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Postales de las dos Argentinas y ecos de la traición más anunciada del gabinete

Por Alejandro Bercovich

Apoltronado en el stand que montó Clarín en la planta baja del Hilton, Guillermo Dietrich felicitó a calurosamente a Eugenio Burzaco por la represión de los piquetes sobre Panamericana que había capitaneado un par de horas antes. «Fue un golazo. Ése es el mensaje que hay que transmitir», le dijo. El vice de Seguridad había llegado al hotel poco después de que Mauricio Macri inaugurara allí la edición latinoamericana del Foro Económico Mundial, con otro duro mensaje contra el primer paro nacional que le tocó enfrentar, justo el mismo día en que se proponía seducir a inversores. Pese a los vanos esfuerzos del ministro de Transporte para que funcionara algún medio de locomoción público, la medida de fuerza de la CGT confirmaba su contundencia a pocos metros de allí, en una City completamente despoblada. El contraste no podía ser más evidente: el muro entre las dos Argentinas era un gigantesco retén de Prefectura y Gendarmería reforzado por helicópteros y motos de agua que vigilaban las dársenas de Puerto Madero.

En la escalera mecánica que conducía al salón donde seguirá deliberando hasta hoy el WEF (casi exclusivamente en inglés, incluyendo discursos como el de la canciller Susana Malcorra), el magnate venido a menos Enrique Pescarmona compartía la euforia de Dietrich. «El turning point (punto de inflexión) fue el sábado, porque mostró que los mafiosos no son los únicos dueños de la calle», comentó a BAE Negocios. Con algo más de sutileza, en una reunión privada con financistas de la región, el banquero central Federico Sturzenegger también citaba ese espaldarazo callejero al oficialismo como contrapeso de la huelga sobre la que le preguntaban los visitantes.

La marcha oficialista del primero de abril no solo insufló optimismo en el dueño mendocino de IMPSA, el primer argentino que pisó décadas atrás el exclusivo mitín de millonarios en la villa alpina de Davos, sino también en muchos de los funcionarios que se agolparon ayer en esa manzana de Puerto Madero que parecía también territorio suizo. La «guerra contra las mafias» es donde la mayoría de los hombres y mujeres del oficialismo inscriben la tensa relación del Gobierno con la dirigencia sindical que convocó a la huelga de ayer. Si quedaba algo del diálogo y el consenso que proponía Cambiemos en la campaña, la marcha del sábado terminó de pulverizarlo.

El presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, conversaba en el mismo lobby con su colega de la cámara de industriales alimentarios (COPAL), Daniel Funes de Rioja, ya casi resignado a quedarse allí y no pegar el salto que tenía previsto a la jefatura de la UIA tras el putsch en su contra que protagonizaron los sectores más castigados por el plan económico. «Este paro es absolutamente exagerado. Y los piquetes mucho más», juzgó el ruralista ante la pregunta de este diario. Y comparó: «Nosotros salimos a cortar las rutas en 2008 porque no nos dejaban llegar ni a la vereda de la Casa Rosada. Ahora que hay un gobierno que dialoga, no tiene ningún sentido».

Argensuiza

Para palpar la huelga y sus razones, los acreditados al Foro no tenían que ir muy lejos del Hilton. El paro se notaba en los baños, donde el diezmado personal de limpieza no alcanzaba a reponer a tiempo el jabón líquido ni las toallitas de papel. La estanflación y los despidos se hacían patentes en el edificio contiguo al hotel, en dirección a la Plaza de Mayo, donde refulgía la vidriera pintada de blanco de la pizzería Madero Este, cerrada semanas atrás. En las calles aledañas, los ejecutivos también tuvieron una muestra del aumento de los costos en dólares de producir en el país: anoticiados del poder adquisitivo de la concurrencia, los «trapitos» cobraban $100 a quien quisiera estacionar.

El establishment local, de todos modos, pareció calmar buena parte de sus temores por la creciente conflictividad social a partir de la demostración de fuerza oficialista del #1A. Juan Bulgheroni, hijo de Alejandro, el presidente de la corporación Bridas, se ocupó de promocionar los beneficios de invertir en el país entre los jóvenes Global Shapers que reunió anteanoche el WEF en el Faena, después de una gala en el foyer del teatro Colón. Hoy le tocará a su padre hacerlo en el escenario central después de Marcelo Mindlin, el empresario que más creció desde que asumió Macri, y antes de Eduardo Elsztain, hasta los ‘90 socio de Mindlin y hoy devenido mayor dueño individual de tierras urbanas y rurales a través de IRSA y Cresud.

¿Llegarán esas inversiones a tiempo para que la bonanza se note antes de las elecciones en algún lugar fuera de los foros empresariales? ¿Alcanzarán a la industria manufacturera, donde el INDEC acaba de informar que el uso de la capacidad instalada no llegó al 61% en enero ni en febrero, después de haber rondado un ya muy bajo 65% durante todo 2016? ¿Crearán empleo? Un cálculo del especialista en desarrollo Martín Schorr, también sobre datos del INDEC, grafica la magnitud de la «reconversión productiva» en marcha y deja poco espacio para el optimismo. Durante el primer año de gestión de Macri, la industria y la construcción —los dos sectores que más gente emplean— redujeron sensiblemente su participación en el valor agregado bruto producido en el país. Las fábricas pasaron de representar el 17,3% al 16,4%, mientras los andamios bajaron del 5,6% al 4,6%. Son números que no suelen variar más que una o dos décimas durante años normales. El agro, como contrapartida, pegó un espectacular salto del 5,7% al 7,2%. Y la intermediación financiera subió del 4,1% al 4,6%.

Traición enrulada

La política, en tanto, navega una marea viscosa de intrigas y traiciones. Gustavo Lopetegui tuvo un dèja vu con la renuncia de Martín Lousteau a la embajada argentina en Washington a solo dos semanas de la primera visita oficial de Macri a Donald Trump, porque el economista ya le había pisado la cabeza de muy joven, cuando le «sopló» la presidencia del Banco Provincia durante la gobernación de Felipe Solá. Los que más se enfurecieron con el timing fueron Marcos Peña y Susana Malcorra. La canciller sabe que una visita oficial no solo incluye el paso por el Departamento de Estado y el Salón Oval, cuyos detalles pueden arreglarse desde Buenos Aires, sino también una amplia agenda social, económica y académica que solo puede armarse en el territorio.

Lo peor de la sorpresiva defección de Lousteau fue que expuso una verdad incómoda: que una administración que apostó todo a «devolver a la Argentina al mundo» utilizó su embajada más importante como moneda de cambio para saldar una interna municipal. «Es todo culpa nuestra. Le dimos un puesto clave a un tipo que iba a todos lados con un cartelito que decía ‘los voy a cagar’ colgando del cuello», se lamentaba ayer en el Hilton uno de los ministros que menos lo quiere.

¿Tendrá consecuencias la bomba que hizo detonar el rizado Guga para Javier González Fraga, su viejo mentor y padrino académico? Se verá hoy en el trato que le dispense Macri durante el lanzamiento de los nuevos créditos hipotecarios del Banco Nación, que preside desde la eyección de Carlos Melconian. Por lo pronto, la renuncia del marido de Carla Peterson ya tuvo una onda expansiva en el gabinete nacional: Gerardo Conte Grand, su antiguo socio en la consultora del Vikingo Chrystian Colombo que había renunciado el 15 de marzo como jefe de Gabinete del ministro de Justicia, Germán Garavano, decidió esta semana incorporarse a su equipo de campaña porteña. En el código penal interno redactado en el Cardenal Newman, la movida tipifica como alta traición.

Las huestes de Horacio Rodríguez Larreta no tienen previsto contestarle una sola palabra a los radicales. «Que llore y patalee, pero no va a haber interna», confirmó anoche una altísima fuente de Bolívar 1. El plan A es llevar como candidata a Elisa Carrió, que según las encuestas lo aplastaría, pero tampoco se descarta la candidatura del vicejefe Diego Santilli. El problema es el efecto dominó: si fuera electo diputado, Santilli competiría con hombres como Emilio Monzó o Nicolás Massot por un protagonismo parlamentario que hoy nadie les disputa. Y a la vez, a Cambiemos no les sobran candidatos para la provincia.

Es lo que le confesó Macri a Carlos Regazzoni cuando le pidió, al despedirlo del PAMI, que empiece a «caminar la provincia» para apuntalar la carrera hacia octubre. Al oficialismo no le sobran los candidatos y en el peronismo hay varios pesos pesado, aun cuando entre ellos sobrevivan diferencias aparentemente insalvables. La mesa chica de campaña PRO descartó por novato al pinamarense Martín Yeza, pero mide a otros jóvenes debutantes como el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, y el jefe de los diputados bonaerenses, Manuel Mosca. Del otro lado asoman, con sus techos pero también con sus trayectorias, Cristina Kirchner, Daniel Scioli, Florencio Randazzo y Verónica Magario.

Si Carrió se queda en la Ciudad, forzada por el «rulazo» o por decisión propia, María Eugenia Vidal quedará sola al frente de la campaña bonaerense. Y sin figurar en la boleta. Una parada difícil en un momento económico y social complicado.

Fuente: BAE.

 


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