| Ni una menos

Un peritaje sostiene que el periodista de La Nación acusado de femicidio es inimputable

Una pericia sostiene que no es responsable porque tiene un tumor cerebral. No pasó un día preso. Le dio 79 puñaladas a su pareja.

Claudia y Antonio vivían juntos en Banfield.

Claudia y Antonio vivían juntos en Banfield.

Por Rafael Saralegui

Antonio de Turris nunca estuvo preso. El periodista y docente de la Maestría en Periodismo del diario La Nación está acusado de haber asesinado a puñaladas a su pareja Claudia Servino durante la mañana del 24 de diciembre del año último. Según la autopsia, la atacó 79 veces con un cuchillo Tramontina, que tomó de la cocina del chalet donde los dos vivían, en Banfield, partido de Lomas de Zamora, en el sur de Gran Buenos Aires.

El femicidio de Claudia salió poco en los medios, quizás por la condición de periodista de De Turris, por su pertenencia al diario La Nación y porque además tenía un programa de televisión junto a otro columnista de Clarín, Ismael Bermúdez. El acusado estuvo internado en la clínica Bazterrica primero y en el Instituto Alexander Fleming, después, debido a que tiene un tumor cerebral.

La ausencia del caso en la mayor parte de los medios, adquiere otro cariz después de la contundente marcha de ayer por #NiUnaMenos y el reclamo para que la violencia machista se convierta en una cuestión visible. Pero hay algunos crímenes que son más visibles que otros, parece, según quien sea el autor.

Por ese tumor De Turris fue sometido a un peritaje a fines de mayo. El estudio lo realizaron peritos del Cuerpo Médico Forense que depende de la Corte Suprema de Justicia por orden de la fiscal de la causa Fabiola Juanatey y de la jueza de garantías N°6 de Lomas de Zamora, Laura Nini, a cargo de la causa.

Y los resultados del peritaje, que fueron incorporados a la causa semanas atrás, provocaron la polémica. Sostienen que como consecuencia de la lesión cerebral que tiene hace un año, De Turris debe ser considerado inimputable, confiaron fuente allegadas la causa. Es decir, que no tendrá una condena por el homicidio de su pareja.

De todos modos, ni la fiscal ni la jueza del caso, ordenaron que De Turris recupere su libertad, como pidió su abogada, que pertenece a la defensoría oficial. Ordenaron una serie de estudios complementarios antes de decidir.

“No hay novedades en el caso. Estamos igual que cuando me llamó hace un mes. Falta completar una serie de estudios que se ordenaron”, se limitó a responder la fiscal Juanatey, cuando fue consultada por este cronista, para derivar la consulta a la Fiscalía General de Lomas de Zamora.

“Quizás la fiscal no quiere hablar mucho porque ha sido presionada”, revela una amiga de Claudia.

-¿Presionada por quien?

-Por el diario. Para que no caratule la causa como femicidio. Imaginate cómo queda La Nación si un profesor del master en periodismo y ex directivo termina condenado por femicidio-, agrega la amiga, una de las pocas que declaró en la causa.

Otro colega de Juanatey, con varios años de oficio, asegura que se trata de una funcionaria honesta y eficiente, que no integra ningún bando político, que cultiva el bajo perfil, y que prefiere tener lejos a los periodistas.

“Es extraño que un peritaje lo declare inimputable por ese motivo. No hay muchos antecedentes de resoluciones de esa naturaleza”, evalúa el fiscal.

La cuestión a determinar es si De Turris mató como consecuencia del tumor cerebral o si desplegó desde mucho tiempo antes de que que le descubrieran la dolencia, la conducta típica de los femicidas. El tumor fue descubierto unos dos meses antes del homicidio de Claudia, pero el excesivo control, las presiones venían de mucho tiempo antes, confían sus amigos.

Un año antes del homicidio, recuerdan las amigas, Claudia Servino y Antonio de Turris se fueron a vivir juntos a la casa de él, un chalet situado en un lindo barrio de Banfield, no muy lejos de la estación. Se había conocido por media de una amiga en común, que también había trabajado en el diario.

Claudia se dedicaba a la producción de modas junto a una de sus mejores amigas, Mónica Hernández. Ella recuerda que cuando comenzaron a salir “él era capaz de llamarla como ochenta veces. Yo le decía, pero que que pesado. Ella, en cambio, me contestaba, como me quiere”.

Cuando iban a tomar el té o la pileta de una amiga, Claudia le tenía que mandar una foto con ellas para que viera dónde estaba. Ese control, enfermizo, cree la amiga, era parte de una relación conflictiva que termina con la muerte de Claudia, atacada por su pareja, cuando ella le habría dicho que quería terminar con el noviazgo.

“Yo ya estoy jugado querido. No me importa nada”, le dijo De Turris a un amigo de La Nación, que lo fue a visitar, semanas atrás. Tan jugado no está. Aún no fue preso y si la jueza termina por aceptar el peritaje que lo declaró inimputable su crimen podría quedar sin condena. Ni una menos.