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Creatividad blanqueadora, revoleo de gasoductos y el fantasma de un Macri fugaz

Por Alejandro Bercovich

Casi sin que nadie reparase en su llamativa parsimonia a la hora de promulgar un blanqueo que tanto esfuerzo le demandó en el Congreso, el Gobierno concedió a los dueños de grandes fortunas offshore un plazo invalorable para reorganizar sus carteras y exteriorizar solo una porción del dinero que mantienen bajo el radar de la AFIP. Fueron las tres semanas más sucias de la quinta amnistía que ofrece el Estado a los evasores ricos desde el regreso de la democracia, durante las cuales un sector de ellos se entregó a una sofisticada labor de disimulo: autopréstamos, compensaciones y giros entre sociedades pantalla y fideicomisos que los dejaron bien peinados para la “foto” que la AFIP tomará en cuenta a la hora de admitirlos en el blanqueo. Mientras el rebote post-ajuste prometido por Cambiemos sigue haciéndose esperar y tras una ruidosa admisión por parte del Banco Central de que la inflación está lejos de haber sido domada, el sindicalismo vela las armas para volver a las calles con reclamos contra el tarifazo, pedidos de reapertura de paritarias y hasta un posible paro nacional. Un cóctel difícil de digerir para una gestión que en poco tiempo acumuló demasiadas marchas y contramarchas.

El enjuague de carteras pre-blanqueo arrancó el 30 de junio, apenas un día después de que el Senado sancionara con cambios la ley ómnibus que introdujo la moratoria y la reforma previsional. Uno de esos cambios, que contó con la venia del peronista Miguel Pichetto, fue el que estableció que la “foto” del patrimonio de las personas que blanqueen capitales no declarados se tome el día de la promulgación de la ley y no el 1º de enero pasado, como sí ocurre con las empresas. ¿Qué diferencia hay? Que en la redacción original, los beneficiarios no disponían de la ventana temporal que finalmente tuvieron (demora mediante) para mantener oculto parte de lo que admitirán ante el fisco. ¿Por qué? Porque cuando se le entrega a la AFIP un número de cuenta en Suiza o un certificado de tenencia de acciones en Luxemburgo, se exhibe todo lo que hay allí y no se puede dejar en negro una porción. Ahora sí hubo tiempo para separar la paja del trigo.

A esa faena se habían entregado muchos de los inversores interpelados la semana pasada por la arenga de Mauricio Macri en la Bolsa de Comercio, en una primera persona del plural que rara vez utiliza (“no vamos a tener que protegernos ni escondernos más”). La duda que recorre sus espaldas como un escalofrío no es si Macri girará repentinamente hacia un neopopulismo expropiador, lo cual descartan, sino si logrará acceder a un segundo mandato o si los dejará en 2019 huérfanos, con su capital recién blanqueado y a merced de un eventual nuevo gobierno hostil a sus intereses.

El blanqueo, de todos modos, promete una alta adhesión. Según un contador que trabaja casi sin descanso para el mundo VIP desde un mes atrás, sus clientes llegan a su estudio prácticamente convencidos de sumarse, no por la confianza que les inspire Macri ni porque los tiente invertir en Argentina, sino por los reportes internacionales automáticos que empiezan a regir a fin de año y el riesgo de que su dinero termine atrapado en algún futuro corralito antievasor norteamericano o europeo. “El banco suizo y el gerente de la family office les recomiendan meterse y el banquero privado que les maneja las inversiones de riesgo, también. A mí solo me preguntan cuándo tendrán disponible el dinero”, explicó a BAE Negocios.

En otros países donde se pusieron en marcha amnistías para aprovechar el mismo temor de los fugadores a ser descubiertos, como Indonesia esta semana, las condiciones son menos ventajosas. Por ejemplo, se los obliga a inmovilizar el dinero durante varios años y en determinados bancos. Aquí solo deben hacer eso quienes no quieran pagar la multa del 10% y adquieran bonos de deuda con la plata negra que declaren. Pero de todos los títulos que les ofrece el menú de la ley, según el contador VIP y otra fuente al tanto de la operatoria, el único que los tienta es el bono a tres años. Claro, vence antes del 10 de diciembre de 2019.

El repunte agroganadero no alcanza a compensar
el bajón del resto de la economía

Sólidos y gaseosos
La operación de la semana la cerró Marcelo Mindlin, el zar de la energía que se alineó con Macri con la misma presteza con la que una década atrás se arrimó a Néstor Kirchner cuando todos sus pares aún le desconfiaban. El dueño de Edenor les vendió a las familias Werthein y Sielecki el paquete controlante de la mayor red de gasoductos troncales del país, Transportadora Gas del Sur (TGS), por u$s240 millones. Financista por vocación y discípulo del magnate George Soros, Mindlin tiene por norma diversificar el riesgo. Así, tras haber pactado la compra de Petrobras Argentina, irá por Petrobras Chile. Otro que busca cubrirse por si lo que hoy se ve políticamente sólido deviene gaseoso tras las elecciones de 2017.

Darío Werthein comentaba el miércoles al mediodía los pormenores de ese pasamanos con el banquero Jorge Brito (h) en el restaurante central de la Rural, por donde más temprano habían pasado enviados de la Casa Rosada para coordinar los detalles de la ceremonia inaugural que presidirá Macri el sábado próximo. Uno de los interrogantes es si el Presidente entrará en un descapotable, como era tradición hasta Carlos Menem, o en una camioneta, como hizo el último mandatario en participar del evento: Fernando De la Rúa. Desde aquellos años, el cambio más notable en la gala ruralista es el que forzó la crisis de la lechería: las holando-argentinas, que llegaron a ocupar un pabellón entero con más de 200 animales, apenas aportaron siete ejemplares a la edición de este invierno.

El Gobierno procurará exhibir a la Rural como ejemplo de los primeros “brotes verdes” que tanto se hacen desear tras el semestre del ajuste. Ya tomaron nota de que los fabricantes de maquinaria agrícola ocupan un 15% más stands que el año pasado. No por nada ya desfiló por Palermo media docena de ministros. Pero el repunte agroganadero no alcanza a compensar el bajón del resto de la economía. Y mucho menos a atemperar la preocupación que cundió en el Banco Central cuando se confirmó que la inflación núcleo (sin tomar en cuenta los servicios públicos regulados ni los precios estacionales) fue mayor en junio que en mayo, cuando ya había sido mayor que en abril. Todo lo contrario a la “desaceleración” que pregona Alfonso Prat-Gay.

Y al que no le gusta
Esa inflación galopante, que ya no deja dudas de que 2016 será el año con mayor aumento de precios desde 1991, precipitó el final de la tregua que le concedió el sindicalismo a Macri. Hugo Moyano ya se llevó de su despacho de Azopardo casi todo el mobiliario que lo acompañó durante sus doce años al frente de la central obrera, que culminarán el 22 de agosto próximo con la reunificación con los sectores de Antonio Caló y Luis Barrionuevo. Antes, el 5 de agosto, la moyanista Confederación del Transporte (CATT) llevará al plenario de delegados una propuesta de plan de lucha que puede incluir un paro general. Así lo sugieren el durísimo documento (firmado por los jefes de las tres vertientes) que vio la luz esta semana y el almuerzo de ayer en la Federación de Camioneros, que también compartieron referentes de los tres sectores.

Con el peronismo en la oposición y el sindicalismo como un factor gravitante en todos los bloques del movimiento salvo el kirchnerismo, a su vez en plena disgregación, la reunificación cegetista alienta el peor fantasma para Cambiemos: la unidad opositora. Para ganar en la agitada provincia de Buenos Aires, donde se libra para peor una verdadera batalla campal entre policías locales, fuerzas federales y servicios de inteligencia, Macri y María Eugenia Vidal necesitan que el massismo, hoy su socio en la Legislatura, no les pegue un portazo. ¿Y si lo hace?

La gloria y Devoto pueden ser casi colindantes, como empieza a entrever el círculo más íntimo de Cristina Kirchner. Lo intuyó también esta semana el CEO del HSBC, Gabriel Martino, un habitué de la quinta de Olivos a quien el Gobierno le entregó nada menos que la vicepresidencia de la Unidad de Información Financiera (UIF) pero que hace apenas un año había huído de Buenos Aires por temor a que el kirchnerismo lo encerrara por lavado de dinero. Martino sigue estando imputado junto a otros 200 financistas y magnates criollos en la causa de las cuentas suizas del HSBC sin declarar que deschavó el arrepentido Hervé Falciani. El inminente blanqueo, sus vínculos en el poder (ver foto) y la poca prisa de la jueza María Verónica Straccia lo hacen sentir seguro. Pero la detención en Nueva York del jefe global de mercado de cambios de su banco, Mark Johnson, le recordó su vulnerabilidad. Sobre todo si, como temen los blanqueadores, lo de Macri es solo por cuatro años.

Fuente: Diario BAE


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