Barrabravas: un ejército silencioso que crece a la sombra de la política

Mauro Martín, uno de los capos de La 12.
Mauro Martín, uno de los capos de La 12.

Por David Cayón

Vos te vas a ir, pero nosotros vamos a quedar». Palabras más, palabras menos, fue la frase que utilizaron los barras de River cuando se despidieron de Rodolfo D’Onofrio en un reunión pautada en una casa de Barrio Parque previo a las elecciones que llevaron al empresario a la presidencia del club de Núñez.

Los que mandan en las tribunas tienen más permanencia que los que los socios eligen para que dirijan los clubes. Quizás es porque no todos mandan donde creen hacerlo. El abrupto final que se vivió en el Superclásico entre Boca y River en la Bombonera lo demuestra. El partido se jugó hasta que ellos lo decidieron. Y los equipos se fueron del campo de juego sólo cuando ellos, los del aguante, lo quisieron.

Hay algunos que buscan expiar culpas asegurando que lo que sucede en las tribunas es una lupa de lo que pasa en la sociedad. Que a la falta de reglas se le suma el escaso respeto por las pocas existentes. Pero ni la sociedad se comporta como los barras ni hay pocas normas. Lo que existe es un entramado de complicidades entre grupos de delincuentes, fuerzas de seguridad y políticos.

La relación entre la política -sea partidaria o sindical- y las barras bravas no es nueva. Desde la primera presidencia de Juan Domingo Perón que las hinchadas participan de la vida política; pero recién en la última dictadura tuvieron una función clara emanada del poder: mientras los militares torturaban y asesinaban, los barras debían cuidar que durante el Mundial 78 en las canchas no hubiera filtraciones y se denunciaran las atrocidades. Cuatro años más tarde, esos barras viajaron al Mundial España 82.

Décadas más tarde y salvando las distancias, el kirchnerismo organizaba Hinchadas Unidas Argentinas. El acuerdo era: banderas contra el Grupo Clarín y apoyando al Gobierno, cero incidentes, y la política financiaba el viaje al mundial de Sudáfrica.

Pero la relación entre el fútbol y el poder no sólo se ve en la tribuna. Los clubes son un buen trampolín para saltar a la arena política. Mauricio Macri es quizás el caso más emblemático, pero existen otros, como Nicolás Russo, ex presidente de Lanús y candidato en el mismo distrito por el Frente Renovador.

Tomando los dos clubes más grandes del país, River y Boca, se observa que la política está presente. En el caso Xeneixe, Mauricio Macri cimentó su carrera política y, aunque ya no es más presidente, su partido cuenta con representantes de peso. El legislador porteño Oscar Moscariello es vicepresidente y Andrés Ibarra y Enzo Pagani, ambos diputados por la Ciudad, son vocales.

Aunque el presidente Daniel Angelici es un hombre del radicalismo, cercano al histórico dirigente Coti Nosiglia, es señalado como un activo operador judicial en el ámbito porteño para el PRO.

Pero no sólo el macrismo está en Boca. Carlos Stornelli, uno de los fiscales que llamó a la marcha por la muerte del fiscal Alberto Nisman y que fue ministro de Seguridad de Daniel Scioli es el jefe de seguridad del estadio.

Por el lado de los millonarios, La Cámpora había pisado fuerte en el final de Daniel Passarella. Rodolfo D’Onofrio asumió la presidencia con una aceitada relación con el kirchnerismo. Pero su llegada también significó un fuerte desembarco del PRO con dos personajes importantes: Eugenio Burzaco, ex diputado nacional y ex jefe de la Policía Metropolitana, es vocal titular a cargo del Departamento de Seguridad y hermano del CEO de Torneos, Alejandro Burzaco, a quien se pudo ver en el campo de juego hablando con el representante de la Conmebol previo a la suspensión del Boca-River.

El segundo es Ignacio Villarroel, abogado del club y coordinador de PRO en Entre Ríos.

Poder de gol

Todos estos dirigentes políticos forman parte de las comisiones de los clubes de fútbol, las mismas que tienen que hacer, por ejemplo, los listados de Derecho de Admisión y organizar junto a las policías la seguridad del espectáculo.

Pero además, las últimas causas judiciales que implican a los barras revelan su relación con los políticos, y un claro ejemplo es lo que sucede en River.

Al igual que La 12, los Borrachos del Tablón, la barra de River, también tienen su interna entre la facción oficial y la Banda del Oeste. Ariel Calvisi, alias ‘el Pato’ por su aspecto de patovica, es disidente y está preso en Ezeiza por una pelea dentro del club. En su declaración judicial, dijo que la barra ‘oficial’ cuenta con la protección de la ministra de Seguridad, Cecilia Rodríguez, y que la Comisaría 51 les libera la zona.

Diego Rodriguez es hermano de la ministra y forma parte de la vida del club desde la administración Aguilar, en los 90. Su vínculo con la barrabravas está señalado en otra causa judicial por reventas de entradas.

Lo más llamativo se desprende de otra escucha en la que Matías Goñi habla con José Uequín, dos de los ‘generales’ de la banda, y el primero se ufana de su poder político asegurando que «no hablo con nadie de ellos (Conductas Delictivas, Eventos Deportivos). Estuve una hora y media en Balcarce 50 (la Casa Rosada) y vos me venís a hablar de estos pelotudos. Mientras esté Cristina, me lo aseguraron hoy, no me pasa nada, ni a mí, ni a Guillermo, ni a Martín, ¿entendés?».

Aunque la relación entre los violentos y la clase dirigente no es nueva, la explosión del negocio del fútbol en los 90 hizo que este vínculo crezca.

Los días de partido recaudan millones con la reventa de entradas, alquiler de carnet, peaje para la venta de comida y ropa, trapitos, porcentaje de jugadores, viajes al interior y exterior, barra tour para turistas que dejan unos de u$s 200.000 mensuales.

Pero, durante la semana, son seguridad en la Legislatura o tocan el bombo en un acto político, tienen cuevas para la venta de dólares en el mercado ilegal, realizan secuestros extorsivos, salideras, robos, venta de droga, y son fuerza de choque en actos políticos y sindicales.

Fuente: El Cronista.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *