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AMIA: los gobiernos cambian y los servicios continúan

El libro de Miriam Lewin y Horacio Lutzky cuenta la historia del policía arrepentido de la Policía Federal que se infiltró en las organizaciones de la colectividad judía para pasar información que podría haberse usado en los atentados.

El atentado sigue impune.

El atentado sigue impune.

Por Esteban Rodríguez Alzueta*

Sin lugar a dudas, los acontecimientos políticos más importantes en los últimos 30 años en Argentina fueron los atentados terroristas a la Embajada de Israel y la AMIA. La causa AMIA es la gran vergüenza nacional.Una bisagra en la historia reciente, pero también un hoyo negro que se traga todo. Aunque estemos cada vez más lejos de la verdad, cada vez sabemos más sobre los atentados. Sucede que en este país, el conocimiento y la verdad transitan por sendas diferentes y nunca se cruzan. Seguramente porque hay gente que se dedica precisamente a evitar que A se junte con B; personajes que viven de eso, que fueron entrenados y les pagan para eso.

En esos acontecimientos están sospechados unos cuantos actores locales no sólo de haberlos ejecutado, sino orquestado y financiado; y luego de haberlos encubiertos una y otra vez. Policías Federales y Bonaerenses, empresarios, políticos, periodistas, dirigentes de la comunidad, fiscales, magistrados, ex presidentes, funcionarios y muchos espías. Toda gente muy conocida y algunos muy pesados, con frondoso prontuario. No voy a repetir acá lo que puede leerse en las investigaciones periodísticas de Horacio Lutzky, “Brindando sobre los escombros”, o en los libros de Juan Salinas, “AMIA, el atentado” y “Caso Nisman: secretos inconfesables”. También en el libro de Jorge Lanata y Joe Goldman, “Cortinas de humo”. Incluso en el libro del gran canalla argentino, Gabriel Levinas, “La ley bajo los escombros”, un periodista sin códigos, con oficio pero sin códigos, y sin lugar a dudas uno de los personajes más abominables del periodismo argentino junto a Carlos Pagni, otro periodista que patea con información de dudosa procedencia extraída por personajes abyectos. Para prueba basta leer el nuevo libro “Iossi, el espía arrepentido”, un libro escrito por los periodistas Horacio Lutzky y Miriam Lewin. Durante muchos años estos periodistas cuidaron y fueron depositarios de uno de las voces que puede convertirse en otra pieza clave para el esclarecimiento del atentado y para entender un poco más los pasadizos secretos del poder.

El libro además es muy interesante y recomendable no sólo porque nos pone otra vez sobre la “conexión local”, a estar atentos al papel que jugaron muchos ciudadanos argentinos, sino para tener una cabal idea de cómo funcionan las agencias de inteligencia en el país ysu grado su autonomía relativa. Acá cabe citar otra vez a Balzac: “Los gobiernos pasan y la policía permanece”, los gobiernos cambian y los servicios continúan en sus puestos.

Iossi fue un “filtro” de los “plumas”, ese cuerpo clandestino de la PFA creado por un decreto reservado durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, compuesto por casi mil agentes espías. Iossi estuvo infiltrado en distintas organizaciones de la comunidad judía durante muchos años. Desde el alfonsinismo en adelante. Cuando fueron los atentados, Iossi estaba todavía infiltrado y sospecha de que muchos datos que les pasó a sus jefes, pueden haber sido utilizados para llevar a cabo los actos terroristas.

Iossi fue un espía quebrado mucho antes de arrepentirse. No lo dejaban salirse de la policía. Por eso luego caminó a Alfredo De Angeli en el conflicto con el campo y nos hizo saber, a través de Lewin, que la Agencia Rodolfo Walsh estaba infiltrada por el espía Américo Balvuena.

Si la PFA pudo “caminar” a los dirigentes de las entidades judías hasta constituirse él mismo en un referente importante, al menos dentro de determinadas líneas, entonces hay que imaginar que la PFA puede tener “dormidos” unos cuantos “topos” en muy distintas organizaciones políticas, sociales, sindicales, religiosas y empresariales. Espías que siguen reportando para la Federal, que aguardan instrucciones. Sabemos muy poco sobre este grupo, un cuerpo compartimentado y amparado por las distintas cúpulas policiales que se fueron sucediendo. Se sabe, el saber es poder, y la alta policía no está dispuesta a resignarlo.

Jorge Pérez, alias, Jorge Polak, alias Iossi, nos cuenta cómo se reclutaban sus miembros, los entrenamientos, la manera de mover y conectarse con sus “manipuladores”, y las distintas maneras de infiltrarse y realizar distintos actos de espionaje. Pero también, si se lee bien, entre líneas, el lector avezado encontrará unos cuantos tips para estar alertas a su entorno. Pero que no cunda la paranoia, tan habitual en los ambientes militantes. No se trata de salir a cazar espías o encontrar el nuestro en cada organización. Sin embargo, conviene estar alertas, más aún en los enrevesados tiempos que se vienen.

* Docente e investigador de la UNQ. Autor de Temor y Control. Miembro del CIAJ y la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional.