| Columnistas

El eje Clarín-Techint, un sostén del Presidente que genera cada vez más recelos

Por Alejandro Bercovich

Los petroleros criollos que improvisaron el almuerzo de anteayer en Houston a falta de una mejor photo opportunity para el Presidente no cabían en sí del asombro. No solo no había antecedentes de que un mandatario argentino visitara una ciudad extranjera para bendecir una megafábrica de un grupo empresario local, sino tampoco registro abundante de prácticas semejantes por parte de jefes de estados con multinacionales poderosas. La escena de Mauricio Macri subiendo las escalerillas de la futurista Tenaris BayCity, que Techint erigió en el desierto texano, les resultó todavía más llamativa en un mundo que levanta barreras cada vez más altas, no solo para frenar personas sino también productos. ¿O acaso alguien imagina a Donald Trump inaugurando inversiones de Ford o General Motors en México, después de que las amenazara con cobrarles más impuestos si no las suspendían?

No es que a Alejandro Bulgheroni o a Luis Pagani les parezca mal que Mauricio Macri apoye la internacionalización de una multinacional argentina como las suyas, incluso aunque el holding de Paolo Rocca tenga su sede en Luxemburgo para pagar menos impuestos. Lo que sorprendió al resto del establishment fue que el Presidente no tuviera empacho en mostrarse en Texas con el heredero del emporio siderúrgico ¡y con su propio ministro de la Producción! aplaudiendo el reemplazo de empleos fabriles argentinos por estadounidenses, justo cuando la producción manufacturera anota su decimocuarta caída mensual consecutiva y ya acumula casi cinco años de estancamiento.

En los pasillos del Departamento de Estado en Washington, los burócratas que Trump dejó huérfanos al asumir tampoco entendían la escala que decidió hacer Macri en esa frontera caliente antes de visitar la Casa Blanca. Distintos fueron los casos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem, evocó uno de esos memoriosos diplomáticos ante BAE Negocios, porque el primero aterrizó allí en 1985 para anunciar el luego fallido «Plan Houston» y el segundo, la privatización de YPF. Eran virajes trascendentales de la política hidrocarburífera y a ambos los invitaron las influyentes cámaras petroleras de Texas. Esta vez el anfitrión fue la ignota «sede Houston» del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG), un lobby de cabotaje que invitó a 30 dueños de compañías y solo logró que se anotara una docena, a la cual debieron complementar con gerentes de segunda línea de otras grandes firmas del rubro.

Paritarias y Gualeguaychú

La influencia sobre Macri de Rocca dibuja muecas de admiración pero también de envidia en un empresariado bien entrenado en el deporte de arrimarse lo más posible al poder. La cena anual de recaudación de fondos del CIPPEC, una de las tres o cuatro ocasiones por año en que se deja ver en público el hombre más rico de la Argentina, permitió entrever ambos sentimientos en los rostros de otros empresarios empujados a la crisis por el atraso cambiario y la caída del consumo. Rocca, que ya estaba en Estados Unidos, legó su silla en esa cena a su lobbista mayor, Luis Betnaza, quien juraba a quien le preguntara en el subsuelo del Hilton que los tubos sin costura fabricados en Texas no reemplazarían a los que se venían exportando desde Campana hasta que el desplome del crudo frenó las perforaciones ahí y en todo el planeta.
La fábrica de Campana, en rigor, tuvo sus altibajos desde mediados de 2014, cuando el crudo inició su declive y afectó la demanda de tubos para pozos y ductos. Apenas asumió Macri, antes de la Navidad de 2015, Rocca envió 200 telegramas de despido que luego revirtió pero solo parcialmente. Desde entonces, según datos de la UOM, el complejo perdió 1.500 empleos entre personal fuera de convenio, jubilados que no fueron reemplazados y trabajadores que se acogieron al programa de retiro voluntario. Nada logró el intendente campanense del PRO, Sebastián Abella, al condonarle por decreto el 16 de agosto último el pago de la tasa anual municipal de Seguridad e Higiene, mientras aumentaba los impuestos para el resto de sus vecinos. ¿El argumento para la condonación? La crisis del holding, que sin embargo anotó en el primer trimestre de 2017 una ganancia de 206 millones de dólares, siete veces más que los 28 millones que embolsó un año antes.

Para ser justos, los favores no van en un solo sentido. El último de Rocca y Betnaza para el Presidente no fue la influencia metálica que ejercieron dos años atrás sobre los convencionales radicales de Gualeguaychú para que se inclinasen por la alianza con él que proponía Ernesto Sanz en vez del acercamiento con Sergio Massa que propugnaba el jujeño Gerardo Morales. En las últimas semanas, el cuartel general de Techint también se sumó a los esfuerzos gubernamentales para mantener las paritarias por debajo del 20%. Sin demasiado disimulo, avisó informalmente a sus principales compradores de chapa que si pactan con la UOM un incremento mayor se arriesgan a perder descuentos y planes de financiación.

Los sindicatos, en ese contexto, aparecen cada vez más debilitados políticamente. Jorge Triaca suma su presión a la de las cámaras patronales y a la que genera la recesión, la más efectiva de todas. El ministro de Trabajo no solo blande cada vez que puede las actas borroneadas de comicios internos polémicos y los balances más inconfesables de cada gremio que levanta la cabeza, sino que además los martiriza con trámites como la extensión de un certificado de autoridades, un papel indispensable para trámites tan cotidianos como abrir una cuenta en un banco. Lo sufrió en carne propia un dirigente que faltó a una reunión de rutina en el Ministerio de Transporte y que se encontró con que Trabajo le negaba ese papel que solía mandarse por fax sin dilaciones. A las pocas horas de la siguiente convocatoria, a la que sí asistió, recibió el papel.

Intereses convergentes

Las miradas más cargadas de rencor en el subsuelo del Hilton no fueron las que se dedicaron a lo lejos y sin saludarse Guillermo Dietrich e Isela Costantini, a quien el ministro logró hacer despedir de Aerolíneas, sino las que recibió Luis Betnaza mientras departía animadamente con Pablo Casey, el sobrino de Héctor Magnetto que pisa cada vez más fuerte en el grupo Clarín. ¿De dónde venían? De las mesas ubicadas un poco más al fondo, donde además de textiles y metalúrgicos enojados por el favoritismo oficial hacia Techint masticaban bronca y lomo al champiñón los gerentes de dos grandes compañías telefónicas que se sienten estafadas por el decreto presidencial que habilitó a Clarín a ofrecer telefonía 3G y 4G, sin pagar las cifras multimillonarias que oblaron ellas por la parte del espectro radioeléctrico que ocuparán. La famosa «convergencia» que sobrevino a la derogación parcial de la Ley de Medios, que esta semana objetó un juez mendocino.
El obsequio para el holding de la trompetita enfureció especialmente al directorio de Telefónica, cuyo CEO, José María Álvarez-Pallete, se quejó diplomáticamente ante Macri en su visita a Madrid de fines de febrero. La respuesta presidencial fue la misma que ante otros reproches: «Hay negocio para todos». Para su desgracia, además, los españoles quedaron solos en su cruzada. El mexicano Carlos Slim, dueño de Claro, dice en privado que es «un problema de las dos compañías de líneas fijas» sobre las que avanzará Clarín tras la compra de Nextel. Aunque viene a Buenos Aires en dos semanas, difícilmente se ponga a la cabeza del reclamo. Pero en Telecom tampoco levanta nadie la mano para protestar. La familia Werthein terminó de venderle su participación accionaria en la firma al mexicano David Martínez, quien solo aspira a cobrarle un buen precio a Clarín por cederle el control.

No en vano son los dos grupos que más ventajas obtuvieron de gobiernos democráticos y de facto de los últimos 70 años. En un país que recién en 2017 (y muy tímidamente) se propone regular el lobby, los dos cofundadores de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) pueden darle cátedra a toda la calle K de Washington, donde tienen sede los lobbistas del Tío Sam. El problema de recostarse demasiado en ellos es descuidar al resto del establishment, que también emite comunicados y financia campañas. Hasta a los más hábiles, como Betnaza, les puede fallar un plan como el de ungir a Daniel Funes de Rioja al frente de un sello como la Unión Industrial. Que los más castigados por el plan económico hayan impuesto en su lugar a Miguel Acevedo, que en ADEBA vaya a asumir Jorge Brito (hijo) y no Luis Ribaya (Banco Nación) o que la Asociación de Industriales Metalúrgicos (ADIMRA) haya elegido ayer al desarrollista Juan Lascurain son señales de que ese descontento empieza a asomar.

Fuente: BAE.


Compartir: