado de la sustitución de trabajadores por un sistema y por la operación realizada por el usuario, y contribuye a la eliminación de intermediarios garantizando la libertad del mercado, la libre opción, y la oferta diversificada.

Otro tanto ocurre con las sucursales bancarias virtuales que están integradas solo por cajeros automáticos que cada vez brindan mayores funciones. Operan las 24 horas, no se enferman, no tienen delegados gremiales, no hacen huelga, y solo responden a los requerimientos de los clientes. Eso sí, el mantenimiento lo hacen expertos empleados que sí pueden cometer errores.

A su vez, cuando el cliente asume la función delegada por el sistema, se crean incentivos para aumentar la cantidad y la proporción de operaciones realizadas bajo estos mecanismos, que ahorran tiempo, bajan los costos y aumentan la eficiencia.

Las nuevas tecnologías, como en la teoría del caos, van encontrando su camino en un paso que va más allá de la globalización que selecciona los lugares más baratos y eficientes. El medio técnico de acceso universal será el smart phone o el celular multifuncional, desde donde se pueden operar todas las ‘apps’ que a la vez, suplen las tareas y funciones que antes brindaban los trabajadores.

Ahora, la tecnología podrá seleccionar otros lugares por sus costos y por su competitividad. Es más, los desafíos planteados por Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, en el sentido de recuperar muchas manufacturas dentro de su territorio, solo pueden lograrlo con la máxima tecnificación automatización y sistematización, pues de lo contrario no serían competitivos.

En síntesis, la tecnología rivaliza contra el trabajo humano y genera una verdadera guerra entre ambos, originada en la necesidad de lograr la mejor relación de precio y calidad, y la mayor eficiencia posible.

Fuente: El Cronista


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