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El homicidio en Martindale: una más…

Por Deborah Hambo

Los abogados tenemos que oír a nuestros clientes, asesorarlos y tratar de componer a las partes, evitar los conflictos eternos y judicializar sólo lo necesario. Así fue en el lamentable caso de Claudia Schaefer, quien ya habría sido víctima de violencia de género, de malos tratos y mamá de tres hijos.

La restricción de acercamiento hacia su otrora esposo Fernando Farré había vencido y en virtud de esa vocación de no incrementar el nivel de litigiosidad los abogados no la renovaron. Después de una audiencia, los esposos acordaron retirar las pertenencias de la casa del country, y Claudia, acompañada de su abogado fue al encuentro de su victimario: ahí, en el vestidor vivió sus últimos momentos y después el  horror, el asalto y la muerte.

Farré, a la luz de las declaraciones de la Fiscal interviniente, la atacó por detrás, la degolló con cuchillas de la cocina que habría tenido escondidas entre sus ropas o en el vestidor, donde ya habría planeado el ataque. Por ello, días antes, haciendo uso de la seducción propia de quienes ejercen la violencia psicológica contra sus mujeres, aparentó calma, aceptación de la coyuntura familiar, convenció a los abogados que era posible una solución pacifica de la controversia y minuciosamente fue preparando la escena, inclusive fue buscando abogado defensor, a sabiendas que quedaría detenido después de cometer el homicidio calificado, pues hasta eso sabia, cual era la calificación penal de lo que planeaba hacer. Cuido hasta el último de los detalles, inclusive dejo de tomar una medicación psiquiátrica para tener a mano las dos defensas posibles, que jugarían como atenuantes al momento de la condena penal: el estado de emoción violenta o la inimputabilidad.

Hoy las imágenes de la escena del crimen hablan por sí mismas. La brutalidad, la extrema violencia desplegada por el atacante nos dejan mudos del horror, de ver el cuerpo sin vida de una mujer que la única culpa que tuvo fue amar a la persona equivocada, casarse con él y formar una familia, creyendo en que era posible, hasta su último aliento, una vida mejor por eso aceptó hablar con él sin la presencia de sus abogados, quienes quedaron afuera de la casa, en el jardín mientras los esposos “hablaban amigablemente”. Eso era lo que planeó Farré y ya a solas con esta, la golpeó brutalmente en la cara, y cuando ésta le dio la espalda, munido de los cuchillos, por la espalda, la degolló. Sangre por doquier, y el cuerpo sin vida relatan que no contento con haberle quitado la vida, continuaron las puñaladas, evidenciando el odio.

El primer defensor de Farré utilizó, ante los medios, la primera de las defensas sugeridas: el estado de emoción violenta, basada en discusiones, violencia intrafamiliar, destrato de la mujer hacia su cónyuge. El estado psíquico de emoción violenta es un estado de conmoción anímica grave del autor, que con motivo de la ofensa inferida por la víctima, sus frenos inhibitorios se ven relajados y lo conducen a la acción criminosa. Pero el examen de visu del vestidor le mostró cómo fue esa secuencia criminal, renunciando el letrado.

Farré designó al doctorTenca, como su nuevo defensor, quien adelantó que utilizaría como estrategia defensiva la otra alternativa: la inimputabilidad, que significa que, quien cometió el delito no puede ser pasible de un reproche penal,  porque no entiende la criminalidad del acto ni la consecuencia de las acciones desplegadas. En esa línea de estrategia defensista se  utilizará, quizás, la idea de la ausencia de la toma de la medicación psiquiátrica que tenía prescripta, y la existencia de un tratamiento psiquiátrico previo al hecho delictuoso, lo cual, en el mejor de los casos habilitaría la esperanza de una condena, eventualmente en libertad, previo tratamiento o internación por un tiempo, en alguna clínica psiquiátrica con la posterior alta médica.

Pero ¿cuál es la verdad? ¿Cuál es la diferencia entre la fría planificación criminal en manos de alguien muy capaz, y con pleno manejo de sus emociones y de su psiquis?

Un asesino suele ser un psicópata y éstos tienen una necesidad de poder, es decir, desean ver al mundo o a las personas que las rodean como esclavos, desean que los demás estén sometidos a sus órdenes, prácticamente, ellos piensan que son los directores de una obra de teatro.  Claudia se escapó de su poder, de su dominio, él ya no podía con ella, entonces la mató.


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